Escribe: Joswilb Vega, Chief Investment Officer de Profuturo AFP
Entre 1840 y 1880, Perú exportaba unas 11 millones de toneladas de guano. Con ello, era el primer exportador del mundo y recibía cerca de dos tercios de todos los ingresos por la venta de guano. Todo iba bien hasta que los precios comenzaron a caer, las reservas se redujeron y aparecieron sustitutos con los hallazgos de Justus von Liebig y la invención del superfosfato de John Bennet. Se acabó la bonanza, tuvimos una crisis fiscal que el entonces presidente Nicolás de Piérola trató de remediar con el contrato Dreyfus. Chile nos declara la guerra y nos gana.
Años después apareció el caucho en la cuenca del Amazonas. El precio comenzó a subir fuertemente debido a la mayor demanda y a su limitada oferta, lo cual hacía insostenible el balance de ese mercado. Frente a ello, Henry Wickham llevó semillas del Amazonas a Inglaterra, las que se expandieron a Asia iniciando la industrialización de la producción.
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El caucho amazónico representaba el 90% del consumo, en 1914 menos del 30% y en 1930 el caucho asiático lo superó siendo el 97% del consumo global; pero al iniciar la II Guerra Mundial también sucumbió ante caucho sintético creado en un laboratorio.
En la actualidad, Perú es el segundo productor mundial de cobre, la minería representa más del 60% de nuestras exportaciones y sus impuestos más del 1% del PBI. La transición energética viene impulsando la demanda y, en medio de la menor oferta, el precio alcanzaría nuevos máximos.
Los autos eléctricos usan tres veces más de cobre y los buses hasta 10 veces más que un vehículo a combustión, mientras que las minas nuevas se tardan 23 años en iniciar operaciones. Claramente, estamos por experimentar un déficit masivo de cobre y los laboratorios han comenzado a trabajar para encontrar un sustituto. Actualmente hay siete equipos de científicos financiados por la Oficina de Tecnologías de Fabricación y Materiales Avanzados de EE.UU. buscando el sustituto del cobre.
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¿Les suena que ya hemos pasado por esto? Bendecidos con un material único que necesita el mundo, años de bonanza por los altos precios, creemos que durará para siempre y no invertimos en nuestro futuro, hasta que alguien en otro país inventa algo que nos deja fuera, una cuantiosa deuda y otra oportunidad perdida.
Veamos qué hicieron países como Australia, Noruega, Canadá, entre otros, igual de bendecidos con recursos naturales. Ellos se apalancaron en sus recursos, hicieron las reformas necesarias, construyeron instituciones que guiaban las decisiones enfocadas en el largo plazo para convertirse en un país desarrollado.
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