Columnista de Wall Street Journal
Los peruanos votarán en una segunda vuelta de las elecciones presidenciales el 6 de junio, y si las encuestas son correctas, el candidato marxista Pedro Castillo ganará. Una sorpresa por parte de su rival, la candidata de centro derecha Keiko Fujimori, no es imposible, pero definitivamente ella es la más débil.
Fujimori está detrás de Castillo por 10 puntos porcentuales en una encuesta de Datum Internacional publicada el jueves por la noche. Es importante destacar que alrededor del 22% de los encuestados dicen que están indecisos o que emitirán un voto en blanco porque no apoyan a ninguno de los candidatos. La votación es obligatoria en Perú.
Hasta el sábado, la Sra. Fujimori se había limitado a hacer campaña en Lima porque es objeto de una investigación penal. Esa prohibición de viajar se ha levantado y ahora tiene seis semanas —una eternidad en la política peruana— para recuperar el tiempo perdido.
El pensamiento de Castillo es terriblemente similar al del fallecido Hugo Chávez, quien gobernó Venezuela desde 1999 hasta su muerte en el 2013.
El chavismo estranguló las instituciones democráticas de Venezuela, hizo huir el capital humano, destruyó la economía y generó una pobreza generalizada. La dictadura militar está ahora encabezada por Nicolás Maduro con importante respaldo de inteligencia de La Habana.
Venezuela fue una vez uno de los países más avanzados de la región. Hoy en día, los venezolanos viven de manera primitiva, a menudo sin agua corriente, electricidad o suministros médicos básicos. Castillo ha comenzado a moderar su discurso de vez en cuando. Pero su “plan de gobierno” no oculta su admiración por los ideales de Chávez y por tiranos como los hermanos Castro de Cuba, Daniel Ortega de Nicaragua, Evo Morales de Bolivia y Cristina Kirchner de Argentina. Según su ideología, la propiedad estatal de partes clave de la economía es necesaria para garantizar una sociedad justa. Ha advertido a las multinacionales que sus días en Perú están contados.
Son malas señales. Perú ha atraído capital y reducido la pobreza de manera significativa mediante la aplicación de una política fiscal estable, baja inflación, seguridad en los contratos y mercados abiertos. Pero necesita más crecimiento si quiere elevar aún más el nivel de vida. La amenaza del candidato Castillo a la libertad es tan grave que el escritor premio Nobel, Mario Vargas Llosa, cuya intensa aversión por la maquinaria política de Fujimori es bien conocida, ha respaldado a Keiko.
Los peruanos son particularmente vulnerables a la demagogia en este momento. Han sido duramente afectados por la pandemia de COVID-19. Mientras que un confinamiento ordenado por el gobierno no detuvo el virus, sí aplastó la economía. El producto bruto interno de Perú en el 2020 se contrajo en más del 11% y su tasa de letalidad se encuentra entre las más altas del mundo. Una población golpeada busca respuestas y el populismo de Castillo es seductor. Si gana, la factura llegará más tarde.
Castillo, que es del departamento de Cajamarca, fue el líder de una violenta huelga sindical nacional de maestros en el 2017.
Sus adversarios políticos alegan que sus asociados en esa huelga incluían la rama legal del grupo terrorista Sendero Luminoso.
Se ha negado a responder a las preguntas de los medios sobre si esto es cierto. Pero es el candidato del partido de extrema izquierda Perú Libre, que fue fundado y está dirigido por Vladimir Cerrón, un socialista acérrimo aleccionado en Cuba. Castillo promete imponer controles de precios, impuestos confiscatorios sobre las ganancias mineras y una fuerte regulación. Ha dicho que si es elegido cerrará la corte constitucional, aunque después de una protesta generalizada rechazó esa amenaza. Quiere eliminar las cuentas de pensiones privadas y la prensa libre, a la que acusa de complicidad con el pecado del capitalismo.
“Lenin tenía mucha razón cuando declaró que la verdadera libertad de prensa en una sociedad sólo es posible cuando se libera del yugo del capital”, dice el plan de gobierno de Castillo. El plan continúa citando a Fidel Castro, quien se quejó de que con una prensa libre “los medios de divulgación masiva están en manos de quienes amenazan la supervivencia humana con inmensos recursos económicos, tecnológicos y militares”.
El plan advierte que la “madre de todas las batallas” tendrá lugar en el ámbito de las comunicaciones. Como la mayoría de los políticos peruanos, Fujimori es investigada por acusaciones de corrupción. Tiene seguidores fieles pero también muy negativos. Su destino ahora depende de si los votantes a quienes no les agrada se taparán la nariz y la apoyarán porque una presidencia de Castillo es impensable.
La gran ventaja de Castillo en las encuestas de segunda vuelta ha hecho que la moneda peruana caiga en picado frente al dólar. Esto se traduce en precios más altos para alimentos básicos como pollo, pan y gasolina. Podría explicar por qué la ventaja de Castillo, aunque sustancial, se ha reducido y Fujimori ahora tiene impulso.
En los últimos años, los peruanos han elegido candidatos presidenciales aparentemente desastrosos, como el populista Alan García, cuando se postuló para un segundo mandato en el 2006, y Ollanta Humala, quien hizo campaña como nacionalista socialista en el 2011. Una vez electo, ninguno revirtió las políticas favorables al mercado de administraciones anteriores.
Castillo promete que esta vez será diferente. Es un compromiso que puede ayudar a Fujimori a dar vuelta a la tortilla a su oponente.