
Escribe: Carlos E. Paredes, economista de Intelfin Estudios y Consultoría
1. Hace algunos años, un gran amigo sufrió un “secuestro express”. Saliendo de una panadería un sábado por la mañana, fue interceptado y forzado a entrar a una camioneta. En las siguientes horas, personal especializado negoció con los secuestradores el monto del rescate y la familia se movió rápidamente para reunirlo. Fue liberado a las pocas horas. Roberto, el amigo en cuestión, se pegó un gran susto; nunca regresó a la panadería y cambió sus hábitos a fin de evitar un nuevo secuestro. Fin de historia.
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2. Pasemos ahora a otra historia: el secuestro ficticio del MEF perpetrado por Petroperú y los rescates reales que venimos pagando todos los peruanos.
3. En repetidas ocasiones, hemos escuchado de parte de autoridades, autodenominados especialistas y voceros de diferentes grupos de interés que “Petroperú no puede caer”. Supuestamente, se trata de una empresa estratégica, que ofrece combustibles más baratos y asegura el abastecimiento en zonas donde los privados no están dispuestos a operar. Estos son los principales argumentos que explican el “secuestro” que viene sufriendo el MEF y que justificarían los rescates que venimos financiando desde hace más de tres años todos los peruanos.
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4. Sin embargo, este secuestro es ficticio. La verdad es que Petroperú hoy vende más caro que los productores o comercializadores privados. Su participación de mercado cayó de cerca del 50% hace cinco años a menos de la mitad en la actualidad, sin producirse desabastecimiento alguno en el mercado nacional. Si el problema es abastecer a poblados alejados, la alternativa de que lo haga la empresa privada que requiera el menor subsidio en un concurso transparente nos costaría mucho menos que la actual opción de subsidiar y validar la pésima gestión de Petroperú.
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5. Los datos son contundentes: el supuesto secuestro del MEF no tiene sustento. Pese a ello, Petroperú viene solicitando un nuevo y multimillonario rescate. El hueco financiero de la petrolera estatal se agranda día a día, mientras su participación en el mercado se reduce progresivamente. La crisis financiera se ve magnificada por la funesta gestión de la empresa. En el frente de la producción, no se logra operar adecuadamente la nueva refinería y se desinforma sobre la situación real de la misma. En el campo comercial, la desacertada gestión de precios y descuentos ha beneficiado a la competencia. En el terreno financiero, no hay proyecciones confiables y la gestión del capital de trabajo es calamitosa. Más importante aún, en materia de gobierno corporativo, la transparencia y la rendición de cuentas brillan por su ausencia.
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6. Al MEF, a diferencia de Roberto del primer párrafo, pareciera gustarle sentirse secuestrado, tanto así que ni siquiera se pregunta si el supuesto secuestro es real. Por eso, pronto le otorgaría un nuevo rescate a esta empresa pésimamente gestionada y, encima, recurriendo a la figura de un D.U. claramente inconstitucional. A diferencia del caso de Roberto, parece que no queremos ponerle fin a esta onerosa y vergonzosa historia.
