Especialista de Afganistán, el profesor universitario estadounidense Michael Barry insta a las potencias occidentales a mantener una “línea firme” frente a los talibanes y a no permitir concesiones en los “valores universales”, en concreto en el caso de las mujeres afganas.
Barry, cercano al difunto comandante afgano Ahmed Shá Masud y gran conocedor de un país que “recorre desde hace 50 años y habla sus lenguas”, insiste en que las mujeres serán las primera víctimas de las prohibiciones que caerán sobre el país “en el momento en el que se vaya el último avión occidental”, a pesar de las promesas de los talibanes.
PREGUNTA - ¿Por qué es escéptico ante las declaraciones de apertura de los talibanes, en concreto con respecto a las mujeres?
RESPUESTA - Hay un diferencia enorme entre un régimen que acepta la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, que afirma la igualdad absoluta de todos los seres humanos sin distinción de raza, sexo o religión, y un régimen como el de los talibanes que solo reconocen como válida una legislación, la sharia (ley islámica).
Si el gobierno cree necesario permitir que haya algunas mujeres en televisión o trabajando en los hospitales, se trata de concesiones, no son derechos, la diferencia es sustancial. Una “concesión” es inaceptable.
En Kabul pueden hacer concesiones, hablan el idioma de la diplomacia, pero en las provincias será otra historia.
P - ¿En qué se basa su preocupación?
R- Estoy muy preocupado por mis contactos en Herat, de los que no tengo noticias, son universitarios muy calificados que habían recibido amenazas de muerte, según sus últimos mensajes.
También llegaron a mis manos octavillas distribuidas por los talibanes, con su firma, el sello oficial, en los que piden a los notables y a los mulás de las mezquitas rurales que entreguen a las fuerzas talibanas a todas las mujeres jóvenes de 15 años o más, y a las viudas de menos de 45, para llevarlas a Pakistán, a la provincia de Waziristán, para reeducarlas en los verdaderos valores islámicos, y, según dicen ellos mismos, entregarlas a los combatientes talibanes que las merecen más que nadie, para que den a luz a verdaderos musulmanes.
¡Es pura esclavitud! Recuerda mucho a las prácticas de Boko Haram en el Sahel, donde secuestran a mujeres jóvenes para sus soldados.
P- ¿La realpolitik puede imponerse a costa del destino de las mujeres del país?
R- Sí, el gobierno de Kabul hará concesiones a las diferentes etnias, con la condición de que acepten las prohibiciones que caerán sobre las mujeres, que volverán a tener un rol de sumisas, que desaparecerán de la escena pública. Los hombres pueden aceptar esto a cambio del espacio que les dará el gobierno.
Y siempre podremos encontrar interlocutores occidentales que dirán: “¡Vean cuánto cambiaron en estos últimos 20 años, están haciendo concesiones!”. Por desgracia, en la realpolitik actual nos dirigimos hacia una civilización de concesiones. Pero no se puede relativizar con los derechos de las mujeres y la igualdad de todos ante la ley. Significa relativizar la decencia y la dignidad del ser humano.
El movimiento talibán recuerda a la rebelión de los Confederados, los blancos del sur de Estados Unidos que, en 1861, para conservar sus esclavos, se levantaron contra el gobierno de Washington. Era una revuelta antintelectual, ya que la élite intelectual estadounidense había condenado la esclavitud.
En este caso, la esclavitud es la de las mujeres. Los talibanes piden a los hombres de las zonas rurales que “defiendan sus valores y mantengan a las mujeres en su espacio”.
Llegó el momento de quitarse las máscaras y mirar a la realidad de cara. Hay que proclamar: “Lo que hacen es inaceptable, son unos esclavistas y en el siglo 21 no se tolera la esclavitud”. Los Occidentales tienen que mantener este tono de firmeza, porque si nuestros valores fundamentales son atacados así, ya no representaremos nada.