Ni siquiera el dinero del multimillonario Carlos Slim puede hacer mucho por Acapulco.
A lo largo de las playas de la ciudad, donde en otra época estrellas de Hollywood y millonarios vacacionaban creando una embriagadora mezcla de dinero y glamour, los hoteles y edificios de apartamentos lucen lúgubres. La mayoría de estos están abandonados, sin fachadas y con piscinas llenas de escombros.
El panorama es desolador después de que el huracán Otis arrasara la ciudad en octubre como una tormenta de categoría 5, dejando al menos 50 muertos y un costo económico estimado en unos US$ 20,000 millones.
Las compañías de seguros solo han pagado 9,000 millones de pesos (US$ 530 millones) a los propietarios, según cifras del Gobierno, mientras que la inversión privada no ha llegado a cubrir las necesidades de recuperación de la ciudad. Slim buscó la ayuda de otros para invertir en Acapulco, pero hasta ahora ha tenido poca suerte. Al menos uno de ellos se negó sin dejar lugar a dudas.
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Los banqueros que acudan esta semana al puerto para asistir a la Convención Bancaria —el mayor acontecimiento anual del sector financiero en México— se alojarán lejos de la playa, en el hotel Palacio Mundo Imperial y no en el emblemático hotel Princess, con forma de pirámide y situado a pie de playa, que quedó destruido en gran parte por la tormenta.
La capacidad hotelera es ahora menos de la mitad de lo que era, según Francisco Madrid, director del Centro de Investigación Avanzada en Turismo Sostenible de la Universidad Anáhuac de Cancún.
Más de la mitad de los semáforos de la ciudad no funcionan, las calles están llenas de basura y las carreteras arrasadas han dejado algunas zonas inaccesibles. Muchos restaurantes de lujo están cerrados, y la Marina sigue llena de yates medio hundidos y otros escombros.
La destrucción redujo los esfuerzos de fumigación, y los enjambres de mosquitos están causando un brote de dengue. Tras el huracán, las pandillas saquearon cientos de tiendas y siguen teniendo el control en amplias zonas de la ciudad, sobre todo fuera de las áreas turísticas.
“El proceso de recuperación parece ir más despacio de lo que se esperaba”, afirma Chuck Watson, modelador de catástrofes de Enki Research en Savannah, Georgia. “El dengue y los continuos problemas de delincuencia y corrupción en el proceso de reconstrucción significan que la recuperación se retrasará y será arriesgada durante algún tiempo”.
Antes de la llegada de Otis, el apogeo de Acapulco ya era cosa del pasado. Conocido en las décadas de 1940 y 1950 como el paraíso de celebridades de Hollywood como Rita Hayworth y Elizabeth Taylor, y lo bastante glamoroso como para servir de escenario a la serie de televisión Acapulco H.E.A.T. en la década de 1990, en años más recientes se vio eclipsado por destinos de playa como Cancún, Mazatlán y Puerto Vallarta para turistas extranjeros.
Acapulco se convirtió en un destino más popular, dirigido a familias de clase media que se alojaban en hoteles modestos y a mexicanos adinerados que hacían el viaje de cuatro horas en auto desde Ciudad de México los fines de semana, pero que no solían aventurarse más allá de las playas.
Existe ahora la esperanza de que la tormenta brinde la oportunidad de recuperar parte del antiguo esplendor de Acapulco con nuevos hoteles y atracciones.
Slim, la persona más rica de México, está renovando su hotel Calinda Beach en Acapulco, dañado por la tormenta. También ha colaborado con esfuerzos del sector privado para apoyar a la ciudad, organizando brigadas para recoger los escombros y poniendo a disposición a cientos de trabajadores del Grupo Carso para reconstruir la infraestructura de comunicaciones.
“El dueño quiere mucho a Acapulco y ha invertido mucho en Acapulco”, dijo Javier Mestiza, director general del hotel. “Le ve mucho potencial”.
Jorge Pérez, el multimillonario fundador de la promotora Related Group, con sede en Miami, dijo que la familia Slim se puso en contacto con él para invertir en Acapulco. Related, una fuerza dominante en el sector inmobiliario de Florida, se ha expandido en los últimos años a proyectos de alta gama en todo México, incluidos Ciudad de México, Cancún y Puerto Vallarta.
Para Pérez, reconstruir Acapulco llevará mucho tiempo y puede que en última instancia no resuelva algunos de sus antiguos problemas. Dijo que en el pasado Related vendió terrenos que poseía en Acapulco porque esa región se había convertido en “un mercado bajo, y no podíamos hacer un diferencial”.
“En este momento -y eso podría cambiar- pero en este momento no estamos involucrados”, dijo.
Un portavoz de Slim declinó hacer comentarios.
Mundo Imperial, una empresa de capital cerrado propietaria de tres hoteles de alta gama en Acapulco, está gastando más de US$ 130 millones en renovaciones y reparaciones. El grupo controla el 70% de las habitaciones de cinco estrellas de la ciudad, y actualmente opera a más del 70% de su capacidad.
“Acapulco va a regresar mejor que nunca”, declaró en una entrevista Seyed Rezvani, director ejecutivo. “Vamos a tener un Acapulco sostenible, con mejores instalaciones para todos los hoteles”.
Es probable que se hable de reconstrucción en la conferencia bancaria, en la que los candidatos presidenciales, incluida la favorita Claudia Sheinbaum, harán acto de presencia antes de las elecciones de junio. El Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador dijo en noviembre que planeaba gastar unos 61,300 millones de pesos (US$ 3,400 millones) para ayudar a la reconstrucción.
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Mientras los esfuerzos de recuperación se concentran en los hoteles más lujosos, el día a día de los más pobres es muy diferente, ya que muchos de ellos aún no logran reconstruir sus casas destruidas.
Ofe Quirós, que vende joyas de plata en la plaza central de Acapulco, dijo que recibió un subsidio de 35,000 pesos del Gobierno, pero que este no fue suficiente para pagar el arreglo del techo y una pared de su casa.
“Dependemos del turismo, y la gente no está volviendo como antes”, dijo Quirós.
Manuel Athie, agente inmobiliario de la promotora Ayya Inmobiliaria, afirma que hay una gran demanda de apartamentos de lujo en buen estado, en parte de aquellas personas cuyos condominios quedaron destruidos por la tormenta. Su empresa gestiona cinco proyectos en Acapulco y tiene previsto iniciar la construcción de otros dos en los próximos seis meses.
“Con todos los edificios que quedaron destruidos, la demanda de nuevos departamentos va a ser mucho más alta”, afirma Athie. “Si somos una de las pocas compañías que ofrecen departamentos, tendremos una gran ventaja”.
Grisanta Sánchez, una mujer de 65 años que vende sombreros de playa a los turistas, se esfuerza por igualar su optimismo. Un día pasó más de seis horas deambulando por la arena, en una playa casi vacía, buscando en vano a alguien interesado en comprarle su mercancía.
“Me voy hoy otra vez sin vender nada”, se lamenta.
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