Escribe: Luis Arias Minaya, economista
Días antes de cumplir un año en el cargo, el ministro José Arista fue relevado en el timón del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF). Al igual que la salida de su antecesor Alex Contreras, la salida de Arista no causó sorpresa porque su remoción era solicitada por varios sectores, aunque por diversas razones.
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En primer lugar, sectores técnicos como el Consejo Fiscal le cuestionaron no solo el incumplimiento de la regla fiscal por segundo año consecutivo pese a que a inicios de su gestión se había comprometido a cumplirlas y que a mediados de año pasado había modificado las metas del déficit fiscal al alza, sino también el incumplimiento de la regla de gasto, el cual creció más de lo permitido. El Consejo Fiscal, en un reciente comunicado, enfatizó que es la primera ocasión en que se incumple la regla del déficit fiscal por dos años consecutivos y que dicho incumplimiento ha ocurrido en un contexto externo favorable y en ausencia de choques negativos no anticipados.
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En segundo lugar, los gobiernos regionales habían solicitado a la presidenta Dina Boluarte la salida de Arista, argumentando falta de atención a sus demandas y necesidades. Ciertamente, el ministro se reunió hace pocos días con la Asamblea Nacional de Gobiernos Regionales (ANGR) habiendo acordado elaborar una agenda de reuniones bilaterales con cada uno de los 25 gobernadores para la atención y agilización de sus proyectos.
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En tercer lugar, ciertos sectores empresariales venían cuestionando al ministro el incumplimiento de las metas del déficit fiscal, aunque reconocían sus esfuerzos por haber retomado el crecimiento de la economía. A Arista se le pedía que se opusiera con mayor firmeza a la farra fiscal del Congreso.
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Finalmente, en octubre pasado algunos grupos parlamentarios habían buscado censurarlo pidiéndole responder sobre diversos temas, entre los cuales estaba la situación financiera de Petroperú. Dicha moción no prosperó.
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Lo cierto es que desde que tomó el mando del MEF, el ministro Arista enfrentaba varias “papas calientes”. La primera de ellas era la recuperación del crecimiento económico, su reto era que el rebote, que ya se observara cuando asumió su cargo, se traduzca en una reactivación sostenida; la segunda era la del propio déficit fiscal, cuya causa principal era una caída de ingresos y no tanto un aumento de los gastos, por ello debía asegurar también una conducción eficaz en la Sunat, designando personas idóneas para el cargo; la tercera, la quiebra de Petroperú, un barril sin fondo que succiona dinero de los contribuyentes; y la cuarta el sobreendeudamiento de la Municipalidad de Lima.
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Con respecto al crecimiento, Arista logró que el PBI se recuperara y creciera ligeramente por encima del 3%. El MEF y el BCR coinciden que la economía habría crecido 3.2% en el 2024, con un PBI no primario creciendo a tasas superiores al 4% en el segundo semestre.
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En cambio, tuvo que sacrificar el déficit fiscal, optando por un aumento significativo de la inversión pública para apuntalar el crecimiento. Respecto a la recaudación, no pudo contener su caída por segundo año consecutivo. Durante su gestión se tuvo tres jefes de la Sunat, algo inusual en dicho organismo.
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Durante su permanencia el MEF realizó dos rescates a Petroperú y contribuyó a designar a un directorio con expertos independientes, que luego no pudo sostener. El “forado” de la petrolera estatal fue uno de los factores para el crecimiento del déficit fiscal.
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Por último, tuvo una pugna con el alcalde de Lima por frenar el sobre endeudamiento lo que ha logrado a medias. Al inicio de su gestión aprobó un Decreto de Urgencia para detener el sobre endeudamiento, pero luego tuvo que retroceder. Finalmente logró introducir un artículo en la Ley de Endeudamiento elevando los requisitos para que la Municipalidad de Lima continúe emitiendo bonos.
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A José Arista lo reemplaza José Salardi, economista de la Universidad Nacional de San Marcos con posgrado en administración, actual director de ProInversión. Tiene como logro haber logrado la adjudicación de 16 proyectos en asociaciones público privadas (APPs) que comprenden una inversión futura de US$ 9,000 millones, el monto más alto de la última década, en donde destaca el Anillo Vial Periférico (US$ 3,396 millones).
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Salardi fue ministro de la Producción por unos pocos meses en el 2020 y ha ocupado otros cargos públicos, pero ninguno en el sector economía y finanzas. Su perfil es el de un administrador, pero no el de un macroeconomista, a diferencia de buena parte de sus antecesores desde el 2004.
Su principal reto será reducir el déficit fiscal, lo que será posible de manera transitoria en el 2025. Esto se debe a que en el primer cuatrimestre de este año el fisco tendrá ingresos extraordinarios por la amnistía tributaria que impulsó Arista y por la regularización del impuesto a la renta principalmente de empresas mineras. Debido a estos ingresos extraordinarios, Salardi debería poder cumplir con la regla fiscal en el 2025, siempre que Petroperú no demande recursos adicionales y siempre que pueda contener las demandas de gasto del Congreso, de los gobiernos regionales y de sus propios colegas en el gabinete. Una buena señal sería sin duda que se comprometa con este cumplimiento al inicio de su gestión.
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Por otro lado, Salardi tendrá que navegar en “oleajes anómalos” como los que hemos tenido al inicio del 2025. En abril la presidenta Boluarte tendrá que convocar elecciones y a partir de allí el Congreso podrá prescindir de ella. A partir del segundo semestre la campaña electoral cobrará fuerza y la incertidumbre aumentará.
¿Podrá el nuevo ministro, experto en APPs, contener las demandas de gasto y lidiar con las turbulencias políticas?
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