Los directores de las multinacionales occidentales viven tiempos difíciles. Tras décadas de ser bien vistos por gobiernos de todo el mundo, ahora muchos viven con el temor constante de verse atrapados en el fuego cruzado de unas relaciones geopolíticas cada vez más frágiles.
China, cuya asertividad ha ido en aumento, comenzó a imponer prohibiciones de salida a los ejecutivos de empresas extranjeras. El último ejemplo se produjo el 29 de setiembre, cuando un consultor de reestructuración de Kroll, una empresa de asesoría estadounidense con sede en Hong Kong, no pudo salir de China continental.
Hacer negocios en China dista de ser el único motivo de preocupación. Los directores generales estadounidenses se enfrentan al celo regulador de la Unión Europea, al igual que sus homólogos europeos se enfrentan a un Estados Unidos más intervencionista. Ambos grupos intentan aprovechar las fuentes de financiamiento del Golfo sin parecer complacientes ante sus gobernantes autoritarios.
La disputa diplomática entre Canadá y la India por el presunto asesinato de un activista sij en suelo canadiense seguramente causó escalofríos a muchos grandes empresarios occidentales. Parece haber problemas por doquier.
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Por suerte, existe una industria de consejeros que ayudan a las multinacionales a sortear estas aguas traicioneras. Aunque los asesores geopolíticos existen desde hace décadas, la demanda de sus servicios se está disparando ahora, gracias a la creciente complejidad de hacer negocios en el extranjero. Banqueros, abogados y consultores de gestión acuden en masa a este campo. Lo que antes era un negocio exclusivo y hermético está entrando en la corriente dominante de los servicios profesionales.
Desde hace mucho tiempo, los estadistas que se retiraban buscaron la manera de sacarle provecho a sus conocimientos y relaciones extranjeras. En 1982, Henry Kissinger, quien fue secretario de Estado de Estados Unidos, creó Kissinger Associates con ese fin. Posteriores administraciones crearon sus propios equivalentes, desde McLarty Associates y Albright Stonebridge Group hasta WestExec Advisors y muchas más. Todas están repletas de antiguas personalidades de gobierno.
Lee Feinstein, quien fue embajador y ahora trabaja para McLarty, señala que muchos clientes valoran la asesoría de quienes han estado “en la habitación donde todo sucede”. Los servicios exactos que ofrecen estas empresas son poco claros y varían de una a otra, pero en general van desde calibrar las intenciones políticas de gobiernos extranjeros hasta ayudar a abrir puertas a empresas que quieren vender o fabricar sus productos en un nuevo mercado.
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Acciones sigilosas a distancia
Estos “exfuncionarios” no son la única fuente de asesoría especializada a disposición de las multinacionales. Consultores geopolíticos como Eurasia Group y Oxford Analytica no dependen tanto de altos funcionarios jubilados, sino más bien de analistas profesionales que monitorean los asuntos internacionales y ofrecen sesiones informativas a sus clientes (EIU, la filial de The Economist, compite en este negocio).
Otro tipo de servicio es el que presta Hakluyt, una empresa fundada en 1995 por antiguos espías británicos. Obtiene información de una red mundial de asociados con contactos en las altas esferas y ofrece a sus clientes información privilegiada sobre cualquier asunto, desde la opinión de un regulador sobre una posible adquisición hasta la probidad de un posible proveedor. La geopolítica impregna ahora casi todo lo que hace, afirmó Varun Chandra, socio gerente de la empresa (el presidente del consejo de Hakluyt también es presidente del consejo de la filial de The Economist).
En los últimos años se ha ampliado la gama de asesoría solicitada. Amy Celico, de Albright Stonebridge, comenta que el trabajo de su empresa ha pasado de ayudar a las compañías a expandirse en el extranjero a ayudarlas también a defenderse del deterioro del clima geopolítico. Cada vez son más las multinacionales que se ven utilizadas como moneda de cambio en la política mundial, rara vez en su propio beneficio.
En mayo, China prohibió que los chips de memoria fabricados por la empresa estadounidense Micron se utilizaran en las infraestructuras críticas del país. La empresa genera una cuarta parte de sus ventas en China, la mitad de las cuales prevé que perderá. Los asesores pueden ayudar a las empresas a anticiparse a estos golpes y, en algunos casos, presionar para que no sucedan.
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El objetivo de la asesoría geopolítica también es expandirse más allá de los mercados emergentes. Chandra señaló que los gigantes tecnológicos de Estados Unidos acuden cada vez más a Hakluyt en busca de asistencia para navegar por la Unión Europea. Un ejecutivo de otra firma señaló que la Ley de reducción de la inflación de Estados Unidos, cuyas subvenciones para las inversiones amigables con el clima podrían ascender a 1 billón de dólares, ha llevado a muchos clientes a sus puertas.
El resultado ha sido un aumento del crecimiento. La mayoría de los asesores mantienen en secreto sus cifras de ingresos. Hakluyt, que no lo hace, ha duplicado sus ventas en los últimos cuatro años, según Chandra. Las empresas más jóvenes también están ganando terreno. El equipo de Macro Advisory Partners, fundada hace una década, ha crecido más del doble desde 2018, según Nader Mousavizadeh, su director ejecutivo.
Los asesores corporativos más grandes, al ver una oportunidad, también han querido aprovecharla. McKinsey, una consultora de gestión, lanzó un consultorio de riesgo geopolítico. Ziad Haider, codirector, afirma que la demanda de los clientes se ha disparado. EY, un gigante de los servicios profesionales, creó un servicio similar.
Dentons, un despacho multinacional de abogados, ayudó a lanzar Dentons Global Advisors (DGA), una consultora independiente que adquirió Albright Stonebridge en 2021. Ed Reilly, director ejecutivo de DGA, explicó que sus servicios tienen una “adyacencia natural” con el ejercicio de la abogacía.
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Lazard, un banco de inversión, también está creando un negocio de asesoramiento geopolítico. Teddy Bunzel, que supervisa esta iniciativa, afirmó que las cuestiones geopolíticas se han convertido en el centro de gran parte del trabajo de asesoramiento convencional de Lazard. En octubre del año pasado, el banco contrató a Jami Miscik, quien fue directora de Kissinger Associates.
Este tipo de iniciativas suceden con rapidez a medida que las empresas del sector compiten por captar talentos. La oferta de buen asesoramiento geopolítico es limitada, afirma Miscik. Michèle Flournoy, socia gerente de WestExec, afirma que su línea de trabajo “tiene que ver con la gente y eso no se puede fabricar”. Pero sí se puede adquirir. Después de que DGA compró Albright Stonebridge, también adquirieron McLarty y WestExec, Ankura y Teneo, dos consultoras de gestión. Eurasia se asoció con KPMG, un peso pesado de los servicios profesionales.
Tras años de recortes en sus departamentos de asuntos públicos, muchas empresas multinacionales también se apresuraron a contratar expertos geopolíticos. Según Reilly, estos equipos no han tardado en convertirse en los mayores competidores de DGA. Con el tiempo, esto podría obligar al fragmentado sector de los asesores a consolidarse. Por ahora, refuerza la creciente toma de conciencia entre los directivos de las multinacionales de que la política mundial determinará su éxito en los próximos años.
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