Presentada por unos como atajo hacia el apocalipsis y abrazada por otros como solución para obtener energía barata sin apenas CO2, el director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) recuerda que en la conferencia climática COP28 se acordó “acelerar” el despliegue de la energía nuclear.
“El reto que tenemos es descarbonizar, no desnuclearizar”, dice Grossi (Buenos Aires, 1961) en una charla con EFE y otros medios de comunicación, en la víspera de que la AIEA y el Gobierno de Bélgica auspicien en Bruselas la Cumbre de la Energía Nuclear, en la que participarán unos 35 países.
El diplomático argentino subraya que “celebrar una cumbre así es en sí mismo importante” y no solo por “celebrar la energía nuclear”, sino también para intentar resolver algunos problemas, esencialmente de financiación, que encuentran quienes tienen plantas nucleares, quienes pretenden ampliar su parque atómico o quienes quieren acceder a esa tecnología.
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Grossi lamenta que pese al potencial de la fisión nuclear para reducir las emisiones de CO2 que libera la generación eléctrica a través de combustibles fósiles, la nuclear “no tiene el mismo nivel de incentivos financieros y apoyo que otras fuentes de energía” e incluso “se ha proscrito en muchos casos”.
Aunque las renovables crecen a gran velocidad, más del 60% de la electricidad global todavía se produce con combustibles fósiles (un tercio del total con carbón y otro con gas y petróleo), mientras que la nuclear ronda el 10%. Completan el gráfico la hidroeléctrica (15%) y el resto de renovables (15%).
No incluir la energía atómica en los planes de descarbonización está “completamente pasado de moda”, prosigue Grossi, siempre con voz suave y rictus sonriente.
Y lo argumenta tomando como referencia la cumbre del clima de la ONU COP28 celebrada el pasado noviembre en Dubai, en cuyas conclusiones se abogaba por “acelerar la nuclear, no tolerar o vivir con ella”, dice.
Europa nuclear
En la Unión Europea, el debate nuclear divide a los Estados miembros. Un grupo, donde se enmarcan Alemania, España, Austria o Luxemburgo, está claramente en contra de su desarrollo, mientras que otro defiende su potencial, como Francia, Finlandia, Hungría o Rumanía.
“Hoy, ser medioambientalista es ser nuclear”, añade el máximo responsable de la agencia de Naciones Unidas para la energía atómica, que aclara que su función es solo “aportar información” porque “durante mucho tiempo ha habido una narrativa que no se corresponde con la realidad” que describía la nuclear como “muy mala, muy peligrosa”.
También genera incertidumbre la proliferación de las armas atómicas o posibilidad de un accidente nuclear vinculado a un conflicto bélico, como los grandes reparos que ha suscitado la central ucraniana de Zaporiyia desde la invasión lanzada por Rusia.
“El problema es la guerra, no Zaporiyia o cualquier otra central nuclear. Cualquier infraestructura puede ser objeto de un ataque, como el avión malayo”, argumenta Grossi en referencia al conocido como Vuelo 17 de Malaysia Airlines derribado por un misil ruso en 2014 en el marco de la guerra del Dombás (Ucrania).
Otra de las críticas recurrentes es que algunas plantas nucleares proyectadas acumulan importantes sobrecostes y retrasos, extremo que reconoce el jefe de la AIEA, pero que contrarresta diciendo que otras logran estar operativas en “cerca de 5 años o incluso menos”.
También se pueden ampliar las plantas existentes, que se ha considerado “el camino más barato y efectivo” para limitar las emisiones de CO2 ligadas a la generación eléctrica, dice.
“Por ejemplo, en España, cuando tienes reactores que te dan el 20 o el 30% de la electricidad (...), ampliar es lo más fácil”, razona.
En todo caso, Grossi no duda de que la energía nuclear va a crecer, al menos en megavatios generados.
“Veo una tendencia al alza, está muy claro (...). Habrá un incremento, sí, pero quizá no al nivel que se necesita”, dice el diplomático, quien precisa que el crecimiento está asegurado en términos netos “pero habrá que ver en términos porcentuales, incluso si añades los reactores modulares”.
El diplomático recuerda que no se trata sólo de llegar a la descarbonización hacia mitad de siglo, sino de seguir alimentando un sistema productivo bajo en CO2.
“Tienes que conseguir descarbonizarte y luego seguir descarbonizado”, resume Grossi.
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