
Escribe: Celia Cárdenas, auditora general de Banco Pichincha Perú
Nos encontramos en el mes de la concientización sobre la auditoría, una profesión que nació en 1941 con la creación del Instituto de Auditores Internos (IAI) y que promueve, de forma permanente, la ética, la idoneidad y el cumplimiento de estándares de gestión que permiten a una entidad ser sostenible en el tiempo.
El Perú registra uno de los índices de corrupción más altos de la región, con mayor presencia en zonas urbanas y una percepción especialmente marcada en el sector público. Ante este panorama, se vuelve imprescindible que el país adopte medidas de control sólidas y coherentes.
Contamos con una institución clave, la Contraloría General de la República, que debe fortalecer sus planes de revisión con un enfoque en la correcta aplicación de políticas y el uso eficiente de los recursos destinados a atender las necesidades de la población. Es fundamental que los presupuestos no se diluyan en procesos ineficientes y que cumplan efectivamente con el propósito para el cual fueron asignados.
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La Contraloría necesita el respaldo firme del Estado para cumplir su función y escalar adecuadamente actos o decisiones inadecuados. Aunque este proceso no producirá un cambio inmediato, urge promover una transformación basada en la transparencia. Los peruanos merecemos servicios públicos eficientes, y solo será posible alcanzarlos si promovemos una cultura ética y de rendición de cuentas.
En este mes de reflexión, es importante reconocer el rol del auditor: un profesional ético, confiable y técnicamente preparado, capaz de emitir juicios adecuados sobre la ejecución de procesos. Todos los que formamos parte del rubro tenemos que valorar esta profesión, fortalecer nuestras metodologías, y compartir prácticas exitosas que eleven el estándar del servicio que brindamos.
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Es igualmente crucial que tanto el sector público como el privado institucionalicen Unidades de Auditoría, capaces de emitir opiniones independientes sobre la suficiencia de controles y el cumplimiento ético, lo que contribuirá a generar mayor confianza entre todas las partes interesadas.
Finalmente, la adopción obligatoria de las “Normas Globales” emitidas por el IAI debería convertirse en un estándar para todos los equipos de auditoría que aspiren a operar bajo modelos de gobierno corporativo robustos. Esto incluye, especialmente, el establecimiento claro de una independencia funcional y el fortalecimiento del liderazgo de los Comités de Auditoría o Contralorías, los cuales deben tener capacidad de decisión autónoma y un rol activo en la supervisión institucional.