Universidad del Pacífico
Si uno observa las cifras económicas que se van revelando en las últimas semanas vemos que la situación económica no venía nada mal. El rebote observado en el primer semestre a pesar del primer episodio de incertidumbre política indicaba que la economía venía recuperándose bien. Por otro lado, si uno mira los niveles de recaudación incluido el mes de julio se observa que esta se ha recuperado incluso por niveles superiores al año 2019. Sin embargo, vemos que el precio del dólar se ha incrementado significativamente, fenómeno que no es exclusivo de la región, pero que en el Perú ha sido importante. Por otro lado, se estima que han salido entre 12,000 y 15,000 millones de dólares como una forma de preservar la riqueza de muchas personas.
Como vemos, la economía venia muy bien, la recaudación también aumenta, lo que es signo de la recuperación económica y los buenos precios de los minerales. Por otro lado, el presupuesto que se ha presentado al Congreso de la República muestra señales de responsabilidad en medio de la emergencia de la crisis, lo que es una muestra del compromiso del MEF con la estabilidad y sostenibilidad fiscal del país.
Como vemos, las señales en general son buenas. Sin embargo, se percibe una sensación de desasosiego en muchos agentes económicos que han decidido parar inversiones y sacar el dinero del país hasta ver cómo se estabiliza la situación. Aquí entra la historia. En el Perú hemos vivido dos experiencias desastrosas desde el punto de vista económico que están asociadas a gobiernos de izquierda. La primera fue el gobierno militar de la primera década de los 70. Recordemos que en esa ocasión se dieron una serie de estatizaciones que llevaron a una mayor presencia del Estado, el endeudamiento externo del Estado creció de manera exponencial y se llevó a cabo el experimento de la industrialización vía sustitución de importaciones, que fue un desastre que nos tenía condenados a productos a altos precios y de baja calidad. Esto queda en la memoria de muchos peruanos y existen muchos libros y estudios que muestran lo negativo que fue transitar dicho sendero.
La segunda experiencia fue el primer gobierno del presidente García, en donde el populismo económico generó fuertes desequilibrios macroeconómicos, una mayor presencia del Estado y la inflación más alta que se registre en la historia económica en los doscientos años de vida republicana.
Estas experiencias nos han marcado porque nos costaron mucho como país, generaron más pobreza y hambre y perdimos el camino del crecimiento económico. El país se empezó a reconstruir en términos macroeconómicos (y otros también) desde la última década del siglo pasado y nos ha costado treinta años obtener la estabilidad de la que gozamos ahora y que sigue dando muestras de fortaleza.
Esto es algo que debemos tomar en cuenta en el debate. Al ganar las elecciones un gobierno de izquierda, esos son los miedos que se activan que parecen haber detenido algunas inversiones y hacer que muchas personas hayan tenido a las llamadas Family Offices muy ocupadas trasladando dinero al exterior. Los agentes económicos tienen muy vivas las experiencias pasadas y creen que un nuevo gobierno de izquierda va a terminar con los mismos resultados. Hasta ahora no se ve un activismo que nos haga pensar en políticas populistas, pero la gente sigue con los mismos miedos. Eso es lo que se llama una profecía autocumplida. Si la gente cree que las cosas van a estar mal, terminarán yendo mal. Para evitar ello y hacer que la recuperación económica se continúe observando se necesita que no haya anuncios (que en muchos casos pueden ser aislados) que nos lleven a pensamientos catastróficos. La parte política es muy importante ahora y no podemos ignorarla como se hacía antes con la hipótesis de las cuerdas separadas.