Escribe: Alberto Haito, director en Arellano.
En 1990 el Dr. William Mure, biólogo de la Universidad de Purdue, hizo un experimento con gallinas. Básicamente, lo que hizo fue separarlas en dos grupos: en uno, nueve de las más productivas, es decir, las “estrellas”, y en el otro, nueve gallinas promedio. En teoría las “estrellas” al cabo de un tiempo –específicamente un año– deberían mejorar tanto como especie como en la producción de huevos, a diferencia de lo que debería ocurrir con el grupo de las gallinas normales. Sin embargo, lo que ocurrió fue todo lo contrario, ya que transcurrido ese tiempo las gallinas del grupo de las “estrellas”, las cuales eran más agresivas y, por tanto, les costaba convivir entre ellas, se habían atacado unas a otras de forma tal que se habían reducido a tres, su aspecto era malo y su producción de huevos baja. Por el contrario, las gallinas del grupo promedio lucían muy bien y tenían buena productividad.
¿Qué pasó? Pues lo que suele pasar también en ciertos grupos humanos, llámese un equipo deportivo, un partido político o una empresa. Muchas veces las personas “estrellas”, que son las que en la práctica tienen más talento o alguna habilidad especial, tienen un ego muy grande, poca empatía y falta de capacidad de colaboración con sus compañeros, lo que les impide integrarse adecuadamente siendo, en la práctica, un freno para el avance del grupo.
Yendo al terreno de las empresas, ¿quiere decir esto que debemos evitar el tener “estrellas”?. De ninguna manera, esto sería un grave error ya que el talento en las empresas es escaso y vale su peso en oro. En realidad, lo importante es saber trabajar con talentos y esto pasa desde la contratación, donde con las pruebas y entrevistas adecuadas se puede determinar si la distancia a la que la persona está de la cultura y los valores de la empresa es salvable. Y, si esto es así, lo que se necesitará es un adecuado liderazgo para poder enrumbarlos.
Sobre esto último el líder debe tener en claro que es preciso dedicar tiempo a este tipo de personas. Esto significa definir claramente los límites, o sea “marcarles la cancha”, comunicarse constantemente con ellos y, de ser necesario, apoyarlos con un programa de coaching en una empresa especializada.
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