Observando los interminables campos de trigo cerca de Odesa, en el suroeste de Ucrania, que anuncian una abundante cosecha, Dimitri Matuliak no logra imaginar que tanta gente pueda morir de hambre.
La guerra se ha hecho dura para el granjero de 62 años. En el primer día de la invasión, un bombardeo golpeó uno de sus almacenes, reduciendo a cenizas unas 400 toneladas de pienso para animales.
“Mi voz tiembla y las lágrimas vuelven a mis ojos por la cantidad de gente que conozco que ya ha muerto, cuántos familiares están sufriendo y cuántos se han marchado al exilio”, dice.
Pero lo peor puede estar por venir. Estacionados en la cercana península de Crimea tras su anexión en 2014, los rusos no han desembarcado en las playas de Odesa como se temía, pero su bloqueo sobre el mar del Negro ha sido ruinoso, provocando la devastación económica de Ucrania y amenazando con hambruna en otros lugares.
Los graneros y los puertos de toda Ucrania rebosan de millones de toneladas de cereal sin destino de exportación por el asedio ruso que asfixia lentamente el país.
En el templado sur de Ucrania, la cosecha de verano debe empezar en las próximas semanas, pero pocos saben dónde colocarán el trigo esta temporada, alimentando temores de que gran parte del grano y otros productos se echen a perder.
“Es brutal que un país desperdicie comida así y que otra gente se quede pobre y hambrienta”, dice Matuliak. “Es una atrocidad, es una salvajada. No hay otra forma de decirlo”, agrega.
“Inseguridad alimentaria”
Aunque la atención se centre en la batalla del este de Ucrania, el bloqueo del mar Negro puede desencadenar consecuencias más amplias en los precios alimentarios y en una potencial hambruna.
Antes de la invasión, Ucrania era uno de los graneros del mundo, exportando 4.5 millones de toneladas de productos agrícolas al mes desde sus puertos, incluyendo un 12% del trigo mundial, un 15% del maíz y la mitad del aceite de girasol.
La guerra y el bloqueo de la única salida marítima de Ucrania han hecho desplomar el comercio puesto que las rutas alternativas por carretera o ferrocarril son incapaces de absorber el volumen de la mercancía.
El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, ha sido inequívoco al respecto, advirtiendo la semana pasada que la guerra “amenaza con hacer caer a decenas de millones de personas en la inseguridad alimentaria”.
Hasta la fecha, unos 20 millones de toneladas de productos alimentarios quedaron bloqueados en Ucrania, según las autoridades locales.
En el sur de Odesa, la crisis es palpable. El puerto permanece vacío, sin entradas o salidas desde hace meses.
Durante generaciones, el poder económico de los fértiles núcleos agrícolas de Europa del Este se concentró en Odesa, con su extenso puerto y su núcleo ferroviario que conectaba los campos de trigo de la región con la costa.
Ahora, el puerto y los almacenes de Odesa albergan más de cuatro millones de toneladas de grano, todas de la última cosecha.
“No seremos capaces de almacenar la nueva cosecha de ninguna manera, ese es el problema. La gente simplemente morirá de hambre” si el bloqueo continúa”, advirtió el alcalde Gennady Trujanov.
Armas contra el bloqueo
La economía de Ucrania se ha visto devastada. El Banco Mundial estima que la guerra y el bloqueo naval provocará una caída de 45% del Producto Bruto Interno (PBI) este año.
Aunque en tierra las tropas ucranianas han exhibido su resistencia ante un enemigo mejor equipado, en el mar la superioridad rusa es casi total.
“Desgraciadamente, Ucrania ha obviado tradicionalmente la cuestión de la seguridad marítima”, explicó el antiguo ministro de Defensa, Andriy Zagorodniuk, en un informe publicado por Atlantic Council.
“El mundo democrático asumió el desafío de armar a Ucrania para resistir la agresión rusa en tierra, pero la implicación internacional en la guerra marítima es más limitada”, añadió.
Durante el fin de semana, el presidente ucraniano Volodimir Zelenski pidió al mundo intervenir y solicitó “armas relevantes” que permitan romper el bloqueo.
“Se creará una crisis alimentaria si no desbloqueamos las rutas de Ucrania, no ayudamos a países de África, Europa y Asia que necesitan estos productos”, señaló el presidente.
Pero incluso con estas armas, puede tomar meses o años reactivar el comercio si la guerra sigue en marcha, puesto que las empresas de transporte de mercancías difícilmente enviarán sus buques a una zona en conflicto activo.
Para granjeros como Matuliak que nacieron en la Unión Soviética y gozaron de vínculos “fraternales” con Rusia, la guerra es difícil de asumir.
“Por supuesto que sería bueno si todos estos asuntos pueden resolverse a través de medios diplomáticos y pacíficos. Pero ya hemos visto que Rusia no entiende los valores normales que tiene la gente”, añadió.