Escribe: Fernando Eguiluz, CEO de BBVA en Perú.
Esta popular pregunta que evoca a un programa televisivo la escucho cada vez más seguido en mis reuniones con clientes pyme. Y es una preocupación totalmente entendible en entornos de ralentización económica. En anteriores ocasiones, ya he tenido la oportunidad de contar acerca de un negocio de venta de agua embotellada, que inicié con un grupo de amigos cuando estábamos en la universidad. Fue una experiencia de mucho aprendizaje y logramos competir en el mercado frente a empresas de mayor fortaleza.
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Durante esa experiencia como pequeño empresario, una de las cosas que más nos costó fue acceder a fuentes de financiamiento.
Casi treinta años después, en las visitas que he realizado por diversos emporios comerciales que hay en el Perú, encuentro una situación muy similar a la que viví en ese momento en México.
Frente a nosotros hay una gran oportunidad de lograr dos cambios fundamentales: impulsar la bancarización y combatir la informalidad que existe en el país que, de acuerdo a cifras oficiales, afecta a más del 70% de la población trabajadora.
Algunos podrían decirme: “Fernando, ¿y los bancos no pueden hacer algo?”. Por supuesto, somos los primeros interesados en apoyar con el financiamiento y la bancarización de más peruanos como lo venimos haciendo actualmente, pero el esfuerzo privado no siempre es suficiente para atender la demanda en un gran país de emprendedores como es el Perú.
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Es aquí donde podemos buscar una respuesta a la pregunta que encabeza este artículo en los programas gubernamentales de apoyo al emprendimiento.
Si observamos lo que sucede en la región, encontraremos que hay países como México y Colombia, con características socioeconómicas muy similares al Perú, que están aplicando los programas gubernamentales de apoyo de una manera continua a través de organismos nacionales que ofrecen productos y servicios financieros a las pequeñas y medianas empresas en colaboración con el sistema financiero.
Por ejemplo, en México podemos destacar el caso de Nacional Financiera (NAFIN), que trabaja junto con las entidades bancarias para ofrecer líneas de crédito y financiamiento que se canalizan a las pymes como capital de trabajo, adquisición de activos fijos o financiamiento de exportaciones e importaciones.
Además, la NAFIN también ofrece créditos garantizados para que las entidades financieras puedan otorgar créditos a pymes con mayor seguridad y menos requisitos colaterales. También ofrecen en conjunto servicios de capacitación y asesoría empresarial a emprendedores, para mejorar su capacidad de gestión y competitividad.
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Por otro lado, el Banco Nacional de Comercio Exterior (Bancomext) también trabaja junto a las entidades del sistema bancario un financiamiento conjunto a empresas mexicanas, así como un programa de garantías compartidas, facilitando que más pymes puedan acceder a financiamientos en condiciones favorables.
En Colombia existe el Fondo Nacional de Garantías (FNG), que actúa como un intermediario que ofrece garantías parciales a las instituciones financieras, reduciendo el riesgo que asumen al otorgar créditos. Una labor similar realiza el Fondo Agropecuario de Garantías (FAG), que está enfocado en apoyar a los productores agrícolas y pecuarios.
El Perú ya tiene una experiencia muy reciente con este tipo de programas, como Reactiva Perú o Impulso Myperú, que, en general, han dado buenos resultados para facilitar la reactivación económica de las empresas.
Instituciones como COFIDE han demostrado reconocida capacidad para implementar los programas mencionados anteriormente. El detalle es que esos programas no son continuos y se activan solo bajo circunstancias puntuales. Eso no sucede en México o Colombia, donde los programas de apoyo tienen carácter permanente.
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Para entender mejor la importancia de desarrollar este tipo de programas continuos (es decir, sin considerar Reactiva Perú ni Impulso MyPerú), es necesario revisar su magnitud con datos clave. Así, la cartera de COFIDE, en comparación con el PBI peruano, se estima en 0.7%; mientras que en México es el doble (1.4%) y en Colombia casi el triple (2.6%). En tanto, en relación al sistema financiero peruano, la cartera de COFIDE es el 1.5%, que contrasta en la comparación realizada con México (3.3%) y Colombia (5.8%).
Sabemos que fortalecer el segmento pyme es muy importante para el crecimiento de nuestros países, porque no solo son los principales proveedores de las grandes empresas, sino que también generan empleo y le dan movimiento a la economía. Potenciar su desarrollo a través de este tipo de programas constituye una buena práctica que está funcionando muy bien en países cercanos.
No esperemos que las pymes sigan preguntando quién podrá defenderlas o ayudarlas a crecer y salir adelante. Está claro que no aparecerá un héroe a rescatarlas, sino que esa es una misión en la que todos, empresa privada y sector público, podemos trabajar de la mano para activar mecanismos que ayuden al desarrollo y progreso del tejido empresarial más relevante del país.
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