Macrocapitales
Para los que pasamos nuestra juventud en el Perú de los ochentas, una tasa de inflación anual de 6.4 por ciento hubiera sido una buena noticia, más aún al estar por debajo a la de los EE.UU. (7 por ciento el 2021). Y es que la inflación global de estos tiempos tiene características peculiares, siendo distinta al caso de los choques al precio del petróleo de los años setenta, ya que obedece a una escalada en los precios de mercancías diversas, asociada a desequilibrios entre la oferta y la demanda ante la recuperación de la actividad económica en esta etapa de la pandemia. De cualquier manera, aunque el origen, la naturaleza y la extensión geográfica de la inflación hoy en día son diferentes a las del siglo anterior, su solución sigue siendo el inevitable ajuste monetario.
En una visita a la India en 1963, Milton Friedman inmortalizó la idea de que “la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario”. No es que haya sido el primero en decirlo. De hecho, en 1934 ya Edwin Kemmerer (el mismo que asesoró al Perú y otros países de la región en la reorganización de su sistema monetario) había expresado que “la inflación existe…cuando la cantidad de dinero…aumenta relativamente a su demanda..de tal manera que conduzca a un aumento general del nivel de precios”, afirmación consistente con la teoría cuantitativa del dinero. Es más, la inflación como concepto económico fue entendida hace más de cien años como “el proceso de adicionar circulante sin base en un incremento proporcional en la producción de bienes” (Boletín de la Reserva Federal, 1919). Fue Keynes en su Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero quien vinculó el término inflación directamente al aumento general de precios, además de relativizar el impacto del dinero en los precios en periodos de alto desempleo. Irónicamente, los marcos modernos de política monetaria de hoy en día son generalmente esquemas neo-keynesianos basadas en el uso de tasas de interés de referencia fijadas por bancos centrales para afectar la liquidez y guiar las expectativas .
Los episodios de hiperinflación en los 80-90s excedieron en 100 por ciento a los episodios registrados en toda la historia previa de la humanidad (Perú tiene el dudoso honor de aparecer dos veces en este cuadro). Hasta los 1950s, los episodios de hiperinflación estuvieron asociados a las guerras y a la escasez. Con el abandono del patrón oro por EE.UU. en 1973, empieza un proceso de flexibilización cambiaria en el mundo, acompañado desafortunadamente por la subordinación de muchos bancos centrales a las prioridades del fisco lo que se tradujo en episodios de excesos monetarios e hiperinflación que confirmaron la hipótesis Friedmaniana. De los méritos y sacrificios del ajuste que acabaron con la hiperinflación en el Perú se ha escrito mucho. Lo cierto es que, al iniciarse el siglo XXI, Perú ya tenía a la inflación bajo control, bajo un régimen de metas de inflación con flexibilidad cambiaria al igual que otras economías emergentes. Esto ha favorecido una reducción en el impacto del tipo de cambio sobre el nivel de precios a menos del 10 por ciento (Rossini y otros, BIS 2016). Ello explica en parte que en el 2021 la tasa de inflación alcanzara un nivel menor a la de la mayor parte de Sudamérica a pesar de una depreciación del Sol de más de 10 por ciento (con la excepción de Ecuador, país totalmente dolarizado; y Bolivia, con régimen de tipo de cambio fijo).
La sorpresa de la “inflación COVID” ha llevado a un debate sobre su carácter temporal versus la posibilidad de un impacto significativo en las expectativas. Los argumentos de quienes insisten en que se trata de un problema temporal se basan en el carácter asimétrico del incremento de precios que sugeriría un reacomodo de precios relativos (mayor inflación para bienes que para servicios), y en la importancia de factores idiosincráticos que explicarían transitorios problemas de abastecimiento (la política China de “Cero-Covid que hace más frecuentes los confinamientos parciales de sus ciudades). Los argumentos de quienes más se preocupan del riesgo de una escalada inflacionaria se basan en que la tasa de interés de los principales bancos centrales estaría muy por debajo de lo que se requiere para revertir las presiones inflacionarias.
Lo cierto es que, temporal o no, los episodios de inflación solo finalizan cuando los bancos centrales toman decisiones. La alta credibilidad de los bancos centrales en el siglo XXI explica en parte que la inflación mundial pre-pandemia se haya mantenido baja aún en periodos de alto crecimiento de la liquidez, y ésta mayor credibilidad está detrás de la estabilidad de las expectativas inflacionarias hasta el momento. Pero aún en el escenario más benigno, las economías emergentes deberán reaccionar rápidamente ante sucesivos incrementos de tasas de interés internacional, la consecuente contracción de la liquidez, y por tanto mayor incertidumbre y volatilidad. Países como el nuestro tienen las herramientas para un efectivo ajuste en línea con los vaivenes en los mercados internacionales, para lo cual será a su vez muy importante asegurarse de mantener en todo momento la credibilidad de sus políticas.