Director de Gestión
Era difícil –si no imposible– que llegara otro discurso al que fue: uno cargado de imprecisiones (ver página 2) y clichés antiempresariales. Cómo pedirle acierto y sensatez a quien centraliza las decisiones erradas de un gobierno que, en un año, ha tenido un desempeño mediocre y una alta propensión a la corrupción.
El 28 de julio, en su mensaje presidencial, el presidente Pedro Castillo tenía las palabras limitadas por sus propias acciones. ¿Cómo podría plantear soluciones a los problemas que él mismo genera?: una inversión pública debilitada por la designación como autoridades de incapaces allegados a él o al partido que lo llevó al poder; el copamiento de ministerios claves para dicha inversión, con una infinidad de denuncias periodísticas que revelan los intereses oscuros que hay detrás; una inversión privada que vive estancada en 0% como sinónimo de la paralización permanente de las decisiones empresariales, aquellas que dan empleo formal y digno a los ciudadanos, ese “pueblo” al que dice proteger; y una sintomática falta de confianza empresarial, que no levanta cabeza desde los tiempos de sus amenazas electorales antisistema.
Contrario a ello, enfrentó al empresariado con frases para el olvido. Las soluciones a estos problemas, lamentablemente, no están en señalar como culpables de una desigualdad histórica a los “intereses egoístas de las élites de poder económico”. Tampoco en agredir a la prensa con aquello de que “solo emiten mentiras y noticias falsas de Pedro Castillo”. La falta de efectividad de las medidas de control de la inflación del Gobierno no responde a “las malas prácticas de algunos empresarios, que evitaron que estas medidas se vean reflejadas en su verdadera dimensión”.
La retahíla de nombramientos de gente no preparada para el puesto –o acusada de corrupción o terrorismo (o todas las anteriores)– no se resume en aquello de que “hemos cometido errores con algunas designaciones”. Los desacuerdos tributarios entre la administración y la empresa existen, y son parte de las reglas de juego: no hay deudas que otros gobiernos –como dijo– “no quisieron cobrar a las empresas privadas”.
El ejercicio de numerología que fue el resto del mensaje presidencial dejó de lado un dato importante: el presidente ya tiene cinco investigaciones fiscales abiertas –cuatro vinculadas a hechos ocurridos en su primer año de gobierno– y solo acumula resultados económicos magros, en años que pudieron ser de auge y recuperación.
Los líderes de opinión no hemos sido “apocalípticos” ni hemos lanzado “presagios infundados”: si algo bueno ha hecho Pedro Castillo es retroceder en algunas de sus promesas populistas y radicales, que solo iban a destruir el país. La promoción de la vacancia no es “por defender sus intereses privados y evitar los cambios que mi Gobierno se empeña en cumplir”: es por su ineficacia.
Ni el empresariado ni la prensa son responsables de la debacle de su Gobierno, presidente. El gran responsable es usted.