Gerente de Sostenibilidad y Relaciones Institucionales de Scotiabank
La violencia contra las mujeres es un problema estructural en la sociedad. Tan insertado en nuestros sistemas que se ha normalizado, al punto de tener un índice de 59% de tolerancia a la violencia contra la mujer (ENARES 2019). Además, el 53% de peruanos considera que las mujeres deben dedicarse primero a la maternidad, su pareja y/o los quehaceres del hogar antes que sus propios sueños y, peor aún, 33% justifica que las mujeres que cometen infidelidad sean castigadas. Estos porcentajes representan a millones de peruanos, con los que interactuamos en nuestro día a día y que comenten o justifican algún tipo de vulneración hacia las mujeres.
¿Por qué, a pesar de todos los esfuerzos públicos y privados, somos tan tolerantes a este tipo de violencia? Primero, vale la pena destacar que todos los esfuerzos existentes están sumando ya que, al menos, el porcentaje de mujeres, niñas y adolescentes que piden ayuda está incrementando. Segundo, al ser una problemática estructural, hace falta que todos nos involucremos para trabajar desde las causas y con un enfoque interseccional: una cultura que a través de diversos espacios y medios refuerzan un sentido de inferioridad o subordinación de la mujer (estereotipos, micromachismos, revictimización, entre otros), asignación de roles que limitan la participación y presencia de mujeres en varios ámbitos (en posiciones de alta gerencia, en política, incluso en las escuelas, por mencionar algunos).
Todo lo que se viene trabajando en diversos sectores es valioso y debe mantenerse. Sin embargo, es fundamental fortalecer las políticas públicas que permitan -por ejemplo- mejorar el uso del presupuesto destinado a reducir las brechas de género, de manera que el dinero principalmente vaya a capacitar a los profesionales públicos como policías, fiscales, jueces, personal médico, docentes y más. A la vez, urge establecer la tolerancia cero a la violencia y sanción real a quienes la cometan.
Específicamente en este último punto es donde creo que cada uno de nosotros tiene mayor incidencia. Eduquémonos, ya que el impacto físico es solo la punta visible del iceberg, y debajo de la superficie existen varios tipos de violencia que pasan día a día frente a millones. Para no ser parte del problema:
- Usemos nuestra voz para manifestar que no estamos de acuerdo si presenciamos algún indicio de violencia.
- Manifestemos que no somos ni seremos cómplices. Esto contribuye a generar un espacio seguro para posibles víctimas y para que quienes agreden sepan que no tienen respaldo.
- Aprovechemos las plataformas que tengamos para amplificar mensajes que agreguen valor a esta problemática.
- Seamos empáticos con las infancias de nuestro entorno porque la semilla que dejemos en la nueva generación es clave para romper el círculo de la violencia.
Me gustaría recordar que visibilizar la violencia contra la mujer no es excluyente ni impide indignarnos por otros tipos de violencia o problemáticas que existen en nuestra sociedad. La violencia contra las mujeres y niñas es una realidad que tiene un alto impacto en el ámbito social, de salud e incluso económico (hay sendos estudios que calculan que el costo de la violencia a la mujer en el mundo cuesta casi 2 billones de dólares). El 25 de noviembre es una excelente oportunidad para visibilizarlo, así que les invito a reflexionar sobre qué otras acciones podemos hacer desde donde estemos para ser agentes del cambio.
Creo que para transformar nuestra sociedad y lograr la tolerancia cero, es clave la educación; la de nuestros hijos, familiares y -por supuesto- la de nosotros mismos. Las cifras son claras y contundentes. Así como nos unimos para hinchar y buscar cambios en beneficio de la selección, ¿qué esperamos para hacer lo mismo y unirnos para confrontar esta problemática que impacta a todos?