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Riesgos Mundiales: Acomodándose a un nuevo escenario

Por Álvaro Ortiz Vidal-Abarca Economista Jefe de la Unidad de Análisis Transversal de Economías Emergentes del BBVA Research

Con el primer trimestre ya cerrado, los inversores continúan ajustando las carteras internacionales. La reasignación de activos viene determinada por un crecimiento económico desigual, expectativas de política monetaria divergentes y un aumento del riesgo geopolítico mundial.

El mundial sigue siendo desigual. En EE.UU., los datos de actividad y empleo apuntan a que este año los tipos de interés comenzarán a despegarse del suelo. En Europa, los últimos datos muestran una mejora, pero no lo suficiente para asentarse en la complacencia.

Grecia sigue arrojando dudas, mientras que en el norte de Europa la preocupación por el impacto del conflicto entre Rusia y Ucrania mantiene cierta alerta. En el mundo emergente, el crecimiento chino sigue mostrando datos que están lejos ya de los dos dígitos y en cifras no vistas desde hace dos décadas. Los exportadores netos de energía y materias primas se preparan a crecer con menores vientos de cola.

Los grandes Bancos Centrales mantienen expectativas divergentes y, en consecuencia, los tipos de cambio se han ajustado. Las expectativas de subidas de tipos de interés en EE.UU se han traducido en una apreciación generalizada del dólar frente a la mayoría de monedas desarrolladas y emergentes. Este efecto se ha reforzado frente al euro a medida que el BCE apuntala tipos de interés bajos por un prolongado periodo de tiempo. Las monedas emergentes comienzan a digerir menores diferenciales de tipos de interés y mayores primas de riesgo.

La FED seguirá marcando la pauta aunque los resultados globales de su política no deberían ser tan perversos como en episodios anteriores. La mejora de la comunicación verbal de la FED y los cambios que se han producido en los emergentes desde hace ya años deberían apoyar este escenario. La comunicación ha permitido que la subida de tipos lleve tiempo descontada por los analistas, mientras que los niveles que alcancen los fondos federales en un futuro serán más bajos que en episodios anteriores de acuerdo con las propias expectativas de los miembros de la FED. Gracias a ello, parte del efecto en los mercados emergentes ya se ha producido, como constata el ajuste de los flujos netos de cartera a estos países desde que se anunciara el principio del fin de la política ultra expansiva.

En los emergentes también se han producido mejoras desde hace ya tiempo. Los niveles de deuda son menores, los tipos de cambio son ahora flexibles y el endeudamiento en moneda extranjera es mucho más reducido que antaño. Europa del Este sigue constituyendo la excepción a este nuevo esquema, aunque el endeudamiento de sus familias y empresas es básicamente en euros y francos suizos.

Menos optimismo apunta la situación geopolítica mundial con focos de tensión que, en importancia y coincidencia, no se producían desde el final de la guerra fría. Aquí, en situaciones complejas de evaluar y con implicaciones a veces impredecibles, el mercado reaccionará acontecimiento a acontecimiento.

En Europa, el conflicto entre Ucrania y Rusia mantiene la atención de estrategas y analistas. Ucrania está al borde de la suspensión de pagos y sus problemas económicos pueden complicar aún más su ya difícil situación política. En Rusia, las sanciones y el precio del petróleo afectarán a la economía, si bien los efectos sobre la sociedad civil rusa, la oposición interna y un Gobierno altamente impredecible son difíciles de evaluar. En Oriente Medio, la lucha frente al Estado Islámico en Siria e Irak, su avance al Norte de África, la fragmentación e intervención de Yemen y el nuevo escenario tras el fin de las negociaciones de los países P5+1 con Irán ,configuran un escenario complejo y de difícil resolución a corto plazo.

Por último, la reacción de la sociedad civil a una crisis que ya se alarga en el tiempo puede arrojar una mayor incertidumbre. La respuesta puede ser más intensa en las calles o más inesperada en las urnas, no solo en Europa sino en Oriente Medio y el Norte de África. Al final, esto puede terminar por afectar al margen de política económica y al escenario macroeconómico en general.

En resumen, habrá que acomodarse al nuevo escenario y prestar atención no solo al entorno económico, sino al geopolítico.