El expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva mantiene su amplia ventaja en las encuestas de intención de voto para las elecciones presidenciales de octubre del 2022 en Brasil, que vencería con 44% de los votos, según una encuesta divulgada por la firma Datafolha.
El líder socialista y dirigente del Partido de los Trabajadores (PT) prácticamente dobla en intención de voto al actual jefe de Estado de Brasil, el líder ultraderechista Jair Bolsonaro, quien aspira a la reelección y al que el sondeo de Datafolha le atribuye el 26% del favoritismo.
El nuevo sondeo de Datafolha, que escuchó a 3,667 electores entre el lunes y el miércoles de esta semana en 190 ciudades del país y tiene un margen de error de dos puntos porcentuales, prácticamente no mostró variaciones con respecto a una encuesta realizada por la misma firma en julio pasado.
Mientras que la intención de voto de Lula bajó ligeramente desde 46% en julio hasta 44% en setiembre, la de Bolsonaro subió desde 25% hasta 26%.
El sondeo mostró que el país sigue polarizado entre el líder ultraderechista y el izquierdista a poco más de un año de las elecciones presidenciales y que ninguno de los candidatos de centro, que intentan construir una tercera vía, tiene viabilidad.
En el tercer lugar en la encuesta aparece Ciro Gomes, dirigente del Partido Democrático Laborista (PDT) y que fue el tercero más votado en las presidenciales del 2018, con un 9% de intención de voto, y le sigue el actual gobernador de Sao Paulo, Joao Doria, posible aspirante por el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), con el 4% del favoritismo.
Sin segunda vuelta
Según la encuesta, si las elecciones fuesen hoy, Lula sería elegido presidente sin necesidad de una segunda vuelta debido a que tiene una intención de voto que supera a la de todos los demás candidatos juntos (tendría más del 50% de los votos válidos).
Sin embargo, en caso de una posible segunda vuelta entre Lula y Bolsonaro, el expresidente brasileño (2003-2010) se impondría con el 56% de los votos (menos que el 58% medido en julio) al líder ultraderechista, con el 31% (igual porcentaje que en julio).
Según Datafolha, los dos líderes en las encuestas son precisamente los candidatos con mayores índices de rechazo.
Mientras que el 59% de los electores afirma que no votaría en ninguna hipótesis por Bolsonaro, un 38% dice lo mismo de Lula.
La tasa de rechazo de Ciro Gomes es de 30%, la de Joao Doria de 37%, la de José Luiz Datena de 19% y la de Eduardo Leite de 18%.
El dirigente del PT, que era el preferido en las encuestas para las presidenciales del 2018, no pudo disputar las pasadas elecciones debido a que había sido condenado en dos procesos por corrupción por jueces de segunda instancia y estaba en la cárcel.
Lula quedó habilitado para disputar las presidenciales del próximo año luego de que la Corte Suprema anulara las dos condenas que le habían sido impuestas por considerar que el entonces juez Sergio Moro, responsable por los procesos y con foro en la ciudad de Curitiba, no tenía competencia para juzgar al exjefe de Estado y que los casos tenían que ser asumidos por un magistrado de Brasilia.
En las últimas semanas, con su principal adversario político como favorito para las presidenciales, Bolsonaro ha asegurado que el sistema de votación electrónico de Brasil no es seguro y que puede sufrir fraudes, y hasta ha dado a entender que puede no reconocer el resultado del escrutinio.
El liderazgo de Lula en las encuestas de intención de voto coincide con la subida de la reprobación del Gobierno de Bolsonaro a niveles récords. Según una encuesta que Datafolha divulgó el jueves, la tasa de reprobación del actual gobernante llegó a un 53%, la más alta desde que asumió el poder, el 1 de enero del 2019.
El sondeo registró un aumento de dos puntos porcentuales en esos índices de rechazo respecto al pasado julio, lo cual Datafolha atribuyó al impacto negativo de masivas manifestaciones alentadas por Bolsonaro este mismo mes y tildadas por casi todos los sectores políticos como “antidemocráticas”.
En esas protestas, parte de la multitud pidió una “intervención militar” y la “disolución” del Parlamento y la Corte Suprema, con los que Bolsonaro generó un grave conflicto institucional.