Mientras un emblemático centro turístico mexicano quedaba devastado por un sorpresivo huracán, el presidente del país estaba, literalmente, atascado en el barro.
Calzando botas pesadas, Andrés Manuel López Obrador salió de su automóvil y caminó por el barro hasta un vehículo militar, que avanzó solo unos metros antes de quedar también atorado. Así, el hombre de 69 años empezó a caminar unos cuatro kilómetros hacia Acapulco, mientras pedía a los periodistas que dejaran de seguirlo, informaron medios locales.
La fuerza inesperada y violenta del huracán Otis había también tomado desprevenido al presidente la noche anterior.
López Obrador advirtió de la tormenta en las redes sociales menos de cinco horas antes de que tocara tierra, luego de haber crecido repentinamente hasta convertirse en el huracán más fuerte que azotara el país en décadas. Ahora, el muy popular López Obrador enfrenta uno de los desafíos más grandes de su presidencia: organizar la respuesta a una catástrofe que ha causado al menos 27 muertos y cuatro desaparecidos.
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A López Obrador, conocido como AMLO, le queda menos de un año de su mandato único de seis años, pero su popularidad (que ronda el 60%) es crucial para las posibilidades de su protegida, la ex jefa de Gobierno de Ciudad México, Claudia Sheinbaum, en las elecciones de 2024.
La principal oponente de Sheinbaum, la senadora de la oposición Xóchitl Gálvez criticó el fracaso de la evacuación de la ciudad, al tiempo que insistió en que no quiere politizar la tragedia.
“Primero, sí me parece que hay una irresponsabilidad del Gobierno en no haber avisado a la población”, dijo a los periodistas el jueves. “Creo que no es momento de echar culpas, es el momento de cerrar filas todos los mexicanos, de dejar la división y de concentrarnos en Acapulco”.
Por su parte, Sheinbaum suspendió su gira de campaña por México y se centró en recolectar recursos y donaciones para ayudar a las víctimas del huracán.
Presidencia de teflón
A lo largo de su presidencia, López Obrador ha sido astuto para esquivar las consecuencias de grandes escándalos y catástrofes, desplegando una combinación de politiquería y cálido encanto para minimizar las controversias y repartir culpas.
Cuando en 2020 aparecieron videos de su hermano manejando fajos de dinero en efectivo, López Obrador dijo que se trataba simplemente de donaciones “del pueblo” para pagar pequeños gastos de campaña.
Ante las críticas por un accidente del metro de la Ciudad México que mató a 26 personas en 2021, estas fueron desviadas de sus aliados que dirigían la ciudad en ese entonces para recaer sobre el hombre más rico de México, cuya empresa construyó la línea de metro colapsada. Además, el mandatario salió políticamente ileso de la pandemia pese a que el país sufrió uno de los brotes de COVID-19 más mortales del mundo.
También es cierto que el rápido aumento de potencia del huracán Otis fue difícil de predecir, lo que tomó por sorpresa a los servicios de emergencia y a los meteorólogos e impidió evacuaciones oportunas.
En Acapulco, sin embargo, los más afectados serán los de la propia base política de López Obrador: los miles de personas de clase trabajadora cuyas casas quedaron destrozadas y que no cuentan con un seguro al cual recurrir porque, para empezar, viven en condiciones precarias. La mayoría de estas personas también se quedará sin trabajo, ya que el sector turístico que impulsa la ciudad quedó devastado tras los vientos de 265 kilómetros por hora de Otis.
Pero, curiosamente, López Obrador —normalmente un maestro del teatro político— no se quedó para posar para las fotografías de él mismo ayudando entre los escombros. En su lugar, regresó a Ciudad de México en helicóptero. El viernes agradeció a las personas que lo llevaron por el camino para llegar a Acapulco a pesar del bloqueo de la carretera.
El público esperaba que AMLO apareciera más rápido en la zona cero del desastre. Aunque el mandatario dijo que las condiciones no le permitían volar y que la falta de señal afectaba las comunicaciones en la mayor parte de la ciudad, su ausencia podría golpear la imagen de su Gobierno en los meses cruciales previos a las elecciones, dijo Juan Carlos Villarreal, profesor de ciencias políticas en la Universidad Autónoma del Estado de México.
“Esperarías que el presidente esté en el epicentro del conflicto, pudo haber llegado en helicóptero”, dijo Villareal. “Todo esto hace un coctel que puede convertirse en un problema mayúsculo para el fin del Gobierno de Andrés Manuel”.
El mayor desafío para reconstruir Acapulco será la logística, especialmente para un Gobierno cuyos grandes proyectos han superado sistemáticamente los límites presupuestarios y los plazos, dijo Valeria Moy, economista con experiencia en respuesta a desastres tras trabajar en el sector de seguros. El hecho de que el Gobierno haya tardado un día en comenzar a publicar el número de muertos es una mala señal, afirmó.
“Lo primero que hay que hacer automáticamente es un censo rápido y una evaluación de daños”, dijo Moy, directora del centro de estudios Instituto Mexicano para la Competitividad. “Lo que han mostrado es ser muy poco eficientes para muchas cosas y creo que eso es el problema”.
Fibra sensible
El huracán Otis ha tocado una fibra sensible para López Obrador. Acapulco ya era símbolo de un fracaso político que Gálvez ha criticado constantemente: la violencia política que ha empeorado recientemente en un estado gobernado por una aliada cercana de AMLO. El fracaso en materia de seguridad ha agravado el declive de un puerto icónico que pasó de ser un lugar de moda para estrellas de Hollywood en las décadas de 1960 y 1970 a convertirse en una de las ciudades más peligrosas del mundo.
Salvar Acapulco y sus alrededores en ese entorno será complejo, afirmó Moy.
“Guerrero es uno de los estados más pobres del país, es un estado cooptado por el narco. No me imagino la reconstrucción en un estado en el que tienes al narco controlando parte de la actividad económica”, dijo.
Si bien parte de la reconstrucción correrá a cargo de los seguros privados del sector turístico, es probable que López Obrador, conocido por su austeridad, tenga que recurrir a líneas de crédito gubernamentales. Se calcula que los daños oscilan entre los US$ 10,000 y US$ 15,000 millones, pero el Gobierno solo dispone de apenas una décima parte de esa suma en su fondo de ayuda para casos de desastre.
López Obrador ya ha ido en contra de su naturaleza al proponer el mayor déficit presupuestario en 36 años para 2024, en un esfuerzo por terminar un puñado de grandes proyectos en su último año en el cargo. El jueves, el presidente dijo que cuando el pueblo mexicano está necesitado, “no hay límites” a lo que el Gobierno puede gastar.
Sin embargo, ni siquiera el dinero permitirá reactivar automáticamente uno de los destinos turísticos más grandes de México en temporada alta y, para la población de menos recursos, el acceso a un seguro no es una opción.
“Es una pérdida importante para las personas, para los pequeños negocios”, dijo Mauricio González, economista que trabajó en la Secretaría de Hacienda cuando el gran terremoto de 1985 azotó la Ciudad México. “Por la pérdida de los negocios, va a tardar en normalizarse la vida económica de la ciudad”.
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