Las naciones en desarrollo que se vieron fuertemente afectadas por las oleadas anteriores de COVID-19 (Brasil, India, Indonesia, entre otras) sólo ahora se enfrentan a la altamente contagiosa variante ómicron que ha estado arrasando durante semanas en Europa y Norteamérica. Con la ventaja de poder observar su evolución en otros lugares, algunos países están modificando las políticas para no eliminar el virus, sino vivir con él.
En cierto modo, la idea no es nueva. En el 2020, cuando comenzó la pandemia, los líderes de México y Brasil rechazaron los confinamientos y las cuarentenas, diciendo que el daño que traerían superaba el riesgo de enfermedad y muerte con que amenazaba el coronavirus.
Fueron ampliamente condenados por su forma de pensar. Pero hoy, con grandes porcentajes de sus poblaciones vacunados, una mejor comprensión del costo de los bloqueos y la naturaleza relativamente leve de ómicron, su antiguo enfoque está ganando nueva vigencia en las economías emergentes de todo el mundo.
En Tailandia, las oleadas anteriores del virus causaron estrictas restricciones que sofocaron la vital industria del turismo, pero esta vez, un bloqueo, incluso parcial, estuvo fuera de discusión.
En cambio, en septiembre, el Gobierno modificó su enfoque general a uno que considera más práctico: tratar el COVID como endémico en el 2022, dijo el director general del Departamento de Control de Enfermedades en Bangkok. Ese es un cambio radical respecto de la estrategia del objetivo “cero COVID” que se adoptó en el 2020.
Indonesia fue uno de los países más afectados durante la propagación de la variante delta en Asia, pero el Gobierno acortó recientemente el período de cuarentena obligatorio para los viajeros entrantes y la vida en el país más poblado del sudeste asiático ha continuado con normalidad, y las oficinas, restaurantes, gimnasios, lugares de culto y transporte público están operando incluso con una mayor capacidad.
Algo similar sucede en la nación más grande de América Latina. Después de ver que los países occidentales redujeron sus tiempos de cuarentena, el ministro de Salud de Brasil siguió el ejemplo y recomendó el lunes una reducción de 10 a siete días para los pacientes asintomáticos. La vida allí se siente relativamente normal y con solo usar una mascarilla se puede hacer casi cualquier cosa.
En Europa, ha comenzado una tendencia similar. El lunes, el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, se convirtió en el primer líder de un país europeo importante en llamar a la Unión Europea a debatir la posibilidad de tratar el COVID-19 como una enfermedad endémica como la gripe.
Aunque el número de casos nuevos en Argentina está en un nivel récord, la ocupación de la unidad de cuidados intensivos y las muertes siguen siendo bajas. Del mismo modo, en Israel, el número de personas “gravemente enfermas” el 4 de enero era de 125, frente a un pico de casi 1.200 hace un año.
La nación ha comenzado a vacunar con una cuarta dosis a las personas mayores de 60 años, el primer país del mundo en hacerlo. Y en India, donde la tasa de inmunización es de alrededor del 45%, las investigaciones de anticuerpos sugieren que la mayoría de la población ya ha tenido COVID, lo que los expertos creen que podría disminuir el impacto de la próxima ola.
Incluso cuando las muertes son bajas, la carga para los hospitales y los sistemas de salud aún puede ser alta, en parte porque la última ola retrasa el tratamiento de otras enfermedades y operaciones. “Si bien los resultados de ómicron en términos de muertes son bienvenidos, hay evidencia significativa que sugiere que aún no estamos fuera de peligro” y que “la cantidad de hospitalizaciones aún podría poner bajo presión a los sistemas de salud”, dijo Tom Moultrie, profesor de demografía en la Universidad de Ciudad del Cabo que analiza los datos del virus en Sudáfrica.
Sin embargo, el impacto relativamente débil de esta variante está llevando a los países a revisar su orientación. “Por ahora, si los Gobiernos sienten que pueden sobrellevar el aumento de las hospitalizaciones, la flexibilización de las medidas puede ser apropiada”, dijo.
Si bien el COVID ha desafiado económicamente a todo el mundo, los mercados emergentes, que tiene grandes sectores de trabajadores informales con condiciones de vida precarias, se vieron más afectados por los bloqueos y cierres.
