
Escribe: José Martinez Sanguinetti, fundador de Sothys Capital
El mundo se acerca a la mayor transformación energética de la historia. El uso de combustibles fósiles está llegando a su fin. Se prevé que para el año 2050, el 80% de las necesidades mundiales de petróleo habrá desaparecido. Esta revolución, impulsada por las energías renovables, marcará el fin de una era.
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El final de la era del petróleo es resultado de varios factores:
- Una mayor conciencia ambiental está impulsando a los consumidores a optar por un futuro sin combustibles fósiles. A partir del 2030, varias naciones planean reducir y luego prohibir el uso de hidrocarburos.
- La caída en los costos de los vehículos eléctricos y los impulsados por hidrógeno promoverá su uso, reduciendo la demanda de gasolina y diésel. En el 2023, las ventas de vehículos eléctricos superaron los 10 millones a nivel mundial, con una tasa anual de crecimiento promedio de 59.3% en los últimos cinco años.
- La energía solar y eólica, con menores costos y mejores soluciones de almacenamiento, se vuelve más rentable y menos contaminante que los combustibles fósiles. El costo de la energía solar se ha reducido en más de 80% en la última década.
- La mejora de la eficiencia energética en el transporte, la industria y los hogares reducirá la demanda general de energía.
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El impacto global de esta transformación será una reducción en el costo de la energía y la eliminación de los cuellos de botella geopolíticos. Los grandes perdedores serán los países cuya economía depende de la exportación de hidrocarburos y que no han desarrollado estrategias efectivas de adaptación.
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Por ejemplo, Venezuela, con más de 303 mil millones de barriles, posee las mayores reservas de petróleo del mundo, pero la abrumadora mayoría de hogares vive en pobreza. A pesar de su riqueza petrolera, el país no ha logrado invertir en infraestructura básica ni diversificar su economía. En Nigeria, la riqueza petrolera tampoco se ha traducido en progreso: el país tiene una tasa de alfabetización adulta de solo el 63.2%.
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Otros, como Arabia Saudita y Noruega, sí han conseguido adaptarse. El plan Visión 2030 de Arabia Saudita incluye megaproyectos como la ciudad futurista NEOM (US$ 500 mil millones) para atraer talento e inversión. Este plan también incluye el desarrollo de Qiddiya, un enorme centro de entretenimiento y turismo que busca posicionar al país como un destino global. Además, se ha convertido en el mayor productor mundial de agua desalinizada. Este enfoque de diversificación busca reducir la dependencia del país en los ingresos petroleros, que hoy constituyen más del 90% de sus exportaciones.
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Noruega, por su parte, creó, con los ingresos derivados del petróleo, el Fondo Global de Pensiones, valorado en más de 1.9 billones de dólares. Este fondo invierte en más de 9,000 empresas de todo el mundo y los ingresos que genera son usados para dar acceso universal a la educación y a la salud a la población. Este fondo tiene una regla fiscal estricta que le permite gastar solo un mínimo del rendimiento anual, preservando el capital para las generaciones futuras y demostrando que la riqueza natural puede ser un catalizador para el desarrollo sostenible.
La transición energética es inevitable y definirá nuestro destino económico; el éxito dependerá de nuestra capacidad para innovar, diversificar y adaptarnos a una realidad sin petróleo.
