Vicepresidente Ejecutivo de Inversiones de Rimac Seguros
El ritmo desigual de recuperación de las diferentes regiones y sectores de la economía global se tradujo en el aumento en los precios al consumidor. Los “cuellos de botella” derivados del rápido crecimiento de algunas empresas y regiones en relación con la velocidad de crecimiento de sus proveedores, trajo consigo el congestionamiento de las cadenas de suministro y precios más altos para insumos clave como los combustibles (petróleo, gasolina y carbón), los semiconductores, los metales industriales, los productos agrícolas (maíz, trigo, soya y ganado), entre otros. Esto, a su vez, generó presiones sobre el precio de los fletes marítimos.
La congestión en las cadenas de suministro es un efecto típico de los procesos de recuperación después de desastres naturales y tiende a acentuarse en la medida en la que el impulso de política fiscal y monetaria aplicado sea más intenso. Las presiones sobre precios tienden a diluirse en el tiempo conforme se nivelan los ritmos de crecimiento en la economía y se retiran las medidas de impulso monetario o fiscal.
En este sentido, durante 2021 muchos de los bancos centrales del mundo, en particular los de economías emergentes, se vieron en la necesidad de elevar sus tasas de interés de referencia con un doble propósito: (1) contener las presiones inflacionarias en la medida en la que el aumento de los precios de los insumos era trasladado al resto de la economía a través de aumentos en los costos laborales y (2) sostener el valor de sus monedas en respuesta a la apreciación del Dólar de los Estados Unidos. Entre estas economías, destacan Rusia, México, Chile, Perú, Costa Rica y Hungría.
El proceso sincronizado de elevación de las tasas de interés a nivel global debe alcanzar su punto máximo durante 2022 en la medida en la que se espera que la Reserva Federal de los EE.UU. realice hasta tres aumentos en su tasa de interés interbancaria este año. A pesar del aumento en las tasas de interés, el costo del dinero en términos reales debe permanecer cerca de sus niveles mínimos históricos -alcanzados durante abril de 2020- ya que el aumento en la inflación largamente ha superado los incrementos de tasas de interés.
De hecho, si observamos la diferencia existente entre las tasas de interés de corto y largo plazo, en muchos de los países que elevaron sus tasas de corto plazo notamos que solamente una fracción de esos aumentos fue trasladado a las tasas de interés de largo plazo. Esto sugiere que los mercados, que son los que las determinan, descuentan que el actual proceso de incremento de precios es transitorio. En línea con esta última idea, algunas de las principales economías del mundo no registraron un surgimiento tan pronunciado de los precios debido a que enfrentan factores estructurales deflacionarios. Por ejemplo, Francia, Suiza y Japón registraron en 2021 tasas de inflación de 2.1%, 0.6%, -0.2% respectivamente.
El punto máximo del ciclo de elevación de tasas de interés debe coincidir con el inicio de un nuevo proceso de relajamiento de las condiciones financieras a nivel global. De hecho, los primeros pasos en dicho proceso fueron ya adoptados por el PBOC, el Banco Central de China, que redujo sus tasas con el propósito de sustentar la recuperación, incluso luego de que el Índice de Precios al Productor creciera 8.1%, evidenciado el congestionamiento de las cadenas de suministro. Este aumento en el precio de los insumos no se transfirió al consumidor, el IPC solo sumó 0.9% en 2021. En el resto del mundo, este nuevo proceso de reducción de tasas deberá esperar a que las presiones inflacionarias se moderen. De acuerdo con el FMI, esto no debe ocurrir hasta 2023. Año en que se espera que la tasa de inflación global comience a converger hacia su nivel de largo plazo, cercano al 3%.