Carolina Trivelli, Economista del IEP
Hace más de 15 años, Cofide viene promoviendo un esquema de organizaciones locales de ahorro y crédito, las llaman Unica (uniones de ahorro y crédito). Son grupos de ciudadanos, sobre todo en el medio rural, que se organizan y generan un esquema de inversión y ahorro que luego les ofrece préstamos. No es una idea novedosa, se ha implementado –con variantes– en varios lugares, pero es un medio efectivo de llevar inclusión financiera a ámbitos donde escasea la presencia de entidades financieras formales.
En Cajamarca, la propuesta de las Unica ha escalado. Gracias a una alianza entre Cofide y una entidad local (Asociación Los Andes, ALAC) con recursos de la empresa Newmont, hoy en Cajamarca rural hay 289 Unica funcionando y otras 260 en proceso de creación. Las 289 que operan hace algunos años ya tienen un capital (en conjunto) de más de 13 millones de soles y trabajan con cerca de 5,000 cajamarquinos y cajamarquinas (56% son mujeres). El capital de estas 289 lo han generado los socios de cada Unica, a partir de sus aportes iniciales y de las ganancias que han ido generando. Juntos, el Estado –Cofide– y el sector privado han promovido, capacitado, acompañado y cuidado el proceso, pero son los socios de las Unica los que han puesto el capital.
El impacto de las Unica es por supuesto notorio en el uso de instrumentos financieros por parte de sus miembros –ahorran, prestan y se prestan, invierten– y en el nivel (alto) de capacidades financieras que exhiben sus miembros. Recordemos que, de acuerdo con la Superintendencia de Banca y Seguros y CAF, en el 2022, solo el 13% de peruanos contaban con una educación financiera en nivel alto. De hecho, en el 10% de peruanos rurales que alcanzan este nivel alto están los miembros de las Unica de Cajamarca.
Pero, el impacto de estas organizaciones comunitarias va mucho más allá. Con estas Unica se han financiado emprendimientos en la zona rural, como plantaciones de cultivos de alto valor (fresas, arándanos, rosas) y crianza de animales (ovejas, cuyes, gallinas ponedoras), negocios asociados a la industria láctea de la zona (queserías, plantas de yogurt) y a la artesanía (tejidos, telares, cerámica), que han permitido la creación de puestos de trabajo, mejoras en los ingresos de las familias y el crecimiento de nuevos negocios rurales.
Pero aún hay más. Las Unica han despertado y financiado a una generación de empresarios y empresarias rurales que, con su propio dinero, están invirtiendo y creciendo. Vilma Soto, una de las 13 socias de una de esta Unica, tiene hoy un lavadero de carros (un ‘car wash’ como ella dice). Lavan desde motos y mototaxis hasta camionetas, combis y autos. Son solo mujeres, se ríen juntas, se capacitan para hacer cada vez mejor su trabajo y les va bien. Están orgullosas de su negocio, de tener una fuente de ingresos propia, de generar empleo y de manejar adecuadamente sus finanzas (ahora de forma digital gracias a una computadora donde llevan los libros de su Unica).
Estas organizaciones, de pequeña escala, locales, armadas a partir de recursos de sus socios, han potenciado los negocios locales, han empoderado a los ciudadanos, a las socias en particular, y han contribuido a generar comunidades y familias más resilientes, prósperas y con mayores capacidades financieras. Es decir, han logrado los beneficios que se esperan de la inclusión financiera.
Pero, ¿por qué no hay más de estas organizaciones si son tan potentes? Porque requieren un proceso sostenido, especializado y sofisticado de capacitación y acompañamiento durante un periodo de al menos de tres años. Porque alguien tiene que pagar por este acompañamiento y no es fácil encontrar a quien lo haga.
Las Unica tienen todavía desafíos Unica enfrentar para seguir creciendo y para masificarse, pero sobre todo tienen que construir una ruta que les permita una relación con el sistema financiero formal que añada a sus éxitos mecanismos de manejo de riesgos, más herramientas financieras, sistemas de pagos, nuevas oportunidades de inversión y mucho más. Hay una oportunidad de sostenibilidad y escalabilidad en esa articulación.
La semana pasada en Cajamarca se organizó un encuentro de Unica con la participación de varios miles de socios de estas entidades (los organizadores calcularon cerca de cuatro mil asistentes). Allí compartieron sus experiencias y mostraron a quienes están creando nuevas Unica su potencial. Para el observador de fuera fue una oportunidad excepcional ver el poder transformador de la inclusión financiera –incluso en contextos de alta pobreza y ruralidad– y el apetito de ir por más de los y las orgullosas socias.
La inclusión financiera no resuelve todos los problemas, pero sí trae progreso, nuevas oportunidades y empodera, como nos muestran los socios y socias de las Unica en Cajamarca.