Los principales responsables de las políticas económicas del mundo creen que tendrán que evitar los dos conflictos que convulsionan la política global —las guerras en Ucrania y Gaza— para lograr avanzar en otros temas en la cumbre del G20 que se celebra esta semana en Brasil.
Hay mucho más de qué hablar. Mientras el país anfitrión está impulsando ambiciosos planes sobre desigualdad y cambio climático, los ministros de finanzas quieren abordar el comercio y los impuestos corporativos, y los banqueros centrales, discutir los flujos de dinero transfronterizos y la complicada última fase de la lucha contra la inflación mundial.
En un artículo publicado el lunes en el blog del Fondo Monetario Internacional, su máxima directiva, Kristalina Georgieva, calificó la reunión de São Paulo como “una gran oportunidad para dejar atrás la lucha contra choques sucesivos a favor de una agenda de mediano plazo”.
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El problema es que a un mundo cada vez más polarizado le resulta difícil mirar más allá de algunos de esos impactos, especialmente porque las respuestas a las guerras en Ucrania y Medio Oriente están exacerbando la división entre los países más ricos y los emergentes.
El conflicto de Gaza estuvo presente en la reunión de ministros de Asuntos Exteriores del G20 celebrada la semana pasada en Río, en medio de una disputa entre el país anfitrión e Israel, después de que el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, comparara el comportamiento del Estado judío con la Alemania nazi. Para ilustrar cómo la guerra está agitando la política interna en todo el mundo, el predecesor de Lula, Jair Bolsonaro, fue fotografiado en una manifestación de protesta el domingo besando la bandera israelí.
Las repercusiones económicas mundiales de la turbulencia en Medio Oriente se han contenido en gran medida hasta ahora, aunque eso podría cambiar si una escalada hace subir los precios del petróleo, o si el transporte marítimo del mar Rojo sufre más ataques que obliguen a una costosa desviación del comercio mundial. Esta semana, para los encargados de finanzas, la guerra de Rusia en Ucrania, que acaba de entrar en su tercer año, puede ser el mayor obstáculo.
Mantener a Ucrania separada
Un plan que está surgiendo para cubrir las brechas es que el bloque de economías desarrolladas liderado por Estados Unidos —que ha sido el más firme en condenar la invasión rusa y aplicar sanciones punitivas— aborde el impacto de esa guerra en una declaración separada, según funcionarios de varias delegaciones.
Esto podría adoptar la forma de una declaración del grupo de naciones avanzadas del G7, que se reúne el miércoles, dijeron funcionarios. Ello despejaría el camino para que el comunicado final del G20 —un documento de cierre de la cumbre en el que los miembros suelen resumir el consenso alcanzado— se centrara en otros temas.
La guerra rusa contra Ucrania golpeó a una economía mundial que aún se estaba recuperando del impacto de la pandemia. Desencadenó una escalada en los precios de la energía y los alimentos que causó estragos en todo el mundo, especialmente en las naciones más pobres que tienen que importar esos productos básicos y que ahora también se enfrentan a mayores costos de endeudamiento.
Una de las consecuencias ha sido que varias economías frágiles, desde Zambia a Pakistán, se han visto inmersas en graves problemas de endeudamiento. Cómo ayudarlas a salir de ellos será probablemente uno de los temas clave del G20 esta semana.
EE.UU. y China —las dos mayores economías del mundo y los líderes de lo que empiezan a parecer bloques rivales— están debatiendo nuevas medidas para evitar una ola de defaults en los mercados emergentes. Cualquier avance que logren probablemente necesitará el respaldo de todo el G20, que hasta ahora ha tenido dificultades para encontrar soluciones a la crisis de deuda pandémica.
Los informes sobre los avances en la resolución de la deuda se producen mientras EE.UU. y China adoptan posiciones opuestas en los conflictos de Ucrania y Medio Oriente. Pekín ha respaldado tácitamente la invasión rusa, al tiempo que se ha unido al consenso casi mundial a favor de un alto el fuego inmediato en Gaza, que Washington ha desafiado.
¿Aceptar los desacuerdos?
Este es el principal desafío al que se enfrentan los líderes económicos reunidos esta semana en São Paulo: cómo poner de relieve las áreas en las que podrían estar de acuerdo y encontrar una forma civilizada de llegar a un acuerdo para discrepar en el resto.
Un funcionario brasileño afirmó que, desde la perspectiva del país anfitrión, “tiene que haber consenso”, y que lo más difícil llegará mañana, cuando se debata cómo referirse a los conflictos mundiales.
Otro funcionario se mostró pesimista sobre las perspectivas, y sostuvo que probablemente no se avanzará mucho en cuestiones como la desigualdad o el cambio climático.
Lo más probable es que la declaración final del G20 sea relativamente breve y anodina. El borrador inicial de Brasil tenía unas tres páginas. En las conversaciones preliminares del lunes, los negociadores exploraron algunas cuestiones más sobre comercio y deuda, pero lo hicieron con algunas dudas, porque ampliar la agenda aumenta el riesgo de que se rompa el consenso, según una persona con conocimiento de las discusiones.
En su publicación de blog, Georgieva dijo que la propagación de los conflictos militares ha dejado en evidencia el riesgo de una fragmentación de la economía mundial: en 2023, se impusieron alrededor del triple de medidas de restricción del comercio que en 2019. Asimismo, describió el desafío que enfrentan los jefes de finanzas del G20 esta semana.
“A ningún país le conviene esta división de la economía mundial en bloques”, afirmó. “Es fundamental restablecer la fe en la cooperación internacional”.
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