Por Yuri Herrera Burstein
Director académico de Carreras de Negocios en la Universidad Científica
Mucho se ha venido diciendo acerca de cómo el medio ambiente ha mejorado en las últimas semanas, gracias a la reducción de actividades como las industriales, de transporte y sociales. Parece ser que al mundo y a la naturaleza le ha venido bien tomarse unas semanas de vacaciones de los seres humanos, y que este es uno de los efectos positivos proambientales del periodo de aislamiento social.
Pero existe, para el medio ambiente, otro potencial efecto positivo que no debe dejar de observarse y fomentarse, y que tiene que ver más con el comportamiento de consumo de los individuos.
Cuando hablamos de contaminación ambiental y cambio climático, solemos relacionarlo sobre todo a las actividades industriales, emisión de gases de carbono, consumo de energía, y transporte sobre todo. Sin embargo, uno de los principales causantes de los problemas ambientales que estamos experimentando es el comportamiento de consumo desmedido, en contraposición a lo que sería un deseable Comportamiento de Consumo Sostenible.
El Comportamiento de Consumo Sostenible ha sido definido como todos los actos que realiza un consumidor para adquirir, utilizar y desechar bienes y servicios, en forma tal que no comprometa las condiciones ambientales y socioeconómicas del resto.
Alcanzar un comportamiento de consumo sostenible es considerado un factor clave para el desarrollo, y es agenda prioritaria de los actores políticos e investigadores. Se ha propuesto que el comportamiento de Consumo Sostenible no sólo beneficia al medio ambiente, sino que puede tener un importante impacto en la reducción de la pobreza en el largo plazo.
Pero ¿cómo puede esta etapa de aislamiento social modificar el comportamiento de consumo de los individuos llevándolo a un comportamiento de consumo sostenible? El comportamiento desmedido e irracional de consumo es principalmente impulsado por valores materialistas y estilos de vida promovidos por la comunicación empresarial, justamente para fomentar dicho consumo.
Los individuos, bombardeados por dicha comunicación, e imitando comportamientos de sus pares, o incluso de sociedades culturalmente muy distintas a las suyas, encuentran en el consumo una forma de satisfacer necesidades que usualmente tienen muy poco que ver con la función del producto adquirido. Así, las personas muchas veces consumen para intentar satisfacer necesidades de amor, aceptación y hasta auto realización, las cuales, al no verse realmente satisfechas, llevan a la persona a realizar nuevos consumos.
En esta etapa de aislamiento social, los individuos se han visto muy limitados en su capacidad de consumir. Han tenido también la oportunidad de reflexionar sobre cómo impacta esta imposibilidad de consumir en sus montos de gasto, y además se han visto forzados a redefinir ciertas prioridades, al enfrentarse a situaciones de sufrimiento individual y colectivo.
Solo queda esperar que la nueva valoración que los individuos le dan en esta etapa a aspectos como la vida, la familia, la salud, y la libertad, entre otros, frente a los bienes materiales, no se revierta rápidamente bajo el embate de la comunicación empresarial que seguramente se intensificará al terminarse el periodo de aislamiento social.