La compra de México por US$ 60,000 millones de las plantas de gas natural y un parque eólico de la compañía eléctrica más grande de España es una advertencia para las empresas internacionales, al tiempo que el Gobierno proclama la victoria de su agenda energética nacionalista.
El presidente Andrés Manuel López Obrador calificó su trato con Iberdrola S.A. como una “nueva nacionalización” de México, en tanto que el anuncio llega después de años de enfrentamientos entre él y la firma española que vio estancados muchos de sus proyectos en el país.
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El resultado plantea dudas sobre si otras empresas energéticas extranjeras podrían enfrentar batallas similares en medio de un impulso del Gobierno para concentrar el poder en manos del Estado. Enel SpA, Engie SA y Acciona S.A. se encuentran entre las firmas extranjeras con operaciones en México.
“La elección de palabras y mensajes es deliberada”, dijo Juan Padilla, director gerente de la consultora de energía IPD Latinoamérica, y agregó que tales movimientos podrían estar enviando intencionalmente una advertencia a las empresas extranjeras en medio de prolongadas disputas comerciales con Estados Unidos sobre la política energética.
“El mensaje principal para los inversionistas del sector privado, al menos en el lado de la electricidad, ciertamente no es bueno”.
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Otros ven el acuerdo como un alivio de la presión sobre las empresas privadas porque la compra de Iberdrola le da a la empresa de servicios públicos de México, Comisión Federal de Electricidad, una posición dominante en el mercado con el 55% de la generación total de energía, cumpliendo así con la agenda eléctrica de AMLO, como se conoce al presidente mexicano.
AMLO anunció el acuerdo como histórico, aunque algunos se preguntan si es la mejor opción dadas las ambiciones de energía limpia de la nación. La compra requerirá que México invierta dinero en plantas antiguas en lugar de invertir en proyectos de energías renovables, dijo el consultor energético Severo López Mestre.
“Este acuerdo es una malla compleja con alta rentabilidad política por un lado, muy alta rentabilidad comercial por el lado de Iberdrola y baja rentabilidad para el sector energético en México “, dijo.
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