
Escribe: Julia Velarde Sussoni, docente de la Universidad de Lima
Las empresas familiares representan una parte esencial del tejido empresarial en el Perú y en el mundo. Su permanencia, valores, compromiso con el entorno y enfoque humanista las convierten en actores relevantes no solo por sus resultados económicos, sino también por su impacto social. Sin embargo, el entorno actual –tecnológico, competitivo y generacionalmente cambiante– plantea un dilema central: ¿Cómo seguir creciendo sin perder la esencia?
El desafío radica en equilibrar tradición e innovación. La tradición no es solo una colección de costumbres; es una fuente de identidad y confianza. Pero cuando se convierte en inercia, puede frenar la adaptación. Por otro lado, innovar sin anclas puede desdibujar el propósito que ha sostenido a la empresa por generaciones.
La literatura especializada propone estrategias para abordar esta tensión. Una de ellas es la integración efectiva de los valores familiares con prácticas modernas de gestión. Esta armonía entre legado y visión de futuro permite tomar decisiones coherentes que impulsan el crecimiento sin romper con la cultura organizacional.
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Otra estrategia clave es establecer incentivos que promuevan la innovación. Cuando la familia reconoce y recompensa la mejora continua y el emprendimiento interno, se crea un entorno propicio para el cambio. A ello se suman mecanismos como el pensamiento orientado al legado, la gobernanza clara, el control operativo y el pensamiento paradójico, que ayudan a sostener dos lógicas en apariencia opuestas: conservar y transformar.
Un concepto reciente y potente es el de “innovación a través de la tradición” (Innovation Through Tradition, ITT), que propone construir desde las raíces. En lugar de ver la tradición como freno, se la convierte en fuente de innovación.
No obstante, los desafíos son reales. La “paradoja disposición-capacidad” afecta a muchas empresas familiares: pueden tener voluntad de innovar, pero carecer de habilidades, o viceversa. A esto se suma la resistencia al cambio, conflictos internos o sucesiones mal planificadas. Además, activos como las redes de confianza pueden atrofiarse si no se renuevan ni se integran a nuevas generaciones.
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A pesar de ello, los beneficios del equilibrio son evidentes. Las empresas familiares que integran innovación, tecnología (como la inteligencia artificial) y sostenibilidad han logrado mejorar su desempeño y asegurar su continuidad. Las capacidades analíticas, el uso de big data y la digitalización contribuyen a una excelencia sostenible.
El liderazgo familiar es determinante. La innovación suele impulsarse desde dentro: miembros de la familia que promueven estructuras adecuadas, diálogo intergeneracional y una cultura de aprendizaje. En ese sentido, el enfoque de stewardship –liderazgo basado en el cuidado del legado y el compromiso con colaboradores y clientes– resulta clave. No se trata de un liderazgo autoritario ni pasivo, sino responsable, consciente y orientado al futuro.
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En síntesis, la clave no está en elegir entre tradición o innovación, sino en articular ambas. Las empresas familiares que entienden esta lógica dual no solo sobreviven: lideran. Porque el verdadero legado no es lo que se conserva intacto, sino lo que evoluciona sin perder su alma.