Hemos celebrado la reunión del APEC y sus buenos resultados. Nuestros líderes se codearon con los líderes políticos y empresariales de las economías más exitosas del Asia Pacífico, pero el éxito no se logra por contacto. La mimetización no es automática, sino que se logra por acciones de políticas públicas que nos lleven a los destinos que queremos emular.
En el pasado reciente, el Perú ha logrado integrarse al concierto del Asia Pacífico por su decidida acción en la apertura comercial unilateral, los tratados del libre comercio (TLC) y la promoción de inversiones. Sin embargo, esta tarea queda inconclusa si no aseguramos un desarrollo productivo interno sostenible que pueda aprovechar lo logrado, con reglas claras, en un Estado de derecho democrático. Debemos tener una estrategia de desarrollo interno para alcanzar a las economías de este espacio económico, entendiendo el contexto geopolítico y geoeconómico en el que nos movemos.
A nivel global, estamos en un período de fragmentación y desglobalización, y los países desarrollados aplicando políticas comerciales estratégicas, con proteccionismo y muchos subsidios. Perú debe mantener su neutralidad política y promover reglas que atraigan inversiones sustentables de todos nuestros socios, dentro de un marco de competencia y libre mercado. Por ejemplo, debemos aprovechar que hay un fenómeno de relocalización de inversiones, porque las grandes corporaciones desean evitar potenciales problemas de abastecimiento y prefieren ahora encontrar proveedores o hacer sus inversiones directas en locaciones cercanas a sus demandas (nearshoring) o donde los regímenes políticos mantienen una relación económica y política equilibrada con sus países de origen (friendshoring).
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Para aprovechar estas condiciones internacionales y nuestros TLC, una estrategia para impulsar el desarrollo productivo del Perú es potenciar las Zonas Económicas Especiales (ZEE), actuales y las que se pudieran generar a partir de las nuevas inversiones portuarias en Chancay, Callao y otros puertos. El Perú puede convertirse en un hub logístico en el Pacífico Sur, pero no lo será si solo se dedica el trasbordo de carga entre Asia y Sudamérica. Debemos tener capacidades de procesamiento y de producción de bienes y servicios con alto contenido tecnológico, que sirvan a las cadenas globales de valor y para ello se crean las ZEE.
La aglomeración productiva de las ZEE genera costos menores a las empresas por economías de escala, si las ZEE están bien diseñadas. En la actualidad el Perú tiene 11 ZEE, creada cada una con ley y reglamento propio, de las cuales 4 funcionan modestamente, en gran medida por un mal diseño regulatorio.
Las ZEE en el Perú tienen un régimen tributario con cero impuestos a la renta, que podría considerarse un subsidio al desarrollo regional, permitido en las normas OMC, pero parten con una gobernanza pública enrevesada, una lista de productos muy limitada, inversiones pequeñas que no son nuevas y de poco contenido tecnológico y algunas que compiten con el mercado nacional. Por eso se muestran como casos fallidos. Buena parte de este fallo, viene de la política del MEF que, en su mirada recaudadora, no ve las posibilidades de desarrollo y encadenamientos al resto de país - y con ello recaudación - que se podrían dar a través de las ZEE bien implementadas. Existen ejemplos malos y buenos internacionales. De los últimos hay buenos ejemplos en el Asia y en las Américas hay casos para estudiar como República Dominicana, Costa Rica y Uruguay.
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Vale la pena aclarar que la exoneración del Impuesto a la Renta no es al puerto ni a la operación portuaria, como afirmó un colega en otro diario, sino a las actividades priorizadas que se realicen en la ZEE que es un espacio delimitado, que convenientemente puede ser vecino a un puerto, y ojalá a otras infraestructuras de viabilidad como carreteras modernas y trenes, que permitan ampliar su conectividad con otros proveedores locales y del mundo. También es bueno aclarar que este beneficio tributario no es para siempre, se plantea un programa progresivo de incremento del impuesto de 5% adicional, cada 5 años hasta llegar al 30% al final del período. Es falsa también otra afirmación sobre el compromiso OCDE de impuesto mínimo del 15% -aunque ahora el MEF sin sustento rebaja su propuesta a las ZEE a 5%- este compromiso no es de carácter obligatorio, y los pocos países que lo vienen implementando lo aplican a las transnacionales con ganancias superiores a los 750 millones de euros anuales. Al ser la recomendación OCDE dinámica, depende de la política fiscal de cada país su adaptación a la misma y sus límites. El propósito del incentivo es generar condiciones de competencia con otras ZEE en la región que otorgan 0% de impuesto a la renta a las nuevas inversiones.
Perú tiene serios problemas de competitividad y productividad, las ZEE podrían ser un detonante para cambiar esta situación, por ello necesita un incentivo adicional, ahora bien, sin inversión no hay impuesto que cobrar, así que no se perfora la recaudación. Vale la pena intentarlo.
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