
Escrito por Claudia Alfaro, cofundadora de Kaudal
Las empresas de hoy cuentan con un amplio abanico de herramientas tecnológicas –algunas gratuitas, otras pagadas– que prometen mejorar la productividad y simplificar tareas. Y es cierto: estas soluciones son cada vez más potentes, más accesibles y fáciles de usar.
Entonces, ¿por qué tantas organizaciones siguen enfrentando una baja adopción de tecnología?
La explicación habitual apunta a una supuesta resistencia al cambio. Pero en muchos casos, lo que hay detrás es algo más simple y humano: falta de contexto, poco tiempo para explorar y escasa inspiración sobre lo que realmente se puede lograr con estas herramientas.
La buena noticia es que no necesitas expertos en inteligencia artificial para empezar a explorar su valor. Lo que necesitas es gente curiosa, con criterio, y un entorno que les dé permiso para experimentar.
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Crear una cancha de experimentación
En muchas organizaciones, las áreas de Tecnología y Seguridad de la Información son vistas como frenos a la innovación. Pero su rol puede (y debe) cambiar. Estas áreas deberían definir una “cancha de experimentación”: un espacio seguro y limitado donde los equipos puedan probar nuevas soluciones sin poner en riesgo la operación o la seguridad de la empresa.
Esto implica definir con claridad qué herramientas o información se pueden usar, en qué contextos, y cuáles no. No se trata de abrirlo todo ni de bloquearlo todo, sino de trazar líneas claras. Algunas empresas, por ejemplo, han bloqueado por completo el uso de Copilot o de herramientas de IA generativa, perdiendo oportunidades de aprendizaje valioso.
Los líderes de área también tienen una responsabilidad, y es que nadie mejor que ellos para saber qué proceso puede ser sensible, y cuál no. De esta manera pueden inspirar a sus colaboradores a usar tecnología para mejorarlos o repensarlos. Los líderes no deben tener la respuesta, pero sí guiar a su equipo hacia una meta clara y ofrecer un espacio seguro para llegar a ella.
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Repensar, no solo automatizar
Adoptar nuevas herramientas no significa replicar lo mismo que ya hacías, pero más rápido. Significa preguntarte si ese proceso aún tiene sentido, si todas las etapas son necesarias o si podrías lograr el mismo resultado de otra forma.
Por eso, la transformación no puede ser sólo tecnológica: necesita criterio humano. Necesita personas capaces de observar un proceso y decir “¿y si dejamos de hacer esto?” antes de buscar cómo automatizarlo. Pero otra vez, necesitarán del apoyo de sus líderes para saber que tienen la libertad de repensarlo, y que cambiarlo podría ser posible.
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Hacer visible el stack tecnológico
Uno de los errores más comunes es asumir que todos conocen las herramientas disponibles. Pero muchas personas no saben qué es Power Automate, ni que Google Sheets permite hacer dashboards, o que Microsoft Lists puede reemplazar planillas compartidas en Excel.
Es clave incorporar en los procesos de inducción (y no solo al inicio, sino de forma periódica) sesiones breves que expliquen el stack tecnológico básico de la empresa: qué herramientas están disponibles, qué usos pueden tener y dónde aprender más sobre ellas. La alfabetización digital no sucede por sí sola; hay que cultivarla con intención.
Inspirar con ejemplos concretos
A veces lo que falta no es conocimiento técnico, sino una chispa que dispare la imaginación. Mostrar casos de otros equipos que lograron automatizar reportes, centralizar información o ahorrar tiempo usando herramientas accesibles puede ser más poderoso que cualquier manual.
Y no se trata de grandes casos de éxito. Pequeños cambios, como dejar de copiar y pegar información manualmente gracias a un flujo automático, pueden motivar a otros a intentarlo también. La inspiración es contagiosa, pero necesita visibilidad y reconocimiento.
La curiosidad como motor
En un mundo de tecnologías que avanzan a gran velocidad, lo que las empresas necesitan no es más especialistas: es más gente curiosa. Personas que quieran hacer las cosas de forma diferente, que pregunten, que se atrevan a probar. Y para eso no basta con un curso; se necesita una cultura que premie la iniciativa, tolere el error y valore la mejora continua.
La adopción tecnológica no comienza con una herramienta, comienza con una pregunta. Y muchas veces, esa pregunta no se hace porque nadie ha dado el permiso para cuestionar lo establecido. Abrir ese espacio es responsabilidad del liderazgo.
Como conclusión, no se trata de que tus colaboradores no tengan la capacidad de usar tecnología. Lo que muchas veces falta no es la habilidad, sino el contexto e incentivos para aplicarla. Por eso, la pregunta clave no es si tu equipo está listo para adoptar nuevas herramientas, sino si tu empresa está creando las condiciones para que eso ocurra cada día.
