El control policial y militar es una respuesta justificada y necesaria en esta coyuntura para estos casos.(Foto: Hugo Curotto / GEC)
El control policial y militar es una respuesta justificada y necesaria en esta coyuntura para estos casos.(Foto: Hugo Curotto / GEC)

Por Enrique Castillo, periodista

Hemos cumplido ya nueve días de aislamiento social obligatorio con altas y bajas. Los dos primeros días fueron muy confusos y con regular cantidad de gente en las calles; luego, tuvimos cinco días de un mayor acatamiento de la medida con toque de queda, con personas que salieron a hacer sus compras en orden, y con la presencia de algunos “rebeldes” que no respetaban el aislamiento. Pero los últimos dos días han sido con más ciudadanos que salieron a adquirir sus víveres, colas en los bancos, y algo más de pobladores en las calles.

Al parecer, la distribución del bono de S/ 380.00, sumado a los pagos de fin de mes, han sido asumidos como una “licencia” para dejar el aislamiento y salir de compras; algo que debe tenerse en cuenta, sobre todo si se va a ampliar aún más el padrón de destinatarios del bono.

¿Es esto un buen saldo? Si tomamos en cuenta que se trata de una medida sorpresiva y dura, sí lo es. Si somos rigurosos, no lo es, porque si bien un altísimo porcentaje de peruanos apruebe la medida, y hay una gran mayoría que la acata de manera consciente y responsable, existe un grupo que todavía –por el motivo que sea– se resiste a ese aislamiento social.

¿Y por qué es importante esto? No solo por la necesidad de evitar el contagio y la propagación del virus, que ya debería ser una razón suficiente; sino también porque la ampliación de la medida por otro periodo más (7, 15, o 30 días) está dando vueltas y nadie puede descartarla.

Va a ser muy difícil hacer una evaluación real del impacto de estos primeros quince días de aislamiento social obligatorio. La falta de insumos no ha permitido –ni por asomo–hacer todas las pruebas necesarias para conocer cómo está diseminándose el virus en nuestro país. No sabemos, ni con certeza ni “al cálculo”, cuántos casos tenemos.

En un artículo publicado en Gestión ayer (“Cinco estrategias que están funcionando en los países que han logrado contener los contagios de covid-19”) se señala –citando a la OMS y a expertos epidemiólogos– que “no se puede tomar acciones ni conocer el impacto real del virus si no sabemos a cuántas personas ha afectado”. Y en el Perú realmente no lo sabemos.

Agrega el artículo mencionado que “muchos gobiernos continúan haciendo los exámenes solo a los pacientes más graves, lo que no solo puede falsear las estadísticas sino propiciar que personas con síntomas más leves continúen propagando el virus”. ¿Es el caso de nuestro país?

La cifra oficial habla de 500 pruebas diarias y 395 casos comprobados de infectados. Sin embargo, el Gobierno señala que recién el 27 de marzo –tres días antes de que finalice la medida de aislamiento– llegará parcialmente el material (330,000 pruebas) para masificar los diagnósticos y tratar de alcanzar la cifra de 5,000 pruebas diarias (Corea del Sur realiza 10,000 pruebas diarias).

Si asumimos que este material debe ser desaduanado, distribuido y entregado entre el 28 y 29 de marzo, entonces podemos calcular que las pruebas empezarán a tomarse el 30, y los primeros resultados los tendremos –en el mejor de los casos– el 3 o 4 de abril.

¿Se levantará el aislamiento justo el día que, en la práctica, se inicia la masificación de las pruebas, y sin tener todavía resultados reales y confiables?, ¿se levantará el aislamiento cuando la curva de infectados empieza a crecer?

Si la respuesta es afirmativa, surge la interrogante: ¿el 31 de marzo todos pueden salir libremente a las calles, todo vuelve a la normalidad, y todos pueden planear sus celebraciones y viajes de Semana Santa?, ¿se reabren las playas, los cielos y carreteras, y se puede viajar por todo el país, y desde y hacia el Perú con toda normalidad?, o habrá un levantamiento gradual de la medida, como en algún momento lo dijo el presidente sin que nadie le haya preguntado o repreguntado qué significa un “levantamiento gradual”. ¿Cómo sería un “levantamiento gradual”? ¿Estamos preparados para eso?

Si, en cambio, la respuesta es negativa y se prolonga el aislamiento obligatorio, surge otra pregunta: ¿ya nos estamos preparando para esa eventual ampliación? Quince días más van a requerir de un mayor control sobre esos “rebeldes” y sobre los que –por el motivo que sea, justificado o no– deciden salir a la calle.

El control policial y militar es una respuesta justificada y necesaria en esta coyuntura para esos casos, pero hay otros casos que requieren de una mirada cuidadosa.

Evidentemente, la salud es lo primero, y si hay que elegir entre esta y la economía, nosotros no tenemos duda. Por lo que habrá que acatar una ampliación del aislamiento si así se determina. ¿Pero piensan así todos?

Hay todavía una población de pobres y pobres extremos que no son atendidos por el bono de S/ 380.00 (por la razón que sea) o para quienes esta cantidad no alcanza para atender sus deudas y necesidades, y para quienes la elección es el riesgo de contagiarse versus morir de hambre; el coronavirus versus el agravamiento de su situación o de otras enfermedades.

Muy probablemente también entre los menos pobres, y entre las empresas más grandes que una mype, haya “rebeldes” para quienes 15 días más sean demasiado.

Un tema muy importante a observar es el de los viajes desde y hacia el Perú, en momentos en que el número de infectados viene creciendo en América Latina y Estados Unidos.

¿Estamos preparados para que la necesidad de la población no se convierta en desesperación, y esta en caos?

Es indispensable preparar a la población con anticipación para cualquier circunstancia o contingencia. La incertidumbre y la duda pueden ser tan malas como el coronavirus, y la información es la mejor vacuna contra el pánico.

Lo mismo debe ocurrir con las promesas de postergación de obligaciones económicas, vencimientos o deudas. Hay que informar claramente si estas facilidades significan la condonación de intereses o multas por el período de aislamiento para evitar decepciones o reclamos posteriores. Porque, para muchos, la facilidad de hoy puede ser –con intereses y todo- el drama de mañana.