El líder opositor ruso, Alexéi Navalni, fue encarcelado este 17 de enero hace un año, doce meses en los que el Kremlin ha endurecido hasta límites insospechados la campaña de represión contra la oposición democrática, las organizaciones de derechos humanos y la prensa libre, condenando a muchos disidentes al exilio.
“Hace justo un año regresé a casa, a Rusia. No pude dar un solo paso en mi país como una persona libre. Me arrestaron antes del control de pasaportes”, escribió Navalni en un blog publicado este lunes por la emisora de radio Eco de Moscú.
Envenenado en agosto del 2020 con un arma química de fabricación rusa (Novichok), Navalni, que acusa del intento de asesinato a los servicios secretos rusos, regresó a su país tras varios meses de convalecencia en Alemania.
En un plazo de dos semanas fue detenido, encarcelado y condenado a dos años y medio de cárcel. Comenzaba la odisea del enemigo número uno del presidente ruso, Vladímir Putin.
Una odisea sin final
El propio Navalni, de 45 años, admite que no sabe cuándo concluirá lo que él llama “viaje espacial”, ya que el pasado viernes supo que irá otra vez a juicio por un nuevo caso penal en su contra.
“Y en la cola aún hay otro (caso penal). Uno en el que soy un extremista y terrorista. Así que soy uno de esos cosmonautas (reo) que no cuentan los días hasta el fin de su condena. ¿Qué contar? Algunos ya pasaron 27 años entre rejas”, señaló.
Con todo, el opositor, que convocó las mayores protestas antigubernamentales desde la caída de la URSS y desafió al Kremlin con sonadas denuncias de corrupción y campañas de voto contra el partido del Kremlin, no lamenta “ni por un segundo” el camino emprendido.
“Este es nuestro país y no tenemos otro. El único miedo que debe haber es a dejar que nuestro país sea saqueado por un puñado de mentirosos, ladrones e hipócritas. En Rusia hay mucha gente honesta, decenas de millones de personas. Son muchas más de las que se suele creer”, señaló.
Por ello, después de su primer año en prisión aseguró que puede decir “exactamente lo mismo” que gritó a aquellos que se concentraban junto al tribunal cuando le conducían en el furgón policial.
“¡No tengáis miedo a nada!”, añadió.
Carpetazo de Putin
No hay comparecencia ante la prensa extranjera que a Putin no le pregunten por Navalni, al que nunca cita por su nombre y se limita al término “ciudadano” o a una persona a la que “supuestamente envenenaron”.
“Hemos enviado varias solicitudes de parte de la Fiscalía rusa para que nos entreguen materiales que confirmen el hecho del envenenamiento. Y nada. No hay ni un solo material. Ni uno solo sobre ese Novichok o como le llamen”, dijo Putin a finales de diciembre durante su conferencia de prensa anual.
Recordó que ofreció personalmente al presidente de Francia, Emmanuel Macron, y a la entonces canciller de Alemania, Angela Merkel, “que dejasen ir a nuestros expertos para tomar muestras”.
“Y nada, cero. Así que no hay que hablar de ello. Vamos a pasar esta página si no hay nada que responder”, reiteró.
Represión y exilio de disidentes
Amnistía Internacional (AI) denunció este lunes que el Kremlin ha desatado una “persecución despiadada” contra las estructuras y seguidores de líder opositor ruso, premio Sájarov a la libertad de conciencia del Parlamento Europeo (PE) que tuvo que recoger en diciembre pasado su hija.
“Algunos compañeros de Alexéi Navalni consiguieron huir del país, pero ahora temen que sus familiares en Rusia sean perseguidos y puedan ir a la cárcel. En el año transcurrido desde su detención, la vida de Navalni y la de los activistas políticos vinculados a él se ha convertido en un infierno”, señaló la organización.
Sus correligionarios mantienen que el envenenamiento y posterior encarcelamiento de Navalni abrió una campaña de persecución sin precedentes de todas las voces críticas con el Kremlin, cuyo objetivo inicial era garantizar la mayoría parlamentaria para Rusia Unida en las elecciones legislativas de septiembre.
Si las acusaciones fabricadas impidieron que muchos candidatos opositores participaran en los comicios, la etiqueta de “agente extranjero” maniató a muchos políticos, abogados, periodistas y defensores de los derechos humanos, que en muchos casos tuvieron que cesar su labor y emigrar al extranjero.
La última víctima fue la ONG más antigua de Rusia, Memorial -que defiende la memoria de los represaliados durante la Unión Soviética e incluyó a Navalni en su lista de presos políticos-, liquidada por la Justicia a finales del 2021.
“Si hubiera estado en el comité habría votado por quien apostaban todos. Pero creo que esa persona tiene todo por delante. Hablo, por supuesto, de Alexéi Navalni”, dijo Dmitri Murátov, el director de “Nóvaya Gazeta”, tras recibir en octubre el Nobel de la Paz.