Durante cierta noche agradable de domingo, los residentes de un elegante complejo residencial en Shanghái tomaron las calles para quejarse de las restricciones de encierro impuestas por su comunidad por el coronavirus. A la mañana siguiente, se les permitió salir libremente.
La historia del triunfo se diseminó rápidamente esta semana en grupos de chat en la ciudad china, generando una pregunta en las mentes de quienes seguían bajo encierro: ¿hacemos lo mismo?
Para el final de la semana, otros grupos de residentes confrontaron a sus directivos en sus complejos y algunos ganaron al menos libertad parcial de movimiento.
Aunque no está claro lo diseminados que están, los incidentes reflejan la frustración que se ha estado acumulando luego de más de siete semanas de confinamiento, incluso cuando el número de nuevos casos diarios ha caído a unos pocos centenares en una ciudad de 25 millones de habitantes.
Los incidentes hacen recordar además el poder de los comités de vigilancia vecinal de China en los que se apoya el gobernante Partido Comunista para diseminar mensajes de propaganda, hacer cumplir decisiones e incluso resolver disputas personales.
Esos comités y los comités residenciales bajo ellos se han vuelto el blanco de las quejas populares, especialmente luego que algunos en Shanghái y otras ciudades se negaron a dejar que los residentes salieran, incluso después del relajamiento de las restricciones oficiales.
Más de 21 millones de personas en Shanghái están ahora en “zonas de precaución”, la categoría menos restrictiva. En teoría, tienen libertad para salir. En la práctica, la decisión es de sus comités vecinales, lo que resulta en un caleidoscopio de reglas arbitrarias.
Algunos son autorizados a salir, pero apenas durante unas horas y con pases especiales emitidos por un día o ciertos días de la semana. Algunos lugares solamente permiten que una persona por hogar salga. Otros prohíben todas las salidas.
“Ya nos han dado al menos tres fechas diferentes para cuándo van a reabrir y ninguna fue real”, se lamentó Weronika Truszczynska, una estudiante universitaria de Polonia que colocó blogs sobre su experiencia.
“El comité vecinal nos dijo ‘pueden esperar una semana, vamos a reabrir probablemente el 2 de junio. Nadie le creyó”, afirmó.
Dos días después de la rebelión del domingo por la noche en el elegante complejo de Huixianju, más de una decena de residentes del complejo donde vive Truszczynska confrontaron a sus administradores en un martes lluvioso.
Los residentes, mayormente chinos, demandaron que se les permitiera salir sin límites de tiempo ni restricciones sobre cuántas personas por hogar podían hacerlo. Luego de que las demandas no fueron satisfechas, algunos regresaron a protestar por segundo día. Esta vez, cuatro policías montaron guardia.
El jueves por la tarde, representantes de la comunidad llamaron a las puertas de cada residente con una nueva política: Escriban sus nombres y número de apartamento en una lista, sométanse a una prueba de temperatura, escaneen un código de barras y ya podrán salir.
“Tenemos la posibilidad de salir porque fuimos lo suficientemente valientes para protestar”, afirmó Truszczynska al hablar de los residentes.
El encierro en Shanghái ha causado además resistencia de personas que han sido sometidas a cuarentena y trabajadores a quienes se obliga a que duerman en sus lugares de trabajo. Videos en redes sociales mostraron lo que dijeron eran empleados de una fábrica operada por Quanta Computer Inc., de Taiwán, tratando de salir a la fuerza de la instalación a inicios de mayo.
La estricta campaña oficial contra el coronavirus ha sido facilitada por un ambiente urbano en el que centenares de millones de personas en China viven en complejos de apartamentos encerrados o barrios rodeados por muros que pueden ser aislados fácilmente.
La línea del frente del gobierno son los comités de barrio, responsables de monitorear a todos los residentes de cada hogar urbano del país y de hacer cumplir las reglas de salubridad pública.
Muchos tienden a actuar con exceso de cautela, conscientes del ejemplo hecho con funcionarios públicos que son despedidos o criticados por fallar en sus deberes de prevención de la pandemia.
La importancia de los comités de vigilancia vecinal se redujo en la década de 1990, a medida en que el Partido Comunista relajó las restricciones al movimiento de ciudadanos, pero los comités han estado resurgiendo con el reforzamiento de los controles de la sociedad bajo el presidente Xi Jinping.
El incidente en Huixianju motivó a otros a protestar. En una serie de videos que circularon esta semana, unas dos decenas de personas marcharon hacia la estación de policía del Camino Occidental de Nanjing, coreando “Respeten la ley, devuélvanme mi vida”.
Los residentes de un complejo en el distrito de Jing’an vieron abrirse las puertas de complejos vecinos en el último mes, pero el suyo permaneció en encierro. El miércoles, una veintena de ellos se congregaron a la entrada, demandando hablar con un representante.
“Quiero entender qué están planeando los líderes del barrio”, dice una mujer en un video del incidente. Otra mujer agrega: “¿Están progresando?”. Un tercer residente señala que ellos deberían ser libres para moverse ahora, teniendo en cuenta que el complejo no ha registrado casos por un buen rato. “¿No dijeron en la televisión que todo se está reabriendo? Lo vimos en televisión”, dijo un hombre mayor.
Al día siguiente, la comunidad emitió pases de un día. Los residentes fueron autorizados a salir por dos horas el viernes, sin que conocieran detalles sobre qué sucedería después. Las autoridades en Shanghái han declarado un plazo en junio para el regreso a la normalidad, pero algunas personas no quieren esperar, empujando los límites poco a poco.
El jueves por la noche, más de una decena de jóvenes se congregaron para un concierto callejero en el mismo distrito en el que ocurrió la protesta del domingo. El video de la última canción, “Mañana será mejor”, fue compartido en redes sociales.
Un auto policial estaba cerca, con sus luces parpadeando. Al terminar la canción, un policía con un escudo facial se acercó al grupo y dijo: “Ok, ya se divirtieron lo suficiente. Es hora de irse”. La muchedumbre se dispersó.