
Escribe: Antonio Cevallos, CEO de BBVA Asset Management
La decisión entre comprar o alquilar una propiedad es una de las más relevantes en la planificación financiera personal. Más allá del aspecto económico, implica consideraciones estratégicas y emocionales que pueden influir en la estabilidad y en la acumulación de patrimonio a lo largo del tiempo.
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Si bien no existe una respuesta universal, el análisis de ciertos factores clave permite determinar qué alternativa se ajusta mejor a cada situación. A continuación, se presentan los principales aspectos a evaluar:
1. Capacidad financiera
El primer criterio a considerar es la situación financiera personal. La compra de un inmueble requiere una inversión inicial significativa, que incluye el pago de una cuota inicial (generalmente entre el 10% y el 30% del valor de la propiedad), costos de cierre de la transacción (impuestos, honorarios notariales, comisiones de agentes inmobiliarios) y gastos recurrentes, como el pago de la hipoteca, seguros e impuesto predial.
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Por otro lado, alquilar implica menores barreras de entrada, ya que solo se requiere un depósito y el pago mensual de la renta. Sin embargo, a diferencia de la hipoteca, que eventualmente convierte el gasto en propiedad, el alquiler representa un desembolso sin retorno financiero.
Para tomar una decisión informada, es fundamental evaluar los siguientes factores:
- Capacidad de ahorro: ¿Se dispone del capital necesario para la cuota inicial y los costos asociados a la compra?
- Estabilidad de ingresos: ¿Los ingresos actuales permiten asumir un crédito hipotecario sin comprometer la liquidez mensual?
- Nivel de endeudamiento: ¿Existen obligaciones financieras que limiten la capacidad de pago de una hipoteca?
- Acceso al crédito: ¿El historial crediticio permite obtener financiamiento en condiciones favorables?
2. Costos a largo plazo: ¿inversión o gasto?
Desde una perspectiva financiera, la compra de un inmueble se considera una inversión, dado que los pagos mensuales contribuyen a la adquisición de un activo patrimonial. No obstante, es esencial considerar los costos adicionales, como mantenimiento, reparaciones y pagos de intereses.
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En contraste, el alquiler puede representar una menor carga financiera en el corto plazo, pues los gastos de mantenimiento y ciertos impuestos recaen sobre el propietario. Sin embargo, a largo plazo, el alquiler no genera patrimonio y constituye un desembolso recurrente sin retorno.
Un análisis clave consiste en comparar el costo mensual del alquiler con el pago de una hipoteca en la misma zona. En algunos mercados, la relación entre ambos valores puede hacer que alquilar sea una opción más viable, especialmente si los precios de compra están sobrevalorados.
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3. Estabilidad y flexibilidad
Otro factor determinante es el horizonte de permanencia en la propiedad. Comprar resulta conveniente cuando se planea habitar el inmueble por un período prolongado, generalmente superior a cinco años.
Por el contrario, si la movilidad laboral o personal es alta, el alquiler ofrece mayor flexibilidad, facilitando cambios de residencia sin los costos y la complejidad asociados a la venta de una propiedad.
4. Objetivos financieros y diversificación
Finalmente, la decisión debe alinearse con los objetivos financieros individuales. Si la prioridad es la construcción de patrimonio, la compra de un inmueble puede ser una estrategia efectiva a largo plazo. No obstante, si se busca preservar liquidez y diversificar inversiones, el alquiler permite destinar capital a otros activos financieros, como acciones o bonos, que podrían ofrecer mejores rendimientos.
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Conclusión
Elegir entre comprar o alquilar no es solo una cuestión de costos, sino una decisión estratégica dentro de la planificación financiera personal. La clave radica en realizar un análisis integral que contemple la capacidad financiera, el horizonte de permanencia y las condiciones del mercado para optar por la alternativa más alineada con los objetivos económicos y personales.