
Escribe: Eduardo Morón, Presidente de la Asociación Peruana de Empresas de Seguros – APESEG
La decisión de endeudarse no debería tomarse a la ligera. Evidentemente, hay créditos y créditos. Para una familia la decisión de tomar un crédito hipotecario requiere mucho análisis y conversación porque hay que estar seguros de qué es lo que vamos a comprar. Además, necesitamos la certeza de que tendremos la capacidad de pagar en todas las circunstancias. Y esto último es lo más importante.
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Muchas veces, cuando estamos tomando la decisión de endeudarnos, no nos detenemos a reflexionar sobre los posibles riesgos que podrían afectar nuestra capacidad de pago en el futuro. Solemos centrarnos en el presente, en la necesidad que nos impulsa a adquirir una deuda, sin considerar que eventos inesperados pueden cambiar nuestra situación financiera de un momento a otro. ¿Qué pasaría si, de repente, la persona que genera los ingresos principales en una familia pierde su empleo? ¿O si sufre un accidente que le impida seguir trabajando de manera permanente? ¿O, en el peor de los casos, si fallece?
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Lamentablemente en el Perú, la gran mayoría de los trabajadores no tienen el paraguas de la protección social que en cualquiera de esos tres eventos le ofrecerá protección financiera que podría servir para que él o sus familiares puedan cubrir esa deuda.
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La Superintendencia de Banca, Seguros y AFP (SBS) acaba de publicar una norma que hace voluntaria la contratación de seguro de desgravamen en aquellos casos donde el crédito no sea hipotecario. La justificación es que los montos en otros tipos de crédito son bajos y los plazos son relativamente cortos. Lo cierto es que ninguno de estos eventos potencialmente catastróficos para las finanzas de una familia viene con aviso previo. Además, lo que para unas familias es poca plata, para otras es muchísima.
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Pongamos un ejemplo muy simple para que se entiendan las consecuencias de tomar deuda sin salvavidas.
Jorge, una persona que quedó desempleada, opta por tomar un crédito para comprar un vehículo para hacer taxi. Con sus ingresos diarios es capaz de sostener a su familia y pagar la cuota del crédito. A las dos semanas, es asaltado. Le roban el auto. Al resistirse al robo le disparan y fallece. Como optó por no contratar el seguro de desgravamen ahora su familia no sólo llora la pérdida de su ser querido, sino que debe pagarle a la entidad financiera la deuda pendiente. ¿Con qué recursos va a afrontar dicha obligación?
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Si Jorge hubiese tenido un empleo formal y hubiese fallecido en las mismas circunstancias, tendría protección del seguro de vida ley que le hubiese dado una indemnización que le permitiría a su familia cubrir dichas obligaciones.
Pero, en el Perú sólo uno de cada cinco trabajadores tiene un trabajo formal y por ende tiene la protección de los diferentes mecanismos de seguridad social. La vulnerabilidad de las familias peruanas que se expresó con toda su potencia en la pandemia nos obliga a recordar que en ese período se pagaron más de 3,000 millones de soles en seguros de desgravamen. Imaginen si las familias no hubieran recibido esos recursos.
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Es muy importante tener opciones para decidir, pero es muy importante que esa decisión sea informada, es decir, tomando en consideración todos los escenarios relevantes.