Antes de la guerra no se conocían, pero el destino de sus hijos en el frente unió sus vidas. Olena y Olga son madres de soldados, uno fallecido en el frente sin que el hijo de su amiga pudiera salvarle la vida.
Juntas acuden a la tumba de Dmytro, el hijo de Olena, en el cementerio de la ciudad ucraniana de Dnipro, en la parte donde descansan los militares fallecidos desde que comenzó la invasión rusa.
Son tumbas de tierra con cruces, algunas de fallecidos en combate aún sin identificar, con coronas de flores algunas, otras sin apariencia de que alguien las cuide, en un añadido a la parte del cementerio donde ya desde el 2014 comenzaron a enterrar a los caídos en el conflicto del Donbás, en el este de Ucrania.
Sus hijos
Dmytro tenía 26 años, recuerda su madre Olena de 46, que explica que falleció en un combate en la zona de Donetsk cuando luchaba con el 98 batallón de las fuerzas ucranianas conocidas como Defensas Territoriales.
Voluntarios que como su hijo se alistaron nada más empezar la invasión rusa el pasado 24 de febrero, igual que Mykyta, el hijo de Olga.
“Fue su decisión, sin tener miedo”, subraya Olena, que el primer día de la invasión vio en los ojos de su hijo “la determinación de tomar las armas para defender la patria”. “Si no vamos, quién nos defenderá”, recuerda que le dijo antes de salir hacia al frente.
Mykyta y otros compañeros que estaban juntos en el frente intentaron ayudar a Dmytro cuando resultó herido en un ataque con misiles, pero en una nueva explosión de “bombas de racimo” algo le golpeó en la cabeza y les fue imposible, relata Olena.
Los dos trabajaban en la misma fábrica de cerveza en Dnipro y juntos fueron al frente con otros tres amigos.
Dmytro recibió a título póstumo una medalla como héroe de su país, concedida por el presidente de Ucrania, Volodímir Zelensky, tras haber destruido dos tanques rusos.
Es el más alto honor que puede recibir un ucraniano, comenta orgullosa su madre, confiada en que tras la guerra las Fuerzas Armadas ucranianas puedan adecentar las tumbas en esta parte del cementerio donde se han ido improvisando.
Para que se vean igual que las de al lado, donde descansan los caídos desde el 2014, que tienen lápidas, con la imagen de cada soldado, y en la mayoría de ellas ondea a su lado una bandera ucraniana.
“Nunca lo abandonaron”
Olga, por su parte, comenta las paradojas de la guerra, pues su esposo se formó como militar hace años en Rusia y ahora Ucrania lucha contra su vecino.
La mujer, de 54 años, señala que sus hijos estaban juntos durante la batalla, acompañados de los otros tres amigos.
La madre subraya que fueron al combate tras recibir un “buen entrenamiento” militar aquí en Dnipro, una ciudad industrial con cerca de un millón de habitantes, en el sureste de Ucrania.
Aquí les “les enseñaron a luchar”, recalca, pues aprendieron a utilizar armas contra tanques, como lanzagranadas.
Los otros cuatro volvieron al combate después, porque pese a intentarlo, les fue imposible salvar la vida de su amigo, porque “nunca lo abandonaron”, concluye.
Al fondo una mujer llora junto a la tumba de su hijo, lamentando que otros no tienen a nadie que pueda venir a su sepultura, porque aún no les ha podido identificar o porque sus familiares quedaron en zonas ocupadas por tropas rusas.
Y al lado está preparada otra hilera de hoyos para enterrar a soldados caídos en una guerra que dura ya más de cien días.