
Escribe: Jorge Beingolea, Vicepresidente de Soluciones de Portafolio de Credicorp Capital
(6 de marzo) Al 4 de marzo, las acciones europeas han rendido 11.4% en lo corrido del 2025, superando a la bolsa global por 10.7%. Si bien, luego de más de una década de pobre desempeño relativo, lo deprimidos que venían el sentimiento y las valorizaciones de la bolsa europea hacían factible un repunte marcado de corto plazo, vale la pena tratar de entender el trasfondo de este performance para dilucidar cuán sostenible puede ser en horizontes más extensos.
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¿La bolsa europea puede seguir al alza?
La economía europea se vio perjudicada durante un largo tiempo por un deterioro de la productividad, luego de la crisis financiera global (2008-2009) y la crisis de deuda soberana europea (2010-2012), las cuales generaron directa e indirectamente una fuerte caída en los niveles de inversión en investigación y desarrollo en el continente. Después de estas crisis, el sector privado se vio en la necesidad de aligerar sus hojas de balance, lo cual llevó a menos consumo e inversión durante varios años. Asimismo, el aumento en la cartera morosa de los bancos y la necesidad de fortalecer sus ratios de capitalización llevó a que los estándares crediticios se endurecieran; esto es particularmente sensible para Europa dado que los mercados de capitales son fragmentados y poco profundos, lo cual lleva a que el 70% de la deuda corporativa esté en los balances del sistema bancario (como referencia, en EE. UU. es solamente 26%).
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Para empeorar las cosas, el aumento en el ahorro del sector privado no pudo ser compensado con una política fiscal contracíclica; los países con problemas de sostenibilidad de deuda (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España) se embarcaron en un programa de ajuste fiscal multianual, mientras que Alemania limitó constitucionalmente los niveles de déficit fiscal con los que podía operar. Por último, hace 3 años la invasión de Rusia a Ucrania llevó a que los precios de la energía suban notablemente; el aumento no ha terminado de revertirse, lo cual ha impactado negativamente en los márgenes corporativos y, por ende, también en la confianza para invertir.
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Este complicado entorno estructural llevó a que el PBI per cápita de la Eurozona se vaya rezagando frente al de otros países desarrollados (en particular, EE. UU.) y el sentimiento hacia la renta variable europea se deteriorara progresivamente. De esta forma, el ratio precio/utilidad del índice MSCI Europa hoy está 35% por debajo del mismo ratio del S&P 500. Así, la valla para que Europa genere sorpresas positivas entre los inversionistas se volvió baja, lo cual se ha combinado con la aparición de distintos motivos que alientan el optimismo. Para empezar, el desapalancamiento del sector privado se ha completado, lo cual se combina con la renovada fortaleza patrimonial de los bancos para pensar en un repunte del ciclo crediticio.
Asimismo, el nuevo gobierno en Alemania genera expectativa respecto a un relajamiento en la rígida disciplina fiscal vigente durante los últimos 15 años. Por último, la probabilidad de una tregua entre Rusia y Ucrania sugiere una caída adicional en los precios de la energía y un impulso a los márgenes y confianza corporativos.
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Si bien existen riesgos coyunturales -en particular, la amenaza de que Donald Trump aplique aranceles agresivamente a la Unión Europea, que tiene un amplio superávit comercial con EE. UU.-, la situación vista un poco más a distancia hace pensar que el desempeño de la bolsa europea puede destacarse a largo plazo.
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