Los disidentes y oligarcas han dejado paso ahora a pacifistas, familias con hijos e informáticos. Varios cientos de miles de rusos, según diversas estimaciones, han emigrado desde el inicio de la campaña militar en Ucrania.
“¿Aún no te has ido?”, comentó la secretaria de una agencia de traducción frente a una montaña de pasaportes compulsados de ciudadanos rusos y extranjeros a punto de abandonar el país.
Ya no hay un perfil definido del exiliado, aunque muchos son rusos que rechazan categóricamente la llamada “operación militar especial” lanzada por el jefe del Kremlin, Vladímir Putin, quien subrayó la necesidad de “purificar” la sociedad rusa de los miembros de una supuesta “quinta columna”.
Éxodo masivo
“Cada ciudadano ruso debe tener derecho a elegir. Si quiere vivir en otro país, eso va perfectamente en línea con nuestra legislación”, afirmó Serguéi Lavrov, ministro de Relaciones Exteriores ruso.
Mientras las autoridades están convencidas de que “una parte importante regresará” al fin de la contienda, los rusos emigran a Georgia, las repúblicas bálticas, Turquía, Israel o Finlandia.
“Ya no aguanto más. La presión informativa es insoportable. Tengo muchos amigos en Ucrania. El otro día llamé a uno de ellos y me respondió desde el refugio antiaéreo”, respondió un conocido periodista moscovita que decidió abandonar el país.
Sus padres, de origen judío, nacieron en Odesa, el principal puerto ucraniano en el mar Negro y ahora bloqueado por la Armada rusa. “No sé si volveré. No se lo digas a nadie. Aún no lo he hecho público”, agregó.
Según la prensa, los rusos y ucranianos que cruzan la frontera son cuestionados amablemente por los agentes de aduanas sobre los motivos para abandonar Rusia y su opinión sobre el Kremlin. Y es que los rusos que critican la campaña militar o a Putin desde el exterior son considerados unos “traidores”.
También hay matrimonios mixtos en los que uno tiene origen ucraniano, rusos con doble ciudadanía o residencia en el extranjero, padres con hijos en edad militar o periodistas que huyen de la censura militar.
“No puedo seguir viviendo aquí, pero tampoco quiero dejarlo todo atrás, mi trabajo, mi casa, mis hijos. ¿Qué hacer?”, se pregunta una mujer nacida en Moscú, pero con raíces españolas.
Sangría cibernética
Uno de los sectores en los que la sangría es más evidente es el sector de las tecnologías de la información. La restricción de las libertades fundamentales en la red -recientemente fueron prohibidos Facebook e Instagram-, las sanciones occidentales y la búsqueda de nuevas oportunidades son un acicate.
“Desde el punto de vista humano, me dan pena, ya que se encuentran en una situación difícil. Entiendo los motivos por los que quieren encontrar su lugar bajo el sol. Sus negocios son internacionales y nos han cortado por todas partes”, admitió Dmitri Medvédev, subjefe del Consejo de Seguridad de Rusia.
Decenas de miles de informáticos ya cruzaron la frontera en las primeras cinco semanas de guerra y, según la prensa local, se avecina una segunda ola migratoria.
El principal buscador ruso, Yandex, ya nota en propias carnes el descontento de parte de su plantilla. Varios miembros de su consejo de dirección dejaron sus cargos debido a la censura en su servicio de noticias.
En un intento de frenar el éxodo, el Gobierno ha reaccionado ofreciendo diferentes beneficios al sector, entre los que figura la exención del servicio militar obligatorio y la concesión de hipotecas en condiciones ventajosas.
“Espero que el Estado logre minimizar el daño y que la mayoría de los especialistas de tecnologías de la información se quede en el país y que podamos retenerlos. Ese es el problema”, admitió Medvédev.
Los famosos allanan el camino
La pauta también la marcaron personalidades de la cultura y el espectáculo. Uno de los casos más llamativos fue el de Chulpán Jamátova, quizás la actriz de teatro más respetada de este país y que saltó a la fama en el 2003 con su papel en la película “Good Bye Lenin!”.
“Tengo miedo a volver, me han dado a entender que regresar es peligroso. Ahora estoy en Riga. Lo que sé es que no soy un traidora”, dijo.
Admitió que para volver a Moscú tendría que “dejar de decir que esto es una guerra y una tragedia. Mentirme a mí misma y a todo el mundo, vivir en una mentira. Eso, en el mejor de los casos, si no me obligan a llamar negro lo que es blanco”.
También dejó el país el ex viceprimer ministro y actual asesor del Kremlin, Anatoli Chubais, uno de los funcionarios rusos más odiados por los rusos, ya que fue el padre de la privatización postsoviética.
La noticia dejó en mal lugar al Kremlin, pues Putin firmó su destitución una vez Chubais ya había abandonado el territorio nacional.
De hermanos a enemigos
“Mi vida ha dado un vuelco. Esto es una catástrofe humanitaria. Ahora no puedo volver a Rusia ¿Cómo mirar a los ojos de la gente? De hermanos eslavos hemos pasado a enemigos”, comentó, por su parte, una actriz cómica rusa con residencia en España.
La operación rusa le cogió en Kiev, donde había sido invitada a un programa de la televisión ucraniana.
“Es muy extraño estar en un país ocupado por Rusia. Vi cómo odiaban a los soldados rusos. Vi a gente normal preparando cócteles molotov. Siento vergüenza, ya que muchos rusos ven la operación como algo justo”, confesó apesadumbrada.