Esta semana, el Banco Mundial recortó el pronóstico de crecimiento del producto bruto interno mundial del 4.3% al 4.1% e informó que, si bien las economías avanzadas están en vías a acercarse a la producción previa a la pandemia para el 2023, las economías emergentes y en desarrollo seguirán rezagadas.
La fatiga pandémica es un factor adicional para el cambio de enfoque. Se celebraron fiestas de Año Nuevo llenas de gente y sin mascarillas en todo Brasil, y en muchos lugares queda poco capital político para otro confinamiento. “Aquí, la gente vive en una atmósfera como si el COVID ya hubiera pasado”, dijo Atila Iamarino, biólogo con estudios en la Universidad de São Paulo y Yale que se especializa en virología. “Están saliendo, haciendo fiestas, pensando en el carnaval”.
El mensaje del Gobierno federal en México ha sido continuar con la actividad empresarial como de costumbre. El subsecretario de Salud dijo que esta ola ayudará a la nación a alcanzar la inmunidad colectiva más rápido.
El presidente, Andrés Manuel López Obrador, quien acaba de anunciar que se contagió de COVID por segunda vez, señaló que ómicron no parece conducir a una enfermedad grave. Además, la tasa de vacunación en Ciudad de México es notable: 99% de los adultos. Entonces, a pesar del aumento casi histórico en los casos, el país no ha impuesto restricciones de ningún tipo.
Chile, que impuso una de las cuarentenas más draconianas y que también sufrió una de las peores tasas de mortalidad, ni siquiera ha iniciado un debate sobre la reimposición de restricciones. Pero puede que no sea necesario: el 87% del país ha recibido dos dosis y el 58% ha recibido una vacuna de refuerzo. El país ahora está lanzando una campaña para administrar un segundo refuerzo, y el tercero —una quinta dosis—probablemente se administre a partir de mediados de año.
Hay algunas economías emergentes que eligen enfrentar la nueva ola con fuertes restricciones.
Lima y Delhi están bajo toque de queda. En China, millones están confinados y se espera que las restricciones fronterizas duren todo el año. Marruecos ha prohibido todos los viajes internacionales y Malasia suspenderá los permisos de viaje para los peregrinos musulmanes que se dirijan a La Meca para la Umrah este mes. Y el primer ministro de Vietnam ordenó a los funcionarios locales que prohibieran las reuniones públicas, especialmente las celebraciones del Año Nuevo Lunar.
A algunos países han tenido resultados menos efectivos con las vacunas que otros, lo que hace que las decisiones políticas sean más complicadas. En India, donde una ola creciente de infecciones parece estar a punto de establecer récords y el sistema hospitalario tiene una financiación insuficiente que lo limita, los adolescentes apenas comienzan a recibir dosis de vacunas y los niños no están inmunizados en absoluto.
La desinformación y las dudas sobre las vacunas siguen siendo problemas persistentes: en Filipinas, una encuesta realizada en 2021 encontró que el 68% de la población no estaba segura o no estaba dispuesta a vacunarse. Y, en diciembre, Rusia y Vietnam se ubicaron casi al final de una clasificación de resiliencia del COVID de Bloomberg que mide la contención del virus, la calidad de la atención médica y la cobertura de vacunación en las 53 economías más grandes.
Es la ausencia de fiestas públicas lo que realmente ha comenzado a molestar a los brasileños, que han pasado casi dos años sin una celebración de carnaval. Los líderes locales simplemente terminaron con esas esperanzas: la semana pasada, el carnaval callejero fue cancelado, primero en Río de Janeiro y luego en todo el país.
“El carnaval callejero, por su propia naturaleza, hace que sea imposible ejercer cualquier tipo de inspección”, dijo el alcalde de Río en una transmisión web.
El ministro de Salud de Brasil anunció esta semana que ómicron es ahora la variante predominante. La ausencia de restricciones generalizadas en un país que fue epicentro del virus sigue preocupando a algunos especialistas. “La falta de una política nacional de uso de mascarillas, pruebas domiciliarias de fácil acceso o restricciones de movilidad”, dijo el biólogo Iamarino, “dejan a Brasil listo para que sus casos exploten en este momento”.