Escribe: Mercedes Araoz, profesora e investigadora de la Universidad del Pacífico
En pocos días Perú será anfitrión de la Cumbre de Líderes de las Economías APEC, cuyo propósito es promover el intercambio comercial, la inversión y el desarrollo económico, a partir de la cooperación y apoyo entre pares de sus 21 economías. En APEC están las más poderosas economías de la cuenca del Pacífico y del mundo.
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Aunque fuimos uno de los dos últimos países en ingresar a este espacio, desde que el Perú inició su participación en APEC, en 1998, ha hecho bastante bien su tarea al participar de manera activa en este foro. Gracias a ello, y a la buena imagen generada en políticas comerciales y de inversión, sumado a nuestra excelente organización y la preparación temática de encuentros previos, el Perú fue seleccionado para organizar por tercera vez esta cumbre, más todas las reuniones sectoriales preparatorias, que han resultado exitosas en cuanto a compromisos logrados entre las economías participantes. A su vez, el sector privado peruano, reunido en el Consejo Asesor de Empresas de APEC (ABAC), a través de una estrecha colaboración público-privada, ha planteado una agenda muy constructiva, alrededor de temas como la profundización de la integración económica regional, sin perder de vista un posible acuerdo de libre comercio APEC, que avance en la agenda de la economía digital, modernizando los sistemas tributarios, con énfasis en el comercio digital de bienes y servicios y la generación de un clima que facilite la inversión privada, sin dejar de lado los temas de sostenibilidad y desarrollo humano.
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APEC, y todo el esfuerzo realizado a través de nuestros 22 acuerdos comerciales logrados en las dos últimas décadas, también son una oportunidad de crecimiento y desarrollo para el Perú. APEC no es solo un evento que incluye la visita de prominentes líderes del mundo, es la oportunidad de plantearnos una estrategia de crecimiento hacia afuera con resultados relevantes en empleo digno, ampliación y sofisticación de nuestra oferta exportadora, de bienes y servicios, sostenibilidad basada en nuestros recursos naturales y biodiversidad. Momento propicio para poner en valor nuestra diversidad cultural y fortalecer las capacidades del capital humano nacional. Como país, nos plantea el reto de focalizar nuestras acciones e inversiones, para estar presentes en este competitivo espacio económico, dando un salto hacia adelante, saliéndonos de la caja para tomar decisiones de política pública disruptivas.
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Las condiciones globales no son lo más auspiciosas. Existe un resurgimiento de políticas comerciales proteccionistas que nos recuerdan a la industrialización por sustitución de importaciones de viejo cuño, aplicadas no solo en países en desarrollo sino en el seno de las naciones más industrializadas. Nos enfrentamos a políticas comerciales con objetivos no económicos en esos países, algunos saludables ligados a temas de sostenibilidad y protección de derechos humanos, pero sin medir claramente sus efectos en el comercio internacional y su capacidad de exclusión de aquellos a los que, precisamente, se quiere proteger. Y peor aún, vemos en los debates electorales de poderosos países del orbe a políticos que incorporan en su agenda de política exterior, de manera populista, el alza generalizada de aranceles a niveles inimaginables desde que el mundo decidió poner reglas de juego al comercio a través del GATT y la OMC. Estos discursos populistas usan la creciente crisis geopolítica como excusa.
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En medio de esta coyuntura geopolítica o, si quieren, de este nuevo orden mundial, el Perú debe despertar, aprovechar nuestros tratados comerciales previos y nuestra conocida política exterior neutral frente a la multipolaridad emergente, para ubicarse en esta coyuntura como un país competitivo y atractivo para las inversiones y el comercio. Entender lo que hacen nuestros competidores, no para hacer sustitución de importaciones, sino para penetrar mercados con reglas de mercado permitidas en la OMC. Las Zonas Económicas Especiales (ZEE) son un ejemplo de ello, no podemos permitirnos el lujo de perder la oportunidad de haber construido un megapuerto en Chancay, millonaria inversión que nos podría llevar a ser el Hub portuario en el Pacífico sur. Para esto, solo hace falta poner los incentivos tributarios adecuados y competitivos para atraer inversión nueva, que permita polos de desarrollo regionales para la fabricación de bienes que hoy no producimos: paneles solares, insumos para carros eléctricos, placas de litio, servicios logísticos basados en inteligencia artificial. Bienes y servicios de alta tecnología que nos permitan generar empleo de calidad e impulsar el desarrollo de todo el país a través de encadenamientos productivos. La política tributaria no debe estar centrada solo en recaudación –que no se da si no se invierte–, sino en los impactos microeconómicos que esta tiene en el actual contexto global. Podemos invertir en infraestructura, en desarrollo humano, pero si no lo acompañamos de oportunidades de trabajo, será en vano.
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Que esta tercera cumbre de líderes de APEC, donde somos anfitriones, nos encuentre preparados para recibir inversión sostenible e innovadora. Y no solo de China, también de nuestros tradicionales socios comerciales estadounidenses o europeos. Esperemos que el Congreso vote a favor de la generación de ZEE competitivas y que realmente potencien nuestro desarrollo. Seamos estratégicos y responsables.
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