Vicepresidente ejecutivo de Inversiones, Rimac Seguros
De acuerdo con múltiples estudios realizados, el precio de los activos en el mercado de capitales y las condiciones prevalecientes en la economía se encuentran altamente correlacionados. Esta correlación es positiva en el sentido de que cuando las condiciones económicas mejoran, el valor de las empresas y su capacidad para atender sus obligaciones de deuda mejoran.
Las condiciones económicas que favorecen la apreciación de los activos son la velocidad de crecimiento económico (que favorece el crecimiento de los ingresos y de los márgenes de rentabilidad) y la predictibilidad de este crecimiento (que reduce la incertidumbre). La predictibilidad del crecimiento es clave porque influye directamente sobre las decisiones de inversión. Estas a su vez retroalimentan el crecimiento económico. El crecimiento y la estabilidad del mismo, entonces, generan un círculo virtuoso que se traduce en un aumento predecible de las utilidades, del valor de las empresas y de los títulos que estas emiten.
El crecimiento económico nunca es continuo, sin embargo. Tiende a producirse en ciclos que se descomponen en una etapa inicial de expansión y una etapa final de contracción, que es seguida inmediatamente por el inicio de una nueva fase de crecimiento. La duración de los ciclos económicos es variable según el país, pero suelen no durar más de quince años ni menos de cinco. Invertir en los mercados de capitales es, por lo tanto, un esfuerzo de varios años. Por lo general, las estrategias que apuntan a explotar los ciclos económicos (relacionadas a las inversiones en activos reales como acciones, infraestructura, bienes raíces, capital humano, patentes, etc.) tienen como horizonte de ejecución períodos mayores o iguales a diez años.
Si analizamos los retornos a lo largo de los últimos 100 años de las principales clases de activos, a nivel global, encontraremos que casi no existen períodos de 15 años en los que no hayan tenido rendimientos positivos. De hecho, el retorno anualizado real de las acciones de EE.UU. en este periodo fue 8%, mientras que el de los bonos del Tesoro Americano de 10 años – usado como activo libre de riesgo de referencia- fue cercano a 3%. En suma, históricamente asumir riesgo siempre ha rendido frutos. La condición necesaria para que esto se convierta en rentabilidad para los inversores siempre ha sido, sin embargo, tener paciencia y saber esperar. A lo largo de los últimos 100 años, los años de crecimiento económico han sido mucho más que los de contracción. El período de recesión global más largo fue de 4 años y la reducción anual máxima del PBI Global en recesión fue menor al 3.3%.
A pesar de la alta correlación existente entre el valor de los activos y el crecimiento económico, es claro que la volatilidad del primero es mucho mayor que la del segundo. Esto sugiere que existe algo más incorporado en la valorización de los activos que los fundamentos económicos. A este factor se le conoce como volatilidad en exceso y parece estar explicada por la dificultad de observar correctamente el estado de la economía en tiempo real o, como sería necesario, con anticipación. Por ejemplo, en EE.UU., todas las recesiones observadas durante los siglos XX y XXI fueron oficialmente declaradas entre 4 y 12 meses después de que se produjeron. En ausencia de claridad objetiva con respecto al estado real de la economía, el mercado parece valorizar transitoriamente los activos en función a una suerte de emociones colectivas que se alternan entre el temor y la confianza, y que generan fases de fluctuación más cortas en duración, pero más pronunciadas en amplitud.
Muy en línea con esta manera de entender el crecimiento económico y la volatilidad de los mercados, los inversores más famosos (y los más exitosos) de la historia, se han caracterizado por seleccionar cuidadosamente sus activos a través del análisis de fundamentos, por comprarlos cuando el mercado los vende baratos bajo la influencia de la ansiedad y de la depresión, por mantener esos activos en sus portafolios por períodos muy largos de tiempo y por rara vez venderlos.