Ese lunes de octubre, los traficantes ni siquiera devolvieron el contenedor. Lo sacaron del puerto francés de El Havre, lo abrieron al lado de una carretera y se llevaron su valioso e ilegal contenido.
“Varios testimonios vieron a unos tipos huir con bolsas de deporte, probablemente llenas de cocaína. No hay ninguna duda de ello”, explica un agente de policía.
“Normalmente, devolvían el contenedor que habían vaciado al puerto. Decían que se habían equivocado. Esta vez lo dejaron todo en ese lugar”, añade.
Dos semanas antes, un grupo de individuos había penetrado en el almacén de tránsito de esta localidad del noroeste de Francia.
Pese a la estupefacción de sus trabajadores, sacaron bolsas de un contenedor y se fueron. Probablemente, era cocaína.
Estas entregas de droga desembocan a menudo en momentos de tensión.El
Así sucedió en abril, cuando unos traficantes chocaron con su auto contra un cordón policial. Los agentes dispararon contra los delincuentes, que tomaron la fuga, aunque uno de ellos fue detenido.
“Esto sucedió en pleno día, en medio de la circulación”, recuerda un agente de Le Havre.
“El tráfico genera tanto dinero que los pequeños traficantes no dudan ni un instante en tomar decisiones peligrosas”, añade.
Estos episodios dignos de una novela negra se multiplicaron en los últimos meses en Le Havre.
El puerto de esta ciudad de Normandía, situado en la desembocadura del Sena, se convirtió en el principal punto de entrada de cocaína sudamericana en Francia
En el 2021, interceptaron hasta 10 toneladas de droga en los tres millones de contenedores que llegaron a El Havre, lo que representó un aumento del 164% en un año, un récord absoluto.
Sobornos para entrar en el puerto
Como sucedió con otras ciudades portuarias en Europa, como la neerlandesa Róterdam o la española Algeciras, el tráfico creciente de cocaína en El Havre atrajo a delincuentes y redes mafiosas.
La actividad de los 2,200 trabajadores del puerto se vio alterada por la corrupción, las amenazas y la violencia.
“No entra en el puerto quien quiere”, explica un policía, quien asegura que “para sacar la droga, los traficantes necesitan tejer complicidades, en primer lugar, entre los estibadores”, un colectivo bien organizado y con una fuerte presencia de sindicatos, como la CGT.
Los nombres de algunos estibadores aparecieron en las escuchas telefónicas de la policía judicial y varios de ellos fueron condenados por “colaborar” con traficantes.
Uno de ellos explicó a su abogado cómo lograron corromperlo: “Antes recuperaba paquetes de tabaco o perfumes para revenderlos y eso me permitía ganar entre 200 o 300 euros cada mes. Pero un día vinieron a verme unos chicos y me dijeron que les sacara unas bolsas y que me pagarían 1,000 euros (cantidad similar en dólares) por cada una de ellas. Así empezó todo”.
La investigación permitió conocer el baremo de sobornos de los narcotraficantes: 10,000 euros por dejar una tarjeta de acceso, 50,000 por desplazar un contenedor y hasta 75,000 para “autorizar” su salida.
Amenazas y secuestros
“Algunos estibadores ceden para ganar más dinero, pero la mayoría lo hacen debido a las amenazas y las presiones”, explica la abogada Valérie Giard, que representa a varios trabajadores del puerto.
“Los traficantes van a verlos a la salida de la escuela o de un café y les enseñan fotografías de su familia. Entonces, les dicen: ‘O haces esto o tendrás problemas’”, añade la letrada.
“Cuando entran en contacto con el tráfico de drogas, ya no logran salir de allí”, lamenta.
Y aquellos que se resisten a estos sobornos suelen sufrir los métodos sin escrúpulos de los narcotraficantes.
A Pierre (nombre cambiado) lo secuestraron en junio del 2018 cerca de su casa. Cuando lo encontraron varias horas más tarde, tenía el rostro hinchado y los gemelos llenos de heridas hechas con un destornillador.
Este estibador, de 54 años, dijo a la policía que sus secuestradores le pidieron varios millones de euros y lo amenazaron diciéndole: “Eres alguien importante y sabemos dónde trabajas. Nos puedes sacar varias ‘cajas’”.
Según confidentes, lo amenazaron ya que “se negó a trabajar” para un traficante.
Unos 20 estibadores de Le Havre fueron secuestrados en los últimos cinco años, según las autoridades.
Miedo en el muelle
“El secuestro de agentes del puerto se convirtió en el deporte local por excelencia”, alerta Giard.
Uno de ellos tuvo un final trágico. El 12 de junio del 2020, apareció el cadáver de Allan Affagard detrás de una escuela de la periferia de la localidad normanda.
Este estibador, de 40 años y afiliado a la CGT, no era un don nadie en el puerto. En el 2018, lo habían imputado por haber facilitado presuntamente la extracción de un contenedor con droga, una acusación que Affagard siempre negó.
Su mujer explicó a la policía que, la noche anterior al descubrimiento de su cadáver, tres hombres encapuchados se lo llevaron por la fuerza de su casa, después de haber denunciado que había recibido “mensajes amenazantes”.
Desde entonces, tres hombres fueron imputados por “asociación delictiva”, pero los sospechosos de este asesinato continúan en libertad.
“La prensa vio en este caso la llegada de la violencia del narcotráfico a nuestras costas”, asegura Guillaume Routel, uno de los abogados de los estibadores.
“Es seguramente exagerado, pero toda la filial de la manutención portuaria se siente en peligro”, añade.
“Todo el mundo está ansioso en el puerto”, reconoce Alain Le Maire, delegado de la CGT de los agentes aduaneros de Le Havre.
“Los traficantes nos observan con prismáticos o con drones. Ahora, cuando controlamos un contenedor, lo hacemos protegidos por otros compañeros armados con fusiles de asalto”, afirma.
“Una presión enorme”
Tras la conmoción provocada por el caso de Affagard, se reforzó la seguridad en el puerto.
“La seguridad y la protección son nuestras principales preocupaciones”, destaca la dirección de esta infraestructura, que destinó un millón de euros para instalar nuevas cámaras, reforzar los sistemas de acceso y aumentar el número de guardias de seguridad.
El tráfico, sin embargo, continúa y más de 8,5 toneladas de cocaína fueron interceptadas en el 2022 en Le Havre, según el cálculo de un policía.
“Se han hecho avances, pero no podemos engañarnos. El puerto continúa siendo un lugar de paso de la droga”, afirma resignado un agente aduanero.
“Ahora hay una menor complicidad por parte de los estibadores. Han entendido que se trataba de gente más fuerte que ellos”, explica un policía.
“Pero la presión continúa siendo enorme y pesa sobre todos los actores del puerto. Si no vigilamos, podríamos encontrarnos en la misma situación que Amberes o Róterdam”, advierte.
Esta posibilidad genera una gran preocupación en Francia, teniendo en cuenta que una red mafiosa marroquí es sospechosa de haber ejecutado a un periodista y un abogado en la ciudad portuaria neerlandesa, mientras que en la belga los traficantes amenazaron a un ministro de Justicia.
“La situación todavía puede empeorar aquí”, reconoce el fiscal de Le Havre, Bruno Dieudonné.
(Con información de AFP)