Periodista
En política no hay “difuntos”, ni acercamientos o alejamientos definitivos.
La prueba más cercana y clara de ello es este gobierno. Verónica Mendoza y Vladimir Cerrón se han abrazado, aliado, atacado y distanciado muchas veces; y a pesar de todo lo dicho por el secretario general de Perú Libre contra la excandidata presidencial y viceversa, no han tenido problemas en unirse otra vez, ahora alrededor del gobierno del actual presidente.
Lo mismo ocurrió entre Vladimir Cerrón y el actual primer ministro. Se han atacado, se han sacado públicamente todos los “trapitos al sol”, y se han dicho de todo. Pero luego han coordinado y trabajado juntos.
Pedro Castillo y Verónica Mendoza se han dicho de todo en la campaña; luego se han unido –con Cerrón incluido- al inicio de este gobierno; se han alejado a la mitad, y ahora se escuchan críticas con cierta benevolencia, pero no se odian.
En estos once meses, en varias oportunidades –en las que Cerrón amenazaba o atacaba al mandatario por Twitter- se ha afirmado e informado con contundencia y total seguridad sobre la “ruptura” y el distanciamiento definitivo entre Pedro Castillo y Vladimir Cerrón. Sin embargo, a los pocos días se informaba sobre la comunicación entre ellos, o sobre una nueva visita de Cerrón a Palacio de Gobierno. Para nosotros, es difícil hablar de un distanciamiento o ruptura definitiva. Y esto porque un gobernante desesperado y asustado, y un secretario general de un partido político al que le cayó del cielo una elección presidencial, siempre están dispuestos a cualquier cosa con tal de mantener o recuperar la cuota de poder, o evitar las investigaciones o la vacancia que los lleve, eventualmente, a la cárcel.
Hoy las cosas parecieran haber escalado un poco más (relevo de ministros “cerronistas”, votos para la censura de ministros, pedido de renuncia al partido que finalmente se concretó ayer), pero hay varios aspectos que contemplar. Pedro Castillo se encuentra cada vez más solo y entre dos fuegos: el que lo ve como un gobernante inepto, incapaz, ignorante y corrupto; y el que lo ve como un traidor por haber renunciado a las acciones maximalistas y radicales ofrecidas en campaña. En una situación desesperada, ¿a qué brazos se va a echar?
Si se aprueba cualquier denuncia contra la vicepresidenta y ella deja el cargo, los votos de Perú Libre serían determinantes para sostener a Pedro Castillo, y la capacidad de negociación de la bancada y de Perú Libre (léase Cerrón) crece. Pensar en que Perú Libre votaría por una vacancia de Castillo dejando en el cargo a Dina Boluarte y a sus enemigos “caviares”, es algo arriesgado. A Vladimir Cerrón le conviene hoy –“estratégicamente”- tomar distancia del Gobierno para tratar de atraer el voto de ese sector radical que en este momento se encuentra frustrado por la “traición” del presidente, y así encarnar nuevamente la bandera radical con miras a las elecciones regionales y municipales. Cerrón y Perú Libre deben creer que pueden tener mejores opciones alejándose y pidiéndole la renuncia al presidente.
¿Y el presidente qué piensa?, difícil saberlo. ¿Por qué la “renuncia” se da en términos muy tranquilos, incluso con afirmaciones como que lo va a pensar? Si la cosa hubiese sido muy confrontacional, ni lo hubiera pensado, es más, él mismo se hubiese ido o no hubiera esperado un segundo en contestar.
No decimos que todo está armado y que no hay distanciamiento. Lo que decimos es que esta parece una pelea más. Alguna vez dijimos aquí que la relación entre el presidente y Cerrón era como la de un matrimonio o una familia disfuncional, en donde se producen conflictos continua y regularmente, pero al final todos terminan acomodándose, negociando o arreglándose. Seguimos pensando lo mismo.