IEP/Hacer Perú
La presión causada por las cuarentenas durante la pandemia, la creciente digitalización, varias medidas de políticas públicas -pago de bonos a través del sistema financiero y la creación de cuenta DNI- y la alta penetración de teléfonos móviles e Internet han permitido que en el Perú el acceso y uso de servicios financieros crezca en los últimos años, incluso en los segmentos que tradicionalmente han enfrentado las mayores exclusiones en el uso de estos servicios. Según la encuesta global Findex (Banco Mundial), entre el 2017 y 2021 pasamos de 43% de adultos con al menos una cuenta a más de 57%.
Hay vientos que soplan a favor de la inclusión financiera en nuestro país. Destaca -y se agradece- la reciente normativa del Banco Central de Reserva que exige que las billeteras móviles sean interoperables, por ejemplo. Pero hay más, desde el lado de los propios intermediarios se registra una creciente atención al objetivo de cerrar brechas, de género por ejemplo, que se traduce en nuevos productos y servicios, mejores diseños, innovadoras formas de relación y en una oferta de servicios complementarios para sus clientes.
También contribuye a una mayor inclusión financiera la creciente expansión de las redes de pagos digitales, tanto por la presión de los consumidores para que vendedores de productos y servicios los adopten, como por el trabajo de distintos operadores de pagos para ampliar la cobertura de los servicios de pago digitales, sea con un POS (point of sale) o con códigos QR y billeteras móviles.
Estamos, además, viendo más y mejores programas de educación financiera: el ente regulador con sus programas para escolares, los propios intermediarios para los segmentos con los que trabajan y, recientemente, el lanzamiento de Finanzas Al Toque de Asbanc.
Desgraciadamente, también enfrentamos vientos en contra y con ello el impulso hacia una mayor inclusión financiera parece estarse moderando. En el índice de inclusión financiera de Credicorp, el Perú avanzó muy poco en el último año. Pasamos de 37.9 puntos a 39.8 en su escala entre 0 y 100, mientras que en conjunto los ocho países analizados pasaron de 38 a 44. Esta ligera mejora en el índice para Perú se explica sobre todo por el avance en la dimensión de acceso y el estancamiento en la dimensión de uso de servicios financieros.
Los anuncios sobre cobros de comisiones en cuentas de ahorros con saldos de bajo monto, los intentos de limitar el uso de tarjetas de otros intermediarios para el pago de deudas en una entidad financiera (intento que no prosperó gracias a la acción del regulador) o los altos y variados cobros por transferencias entre entidades financieras, le juegan en contra a la inclusión financiera. Este tipo de medidas son las que confirman la desconfianza que tienen los usuarios respecto del sistema financiero. Ningún intermediario financiero debería jugar en contra del esfuerzo conjunto a favor de la inclusión financiera.
En esa línea, juega también en contra la renovada y difundida práctica de varios establecimientos de exigir el pago de un porcentaje adicional si el cliente paga con tarjeta. Parece que hemos vuelto a olvidar que tratamos de reducir el uso de efectivo.
Otro asunto que frena los avances es la creciente percepción de fragilidad de los sistemas digitales que ha puesto en alerta a muchos ciudadanos. Las personas estamos cada vez más asustados con la posibilidad de ser una víctima de robo de identidad, filtraciones de datos personales, robo de información de tarjetas y cuentas, suplantaciones de identidad, etc. Sin ciberseguridad, sin una noción certera de protección digital, los ciudadanos tienden a resguardarse en lo que consideran más seguro -así no lo sea- que en este caso es el uso de efectivo, el ahorro y el crédito informal.
Finalmente, no hay nada más negativo para la inclusión financiera que periodos de alta inflación. Con niveles de inflación superiores al rango meta por periodos prolongados, los ahorristas ven reducir el valor de sus recursos y los prestatarios encarecerse los créditos; con ello, el sistema financiero pierde atractivo.
La inclusión financiera es una necesidad. Todos los ciudadanos necesitamos tener acceso a, y poder usar servicios financieros de calidad, confiables y adecuados a nuestras necesidades. Todos debemos poder estar conectados a través de la red financiera nacional. Eso nos permite tomar mejores decisiones, nos protege, nos permite enfrentar mejor las situaciones de crisis y aprovechar las oportunidades económicas que se nos presenten. Lograr un país con más inclusión financiera es bueno incluso para los que ya estamos incluidos financieramente. La inclusión financiera trae crecimiento económico y reduce la desigualdad. Tenemos que apostar por más vientos a favor y evitar y/o mitigar todo lo que juega en contra.