El plan de Javier Milei es que los equipos en dificultades atraigan inversiones extranjeras. Una agradable tarde de finales de febrero, los dos equipos de futbol más grandes de Argentina, River Plate y Boca Juniors, se enfrentaron en el superclásico, el nombre que se les da a todos los partidos entre estos dos equipos.
Esta edición del derbi de Buenos Aires, que tiene 111 años de historia, terminó con un empate 1-1. El derbi es legendario entre los seguidores de futbol de todo el mundo. Hay varios paquetes, con precios muy superiores a los US$ 1,000, que se ofrecen a los turistas para asistir a los juegos.
El superclásico es el punto brillante en un panorama que, en general, es sombrío. Los clubes de futbol de Argentina decaen cada vez más, con todo y que su equipo nacional se encuentra entre los mejores del mundo. Los aficionados señalan varios problemas que les aquejan: se han perdido varios juegos ante equipos brasileños en la Copa Libertadores (el equivalente en América del Sur a la Champions League de Europa), no se gestionan bien los clubes y muchos jugadores argentinos se van a clubes extranjeros.
El presidente recién electo de Argentina, Javier Milei, cree que los clubes de futbol de su país se encuentran en este estado tan terrible por la falta de inversión privada. Por ley, los clubes se constituyen como asociaciones sin fines de lucro y son propiedad de sus miembros. Estas asociaciones civiles generan la mayor parte de sus ingresos a partir de la venta de boletos y los derechos de transmisión televisiva.
Muchos batallan para sobrevivir. El año pasado, la situación llegó a ser tan precaria para el Independiente (uno de los “cinco grandes” equipos de Argentina) que un influente de las redes sociales organizó una campaña de financiamiento colectivo para ayudar a cubrir las gigantescas deudas del club.
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Milei cree tener una estrategia para arreglar rápidamente la situación: modificar la legislación para que los clubes puedan convertirse en sociedades anónimas deportivas. Ha comentado que esto podría atraer miles de millones de dólares de inversionistas árabes y europeos adinerados, e incluso afirma que el club británico Chelsea ya está haciendo averiguaciones acerca de las posibles oportunidades.
“El dinero rápido”, como lo ha descrito Milei, traería grandes beneficios. En su opinión, si tu equipo gana, ¿a quién le importa quién sea el dueño del club?
Pues resulta que a muchos argentinos les importa, y mucho. La Asociación del Futbol Argentino, los clubes y los fanáticos han expresado su oposición rotunda a las propuestas de Milei. Les preocupa que estas medidas cambien el papel de los clubes en sus comunidades locales. Los clubes de futbol en Argentina, en general, ofrecen sus instalaciones para decenas de deportes más, además de servicios educativos y de salud, e incluso hay alguna fusión con una universidad. Un dueño privado quizá no consideraría rentables esas ofertas.
Otra inquietud es que los dueños nuevos quieran comprar clubes argentinos con la intención de convertirlos en semilleros de talento para ligas más lucrativas en Europa. Este modelo de propiedad aumentaría el flujo de jugadores a clubes extranjeros en vez de detenerlo.
Los tribunales ya están involucrados en el asunto. El 30 de enero, un juzgado federal dictó una medida cautelar en respuesta a un reclamo de una liga de Salto que sostiene que los planes de privatización del gobierno son inconstitucionales.
El juez resolvió que permitir que los clubes de futbol se conviertan en sociedades anónimas podría socavar a las asociaciones civiles y su participación más amplia en la sociedad. Es probable que se presenten otros casos ante los tribunales, pues los clubes de futbol quieren detener los planes de Milei.
Incluso si Milei logra que se aprueben sus reformas, no es probable que haya muchos inversionistas impacientes por adquirir alguna participación en clubes del interior del país. Otros países de la región han experimentado con medidas similares en el pasado, en particular Brasil, que abrió sus clubes a la inversión privada en 2021. Solo unos cuantos clubes brasileños han recibido inversiones extranjeras desde entonces, y en porcentajes nada cercanos a los que ha mencionado Milei.
Además, existen varios factores específicos de Argentina que podrían desanimar a los inversionistas. Hay problemas de violencia entre barras bravas (grupos de fanáticos agresivos) rivales. A los dueños nuevos tal vez les preocupe sufrir algún tipo de represalia por tomar decisiones nada populares. “Se trata de los negocios más visibles en Argentina. Si vendes a un jugador y la gente no está de acuerdo, saben dónde vives y a qué escuela van tus hijos”, señaló Simon Kuper, autor de “Soccernomics”.
Aceptación del riesgo
Otros pueden perder interés por el terrible estado de la economía de Argentina. Una inflación de tres dígitos, tipos de cambio múltiples, escasez de divisas y un historial reciente de varios periodos de control al movimiento de capital no inspiran confianza en que los extranjeros puedan trasladar sus ganancias.
Como Argentina cambia con regularidad entre gobiernos populistas y pragmatistas, en general las medidas que pone en marcha un gobierno dan marcha atrás en cuanto entra el siguiente. En un ambiente con reglas de juego tan cambiantes, los inversionistas privados quizá concluyan que es muy riesgoso poner su dinero en clubes argentinos.
Este asunto tiene consecuencias más allá del futbol. El presidente planea desregular y abrir otros sectores (más grandes) a la inversión privada. Es tentador pero erróneo suponer que el dinero va a empezar a fluir si se cambian las leyes. Los inversionistas deben estar convencidos de que el riesgo vale la pena por las posibles recompensas.
Quieren estar seguros de que la política pública será menos errática. Esas condiciones no existen en este momento. El riesgo para Milei es que, aunque sobreviva algunos desgastantes enfrentamientos con el congreso y los tribunales y logre que se aprueben sus reformas, los inversionistas, a fin de cuentas, no se decidan a invertir.
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