Para incontables chinos, los agotadores confinamientos aplicados para erradicar el COVID-19 han dejado un legado de miseria y sufrimiento. Pero para el presidente Xi Jinping, las restricciones sanitarias son un triunfo.
La política de Xi de cero tolerancia al coronavirus ha sido una herramienta fundamental de su campaña para afianzar su autoridad sobre China y el gobernante Partido Comunista (PCC).
La recta final de la campaña arranca el 16 de octubre, cuando miles de delegados del partido se congregarán en Beijing con motivo de un Congreso legislativo en el que Xi espera asegurar un inédito tercer período presidencial. La cita está prevista hasta el 22 de octubre.
“El legado de Xi y la legitimidad del PCC están ligados al éxito de la campaña de cero COVID”, comentó a AFP Diana Fu, experta en política china del Brookings Institution.
Mientras el resto del mundo pasó a convivir con el COVID-19, Xi se aferró a las políticas draconianas dirigidas a erradicar el virus.
Ese enfoque paralizó en buena medida la segunda economía mundial, ya golpeada por el endeudamiento de su sector inmobiliario y el elevado desempleo juvenil.
Pero Xi insiste en que la política de cero COVID es la ruta más “económica y efectiva”, mientras mantiene políticas que han profundizado el control estatal sobre la vida de los 1,300 millones de habitantes del país.
Pruebas y códigos QR
La parte más visible de la campaña son los confinamientos, a veces con decenas de millones de personas encerradas durante semanas o meses en casa.
En un confinamiento reciente, los habitantes de la megaciudad de Chengdu no pudieron salir ni en medio de un fuerte terremoto.
Y en Shanghái, un cierre de meses provocó escenas de protesta entre la clase pudiente de China.
Las restricciones generales que erosionan la privacidad y limitan la movilidad también han causado enojo y angustia.
Habitantes de varias ciudades deben obtener una prueba negativa de COVID cada cierto número de días para poder acceder a espacios públicos.
Entonces pueden usar sus teléfonos inteligentes para escanear códigos QR con una aplicación en la entrada de oficinas, centros comerciales y restaurantes y llevar sus resultados más recientes.
Un ícono verde en la aplicación del teléfono indica que puede entrar, mientras que si aparece color ámbar o rojo significa que dio positivo o tuvo contacto con un caso positivo.
Eso podría significar desde unos días de aislamiento en casa hasta semanas en un centro de cuarentena.
El sistema también rastrea el movimiento de las personas, exponiéndolas a abusos, como cuando las autoridades fueron acusadas de impedir este año una protesta anticorrupción al poner en rojo el código de los participantes.
Antes de la pandemia, los chinos ya enfrentaban una fuerte vigilancia.
Steve Tsang, director del Instituto SOAS de la Universidad de Londres, dijo que el sistema de monitoreo de COVID estaba “en línea con el modelo de control social” impulsado por Xi.
Sin opción
China argumenta que el cero COVID pone la vida humana por encima de la preocupación material, y que ha ayudado a evitar las crisis de salud pública de otros países.
Las autoridades también expresaron temor de que el virus desbordara el desigual sistema sanitario chino si dejaban que se extienda sin control, especialmente en zonas rurales y envejecidas.
Oficialmente, China ha registrado poco más de 5,000 muertes por COVID-19, comparado con más de un millón en Estados Unidos.
Con la aparición de la variante ómicron, más moderada y de fácil contagio, muchos países reabrieron sus puertas, mientras el costo económico y de salud mental de las restricciones chinas parece más severo.
“Ellos tendrán que abandonar el cero COVID en algún momento”, comentó Jin Dong-yan, profesor de la Escuela de Ciencias Biomédicas de la Universidad de Hong Kong, quien la calificó de “equivocada y contraria a la evidencia científica”.
Inicialmente la política creó un sentido de inercia entre las autoridades de salud, según Allen Wu, profesor de la escuela de medicina de la Universidad de Nanjiang.
“Existe una mentalidad de que hicimos un trabajo maravilloso en 2020 y 2021″ y que “si ahora no hacemos nada y muchas personas se infectan, sería como tirar por la borda todo lo que se alcanzó”, comentó a AFP.
Muchos en China defienden el cero COVID. Fu, del Brookings Institution, indicó que la propaganda estatal ha convencido a la mayoría de la gente de la necesidad de reducir contagios “a cualquier costo humano y económico”.
“Un gran número de ciudadanos chinos aún apoya las medidas draconianas pese al evidente sufrimiento personal”, indicó.
Y si la gente no las apoya, no tiene más opción que aceptarlas.
Ian Jiang, un ingeniero de aviación, pasó 200 días en aislamiento en hoteles durante la pandemia. China mantiene la cuarentena de hasta dos semanas para llegadas del exterior.
Jiang, de 38 años, consideró que la política es “muy inconveniente para mi vida privada”.
“Pero es la política del gobierno chino, no tienes opción”, lamentó.
Sin embargo, no habrá ese tipo de resignación, y mucho menos críticas, cuando Xi ingrese al Gran Salón del Pueblo y reciba los elogios de los delegados del partido en el Congreso de este mes.
“La campaña, independientemente del impacto socioeconómico, seguirá siendo exaltada como un triunfo del socialismo chino”, aseguró Fu.