(G de Gestión) Cuando entré a trabajar a la Bolsa de Valores de Lima en la década de 1990, una de mis ocupaciones fue ser operador de piso (o trader). En ese momento había cerca de 50 casas de bolsa operando, y en el “piso” llegamos a ser hasta 200 personas, de las cuales la gran mayoría era trader para alguna de esas casas. Toda la actividad se desarrollaba en pocas horas, y era un pandemonio. Había dos “ruedas”, o círculos de negociación, donde se juntaban los traders para “cantar” (o gritar) la intención de compra o venta de tal o cual papel, y a qué precio. Así se negociaba, y se generaba un mercado muy potente, robusto, dinámico, activo, entretenido, con historias que contar todos los días. Casi siempre había alguien dispuesto a comprar a un precio, hasta por las acciones más ilíquidas. Y, como no había mercado de shorts (o cortos) todo el día, las personas de ventas (en las oficinas) llamaban a sus clientes para ver si querían vender y cerrar las operaciones.