Economista y docente de la Escuela de Posgrado de la Universidad Continental
1. El domingo pasado asistí a un almuerzo en que el anfitrión terminó su brindis diciendo: “Por último, no puedo concluir sin antes agradecer al Dr. Aníbal Torres por haber facilitado este inesperado pero bienvenido desenlace. Gracias Dr. Torres y también Sr. Castillo, gracias por habernos ahorrado más desgaste y sufrimiento innecesarios; gracias por haber transparentado su falta de escrúpulos y de convicciones democráticas, gracias por haber cerrado de una manera tan anecdótica y pacífica un nefasto periodo de desgobierno y corrupción. ¡Gracias y salud!”.
2. Aliviados, los peruanos acabábamos de comprobar que nuestras instituciones, a pesar de su fragilidad, habían estado a la altura de las circunstancias en las horas críticas del pasado 7 de diciembre. Todas ellas –el Tribunal Constitucional, el Congreso de la República, el Poder Judicial, la Junta Nacional de Justicia, el Ministerio Público, las Fuerzas Armadas y Policiales, la Defensoría del Pueblo y muchas otras de la sociedad civil– habían rechazado rápidamente el intento de golpe de Estado y defendido con inusitada eficacia la Constitución. Las instituciones democráticas habían vencido, sin derramar una gota de sangre.
3. Horas antes de la votación para su vacancia, en su último acto como presidente constitucional de la república, Pedro Castillo anunció su decisión de disolver el Congreso y convocar a elecciones para un nuevo Congreso con facultades constituyentes que debía elaborar una nueva Constitución en un plazo máximo de nueve meses. ¡El sueño de la asamblea constituyente recargado! El anuncio tomó por sorpresa a todos y generó un rechazo mayoritario e inmediato, incluso entre aquellos que tenían en su agenda política la convocatoria a una asamblea constituyente. La contundente respuesta de las instituciones democráticas también tomó por sorpresa a las fuerzas políticas radicales, quienes se han dado cuenta que han perdido el poder y la posibilidad de perpetuarse en él.
4. Frente a esto, los grupos radicales han optado por lanzar una fuerte contraofensiva y están generando el caos alrededor del país. No dudan en sacrificar vidas ajenas –incluso las de menores de edad– para lograr su fin. Aparentemente, para estas fuerzas antidemocráticas, todos los que no nos sometemos a ellas somos sus enemigos: la derecha, los caviares, los empresarios, las instituciones de la democracia, incluyendo las fuerzas del orden, Dina Boluarte, su gobierno... En su desvarío y desesperación, incluso piden la restitución del golpista Castillo.
5. Si algo nos están demostrando los que hoy tratan de implantar el caos para imponer su voluntad sobre nosotros es que efectivamente nos consideran sus enemigos, y que el ordenamiento legal y la coexistencia en paz y libertad les vale poco, casi nada. ¿Y nosotros, los consideramos nuestros enemigos? ¿Actuamos de manera coherente para defendernos? ¿O preferimos negar el problema y evadir las decisiones duras que hay que tomar?
6. El pasado 7 de diciembre, un error mayúsculo e imperdonable de los cuestionados personajes que estaban en el poder, nos abrió las puertas para terminar con lo que ha sido uno de los peores gobiernos de nuestra historia, caracterizado por la corrupción, la incapacidad y la desvergüenza. Hoy, nos corresponde defender la democracia del ataque liderado por aquellas mismas fuerzas que estaban socavando nuestras instituciones desde el desgobierno de Castillo o en alianza con el mismo.
7. El Gobierno de Dina Boluarte tiene que restablecer el orden e imponer la ley; esa es la primera tarea de cualquier gobierno. Para lograr esto tiene que identificar quiénes son sus enemigos y quiénes sus potenciales aliados. Atrás, muy atrás, quedó su alianza con Cerrón y Perú Libre; ahora los tiene al frente, empeñados en que ella fracase, también los tiene infiltrados en el aparato estatal y, probablemente, en el gabinete ministerial. ¿Cómo puede ser exitosa en la batalla si se duerme con el enemigo? ¿Si comparte información estratégica con representantes de quienes buscan que ella fracase?
8. El costo económico del desorden prolongado –agudizado en los últimos días– es muy grande y podría incrementarse significativamente. La inestabilidad incrementa la percepción de riesgo y disminuye la inversión, con la consecuente menor generación de puestos de trabajo y menores salarios para los trabajadores. La inseguridad incrementa los costos, genera pérdidas y disrumpe la producción, no solo de empresas grandes, como las que fueron atacadas esta semana, sino también de los cientos de miles de microempresarios cuya actividad también se ve afectada directa o indirectamente por el vandalismo, el miedo y la contracción del gasto privado.
9. Sra. Boluarte: los peruanos necesitamos con urgencia que gobierne, que imponga el orden y haga cumplir la ley. Usted puede pasar a la historia no solo como nuestra primera presidenta, sino como la peruana que fortaleció la democracia y restableció las condiciones para el progreso de la mayoría de los peruanos.