Escribe: Rosa Bueno de Lercari, miembro de Eshoy.
En su discurso la presidenta Dina Boluarte anunció la fusion, escisión y creación de algunos ministerios. Esto, en principio, suena bien. Los que estamos en el mundo corporativo sabemos que con las reorganizaciones se busca potenciar sinergias y eficiencias económicas, pero también sabemos, que si estas no se planifican y socializan adecuadamente pueden fracasar de manera estrepitosa. Hay que tener en cuenta el capital humano y los líderes que la llevarán a cabo. ¿Es razonable que un Gobierno de transición que tiene un apoyo mínimo de la población y con contadas excepciones, no ha mostrado –hasta ahora– mayores cuadros técnicos en sus filas, pretenda reorganizar el estado mediante la escisión, fusión y creación de nuevos ministerios? Parece poco razonable.
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No se mencionó cuáles serían los ministerios absorbentes y los absorbidos, cuales serían las escisiones y en qué consiste esta reorganización estatal, lo que nos permite plantear algunas hipótesis.
Si el Ministerio de Desarrollo e Inclusion Social absorbe el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, se estaría dando un pésimo mensaje de equidad en un país en el que las mujeres siguen siendo víctimas de feminicidio, innumerables niñas son abusadas diariamente y miles de mujeres son acosadas en sus centros de trabajo. De este modo, el trabajo de visibilización de este problema, efectuado en los últimos años, sería borrado de un plumazo.
Otra posibilidad sería la absorción del Ministerio de Cultura por parte del Ministerio de Educación. Esto significaría la reducción de la planilla de estos ministerios o simplemente sumarle una dirección más con sus problemas e ineficiencias a un ministerio que ya tiene sus propios problemas. La reducción de planilla ha sido descartada y con ella el efecto positivo de reducción de costos.
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En este contexto de cambios no es absurdo pensar en la absorción del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo por el Ministerio de Relaciones Exteriores, lo que para nadie es un secreto, es una antigua aspiración de Torre Tagle.
Destruir el modelo de separar los asuntos comerciales de las consideraciones políticas que Cancillerías poderosas y profesionales como la nuestra deben priorizar, podría significar un retroceso en la excelente política de negociaciones comerciales realizadas por un ministerio que ha demostrado ser técnico y profesional a lo largo de su existencia y que hoy muestra resultados importantes: más de veintidós acuerdos de libre comercio y haber colaborado a que el Perú exporte hoy ocho veces mas que a principios de siglo.
Finalmente, cuando es necesario acelerar los proyectos de infraestructura e incentivar la inversión, para asegurar el crecimiento y el cierre de brechas en el país, ¿Es razonable crear un nuevo ministerio que centralice este afán? Probablemente lo único que se consiga centralizar son las prácticas poco santas que los medios de comunicación denuncian habitualmente. ¿No sería mejor trabajar con las estructuras existentes?
Una reorganización ambiciosa, como la que se pretende, merece ser discutida por la sociedad en su conjunto y realizarse con el tiempo necesario para que sus resultados sean óptimos para nuestro país.
Como ciudadanos debemos estar vigilantes.
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