Cuando al dibujante argentino Joaquín Salvador Lavado le pidieron crear una serie de personajes para publicitar una línea de electrodomésticos, probablemente no imaginó que uno de ellos se volvería un ícono mundial.
El personaje que se encargaría de lograrlo fue una niña de abultado pelo negro que Lavado -conocido como Quino- rescató del material de aquella fallida campaña publicitaria. Su nombre: Mafalda.
Quino murió el miércoles a los 88 años debido a una accidente cerebrovascular, pero Mafalda, que fue editada en 27 idiomas y le valió numerosos premios internacionales, se encargó de que su particular humor y aguda visión trasciendan en el tiempo.
“Se murió Quino. Toda la gente buena en el país y el mundo, lo llorará”, dijo Daniel Divinsky, su histórico editor, en Twitter.
La tira, que narró la vida cotidiana y las reflexiones de esa hija de un típico matrimonio de clase media argentino, vio la luz en el semanario Primera Plana, en 1964. El personaje se convirtió rápidamente en un éxito y su primer libro de compilaciones se agotó en cinco días.
“En Argentina, de mi generación para adelante, todos aprendimos a leer leyendo Mafalda”, dijo en una entrevista con Reuters hace algunos años el dibujante argentino Ricardo Siri, conocido como Liniers, quien comparó a Quino con The Beatles y Chaplin.
Amparado en la inocencia de Mafalda, Quino pudo esparcir a través de su personaje mordaces críticas al autoritarismo de las dictaduras que plagaron a América Latina desde los años sesenta.
“Mafalda es el personaje perfecto, porque si hay algo que tiene Mafalda es que, lo que le viene del mundo adulto, ella lo cuestiona inmediatamente todo está cuestionado por Mafalda”, explicó Liniers, el creador de la tira Macanudo y autor de varias portadas de la revista The New Yorker.
Hijo de andaluces republicanos y socialista confeso, Quino fue también autor de una vasta y aclamada obra de humor gráfico en la que plasmó una ácida lectura de la sociedad y el poder.
Pero fueron las viñetas de la niña las que le abrieron las puertas al reconocimiento global, que incluyó la medalla de la Legión de Honor de Francia y el Premio Príncipe de Asturias de España, ambos en el 2014.
Mafalda fue publicada ininterrumpidamente en distintos medios argentinos hasta que en 1973 Quino dejó de hacerlo. Décadas más tarde, durante la presentación de un libro en México, el dibujante dijo que su decisión se debía a que quería evitar la repetición.
“Pasa lo mismo con muchos artistas. Botero ya me tiene harto con sus gorditos, por ejemplo. Me gusta más Picasso, que cambiaba de estilo a veces varias veces en un día”, explicó en esa oportunidad el dibujante.
El palito de abollar ideologías
La creciente violencia política en Latinoamérica también fue uno de los motivos que hizo que Quino archivara a Mafalda.
Luego del “golpe (de Estado) de Chile la situación latinoamericana se puso muy sangrienta. Si la seguía dibujando me pegaban uno o cuatro tiros”, explicó el dibujante al medio 20 minutos, semanas después de recibir medalla de la Legión de Honor de Francia.
En marzo de 1976, cuando comenzó la última dictadura militar en Argentina, Quino abandonó el país para vivir en Italia.
Cuatro meses después de su partida, miembros de las fuerzas armadas asesinaron a cuatro sacerdotes, a quienes señalaron como miembros de una corriente revolucionaria de la Iglesia católica.
Junto a sus cuerpos, los ejecutores dejaron uno de los dibujos de Mafalda, en el que la niña señala el bastón en la cintura de un policía y dice: “¿Ven? Este es el palito de abollar ideologías”.
Tras el retorno de la democracia a Argentina, Quino alternó su residencia entre Milán, Madrid y Buenos Aires, donde continuó trabajando hasta el 2006, año en el que publicó su última pieza de humor gráfico por las dificultades generadas por un glaucoma.
En el 2004, cuando la edición mexicana de Playboy le preguntó si su vida había sido buena, con su característica acritud Quino contestó: “¿Ha sido buena? ¡Hombre! Comparada con tanta gente que no puede vivir de lo que le gusta, entonces ha sido buena”.