
Escribe: Alberto Arispe, gerente general de Kallpa SAB
Mis cuatro abuelos vinieron de provincia. Mi abuelo materno de la sierra de La Libertad, mi abuela materna de Moyombamba, mis abuelos paternos de Arequipa. Estudiaron/trabajaron muy duro para salir adelante. Mi abuelita Marina fue de las primeras mujeres en acabar la secundaria en su pueblo y tras un viaje a pie/burro a Trujillo, y un barco a la capital, ingresó a San Marcos a estudiar farmacia. Sus hijos, mis padres, estudiaron ambos en San Marcos. Mi padre trabajó hasta los 70 años como ingeniero geólogo.
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Nunca escuché a ninguno de ellos hablar sobre “la libertad financiera”. Según los “entendidos”, la libertad financiera se refiere a poder vivir cubriendo todas tus necesidades económicas sin depender de un trabajo activo. Esto implica que los ingresos/rentas que generan tus inversiones, sean suficientes para mantener un buen estilo de vida, de manera sostenida, a través del tiempo.
Los que más comentan y hablan sobre ese tema, son influencers, relativamente jóvenes, que buscan convencer a los demás, que si invierten como lo hacen determinados gurús, podrán vivir sin trabajar activamente, sin mayor esfuerzo, disfrutando de sus rentas, desde jóvenes.
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Es más, yo, que estudié cinco años en la Pontificia Universidad Católica del Perú, la número uno del país según todos los rankings, luego en la Universidad de Nueva York, número 28 en el mundo según varios rankings, y que he trabajado toda mi vida (hoy que tengo 54 años), recién, hace algunos años, he comenzado a escuchar/leer sobre la “libertad financiera”.
Es aquí, estimados lectores, donde yo encuentro una tremenda contradicción. Porque al menos que uno se gane la lotería o que herede una fortuna, la única manera de lograr la mentada libertad financiera, es justamente estudiando y/o trabajando muchas horas, durante muchos años, para poder acumular un capital, que a retornos anuales razonables, pueda permitirle a uno, luego de muchos años, vivir “tranquilamente” de sus ahorros.
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Porque a los 23 años, tras acabar la universidad, un muchacho de clase media e incluso de clase media alta, no tiene capital. Y si no tiene capital, no tiene nada que invertir. Exageremos y digamos que pueda ahorrar 1,000 soles al mes y que tras dos años esto sume 24,000 soles de ahorro. Si invierte en el índice S&P 500 (canasta de acciones de las 500 empresas más grande de Estados Unidos) y tiene suerte y el mercado sube, en promedio obtendrá 12% anual en dólares, que es una buena tasa. Doce por ciento de, digamos US$ 6,580, es US$ 790 por año.
Entonces, en mi opinión y en mi experiencia, un joven de clase media para arriba, entre 20 y 30 años, debería enfocarse en estudiar algo que le guste (bachillerato y luego maestría) para después trabajar duro para aprender y crear valor para él/ella, su familia, su empresa, su sociedad, su país. Debe construir su reputación, su marca. Debe esforzarse para que sus empleadores y el mercado en general hablen bien de él/ella. De esa manera, este profesional será siempre demandado por alguna empresa/institución y tendrá la libertad de escoger dónde y para quien trabajar. O, si es amante al riesgo, podría decidir formar y trabajar para su propia empresa, convirtiéndose en un emprendedor, si consigue los socios adecuados, que aporten capital.
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Pero, bajo cualquiera de los dos escenarios, el profesional tendrá que trabajar activamente muchas horas, todos los días para salir adelante como profesional y como persona. Y si es emprendedor, para sacar adelante a su empresa (el 80% de los emprendimientos fracasan en el primer año).
Por ello, mi recomendación a los jóvenes es leer, siempre leer, y por supuesto, estudiar/trabajar en algo que les guste, que les apasione. Algunos tienen flojera de hasta pensar que les pueda gustar, pero otros no, y estos tendrán una ventaja competitiva sobre los otros. En base a ese trabajo, podrán ahorrar e invertir en activos con buenos fundamentos, de manera diversificada y líquidos, que les permitirá acumular capital y quizás, tras muchos años, gozar de la “libertad financiera”.
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Yo, trabajo activamente desde hace 34 años. Empecé combinando mis estudios de economía con el periodismo económico, allá en una pequeña redacción en Andahuaylas con Grau, en un pequeño local rodeado por tanquetas y soldados, con miedo a algún bombazo de Sendero Luminoso. Luego estuve en Park Avenue en uno de los bancos de inversión más grandes del mundo. Pase meses en Wan Chai, Hong Kong, comprando/vendiendo acciones de bancos asiáticos y ahora en Chacarilla, Lima, en Kallpa SAB, batallando todos los días para aprender y crecer. Gracias a ello, tengo un capital apreciado, producto del ahorro y la inversión.
¿Habré alcanzado la libertad financiera? ¿La habrán alcanzado mis abuelos y padres antes de los 65 años? Es una pregunta para los que tanto hablan del tema. Si puedo dar fe que todos los nombrados, incluyéndome, vivimos orgullosos de nuestras horas de trabajo, esfuerzo, dedicación, logros y creación de valor en nuestras vidas.