Los test de estrés de la "banca griega:https://gestion.pe/noticias-de-bancos-griegos-13133, publicados recientemente, han mostrado una imagen preocupante de estas entidades: son un enfermo en estado crítico, pero podrán remontar. El BCE interpreta que la solvencia que proyecta para estos bancos a partir de 2016 en el escenario base es una prueba de que las entidades son viables y, por tanto, no hay que resolverlas, pero manifiesta su preocupación sobre su situación actual.
Y es que la crisis ha hecho mella sobre las cuentas bancarias. Mientras que en el examen de estrés al que les sometió el supervisor hace apenas un año sólo uno de los cuatro bancos suspendió, y además lo hizo por un margen mínimo, en esta ocasión todos ellos muestran necesidades de capital elevadas, que ascienden a 14,400 millones de euros en el peor de los escenarios. Y llueve sobre mojado, teniendo en cuenta que en los años previos ya les inyectaron 41,000 millones, aproximadamente el 23% del PIB del país.
¿Qué ha ocurrido desde entonces? En primer lugar, que operan en una economía que se ha deteriorado fuertemente durante el último año. En un entorno de elevada incertidumbre, la demanda de crédito para invertir en negocios, comprar viviendas o financiar consumo se ha reducido bruscamente. En lo que llevamos de2015, sólo se ha concedido un 40% del nuevo crédito que hubo en el mismo periodo de 2014, año que tampoco fue bueno. Los hogares y las empresas griegas están atravesando serias dificultades, lo que ha elevado la morosidad hasta el 45%. Además, a pesar del corralito se ha perdido un 26% de los depósitos, que sólo recientemente empiezan a retornar.
En segundo lugar, se están empezando a usar criterios contables más homogéneos internacionalmente. Por ejemplo, el adaptar la definición de morosidad a la de la Autoridad Bancaria Europea (la EBA, por sus siglas en inglés) es uno de los factores que explican que, en el ejercicio de estrés, la morosidad a junio de 2015 aumentara en 7,000 millones de euros, especialmente por el tratamiento de los préstamos refinanciados.
Y en tercer lugar, los requisitos mínimos han sido más exigentes en este ejercicio, atendiendo a la más grave situación.
El siguiente paso es la recapitalización de las entidades, en la que probablemente se implicarán fondos privados y públicos. En cuanto a los privados, las iniciativas de los bancos para vender sus filiales en el extranjero, canjear bonos por acciones o atraer a nuevos inversores tendrán previsiblemente un éxito limitado. En particular, los fondos obtenidos dependerán crucialmente de si las entidades tienen que ser nacionalizadas, lo que las haría menos atractivas.
Las autoridades han insistido en que la recapitalización tiene que ocurrir antes de final de año, lo que evitaría aplicar la normativa europea de absorción de pérdidas que entra en vigor en 2016 y que intervenga el Fondo Único de Resolución. Así, podría cumplirse la afirmación del supervisor europeo de que los depositantes no van a asumir pérdidas, lo que es comprensible en un país donde casi todos los depósitos provienen de familias y pymes y donde sólo ahora se están empezando a recuperar de una fuga de capitales masiva. Sí que asumieron pérdidas los depositantes en Chipre, y a sus bancos les está costando recuperarse. Sin embargo, sí es previsible (e incluso deseable) algún grado de absorción de pérdidas por parte de accionistas o bonistas.
Después llegaría la recapitalización con fondos públicos. En el paquete de rescate a Grecia se han reservado 25,000 millones de euros para los bancos griegos, por lo que hay respaldo más que suficiente.
En estos momentos, es vital que la recapitalización se realice cuanto antes, para que las entidades puedan empezar a recuperar el pulso perdido y a atender las necesidades de su economía. Además, este enfermo necesita que le traten con otros medicamentos. Un sistema con semejante morosidad y aún dependiente de la liquidez de emergencia del BCE va a necesitar de medidas en otros frentes y durante un periodo prolongado.
La crisis griega ya no acapara los debates políticos internacionales, pero los problemas siguen ahí y tienen que ser atendidos.
Por Ana Rubio, economista del Jefe de Sistemas Financieros de BBVA Research